#Opinión:
El Monje de Camoruco por Sergio Márquez Parales
Políticos y empresarios en deuda con
Venezuela
Los
ciudadanos venezolanos; esos que día a día tienen que batallar con la falta de
transporte, con el incremento salvaje de los costos en alimentos y bienes, con
el desempleo, con la mala calidad de los servicios públicos y también con un
incremento voraz de los impuestos; esos hombres y mujeres quienes se ven
obligados a hacer largas colas para poder equipar con gasolina o diésel sus
vehículos, aquellos que ven como los salarios y el monto de las pensiones se
les convierten en sal y agua, ellos precisamente son los que más decepcionados
se sienten con la dirigencia política y empresarial del país.
Resulta
realmente inconcebible el hecho de que las personas que pueden argumentar que
tienen un puesto de trabajo fijo en las pocas empresas o comercios que aún
subsisten en el país, estén devengando un salario equivalente a menos de tres
dólares per capita, lo que incide muy negativamente en lo referente a
estructurar un presupuesto familiar que además de contemplar la compra de
alimentos, implique el pago de pasajes, ropa, calzados, artículos de higiene
personal, medicinas y el pago de tributos.
De igual
manera, es sumamente angustiante observar a las valientes mujeres venezolanas
tratar de estirar al máximo los ingresos que llegan a los hogares, intentando
que sus hijos tengan un mínimo de calidad de vida y asumiendo el rol de emprendedoras
para procurar algunas entradas extras de dinero y así aminorar los estragos
causados por la situación económica que a veces no les permite ni siquiera ir a
una peluquería.
Lo
anteriormente expuesto, nos obliga a tratar de crear conciencia en la llamada
clase política y en la dirigencia empresarial para que junto a los
trabajadores, coadyuven esfuerzos que permitan presentar a los venezolanos un
plan de acción con carácter de emergencia, cuyo único objetivo sea el de
generar una reactivación económica que constituya una base sólida para que
nuestras familias puedan vivir de una manera digna.
Quizás
para alcanzar esa meta, nuestros empresarios deben olvidarse un poco de aquel
estado paternalista que una vez fue factor determinante para el crecimiento
industrial y asumir el reto de la búsqueda del autofinanciamiento, dejándole
bien claro a los políticos que una cosa es gerenciar empresas y otra muy
distinta, tratar de imponer reglas que en nada contribuyen para mejorar el
desarrollo socioeconómico de Venezuela. Por su parte, el estado tiene que
entender de una vez por todas que las excesivas medidas tributarias y la
implementación de rígidos controles lejos de incentivar la producción, alejan a
los inversionistas dejando a lo largo y ancho del territorio nacional un
cementerio de empresas que bien pudiesen estar operativas en su plena capacidad
operacional.
Aquí no
se trata de solicitar o plantear a Nicolás Maduro que abandone el proyecto
dentro del cual se encuentra enmarcado en fiel cumplimiento de las líneas
estratégicas de la llamada Revolución Bolivariana; no, de lo que se trata es de
que el gobierno comprenda que así como en otras naciones que funcionan bajo los
esquemas del socialismo hay un poderoso movimiento industrial, aquí también se
puede llegar a implementar esa alianza estratégica entre el gobierno, los
empresarios y los trabajadores con una agenda común donde lo primordial sea el
engranaje de todas esas fuerzas para avanzar en positivo hacia un desarrollo
económico plural y sostenido que vaya en beneficio directo de los ciudadanos.
En mi
humilde opinión, de verdad me niego a creer que existan personas que estén
jugando al fracaso total de Venezuela.
Nunca
entenderé, como dirigentes pueden estar jugando a la crisis y al caos para
tratar de erigirse ellos en una especie de “salvadores de la patria”.
Tampoco
aceptaré jamás, la posición de quienes pudiendo hacer algo por mejorar las
cosas no lo hacen simplemente por razones de dogma o de creerse poseedores de
un “don” superior que les satisface su supra enaltecido “Ego”. Todos deberíamos
remar hacia la misma costa, una Venezuela grande, rica y próspera.
Hasta la
próxima apreciados lectores.
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