#Opinión:
Columna del
General Humberto Seijas Pittaluga @seijaspitt
Sesquipedalia
De
Vuelta con las palabras
En esta pandemia que nos tiene encerrados —haciendo
más pandiculaciones que ejercicios— ya va siendo hora de que, por elemental justicia,
se les haga un reconocimiento a los héroes que portan como emblema un caduceo. Me refiero a los médicos, enfermeras,
camilleros y demás trabajadores del sector salud que trabajan con denuedo —y
sin mucho apoyo de un régimen que, aparte de vomitar estadísticas falsas, no
hace mucho— para que el bendito coronavirus, que ya ha deflagrado entre
nosotros, no se extienda más. Mientras
no haya una vacuna que lo contrarreste, no hay un sucedáneo para el aislamiento. Es que cuando toca, toca; como decía el
policía de mi pueblo cuando debía detener a alguien y hacía alegatos para
evitar su arresto.
Ahora, pasemos a comentar algunos términos que utilicé
al escribir el párrafo anterior. No
necesariamente en el orden en el que aparecieron.
Empecemos por “caduceo”. Según el mataburros, este es una “vara delgada,
lisa y cilíndrica, rodeada de dos culebras, atributo del dios romano Mercurio y
empleada hoy como símbolo del comercio”.
Añado yo —atrevido que soy al intentar corregir a los académicos de la
RAE—: y que tiene en su parte más alta, dos alas desplegadas. El término nos llegó, por la vía del latín,
del griego karykeion, de karyx, que traduce "heraldo”. Porque Mercurio (Hermes para los griegos),
servía de heraldo a los dioses. O sea
que todos empleamos equivocadamente la palabra.
Y el símbolo. Puesto que el que
de verdad corresponde a la profesión médica es el bastón de Esculapio, que solo
tiene una serpiente enrollada en él, y no incluye alas. En todo caso, sea que lleven como emblema el
de una serpiente o el de dos, merecen nuestra gratitud por los peligrosos
esfuerzos que hacen.
Lo que nos lleva a la segunda palabra: “emblema”. Su segunda acepción en el DRAE nos enseña que
es una “cosa que es representación simbólica de otra”. Creo que también se quedan cortas sus
señorías, pero no sería de buen gusto criticarlos dos veces en un solo
escrito. Pero sugeriría que le agregaran
explicaciones diciendo que se emplea como forma heráldica para identificar una entidad,
empresa, religión, institución y hasta una idea. Su sinónimo es “símbolo”. Ambos términos nos llegaron de un verbo
griego que le regaló varias palabras al castellano. Y a algunos otros idiomas. Me refiero a ballein, que traduce como
“lanzar”. “Emblema” surge de emballein
(insertar) y “símbolo” de symballein (poner juntos). Otras del mismo padre son “parábola”, “metabolismo”
y “jabalina”, (que es algo que se lanza). Y, sorprendentemente, “diablo”. Diabolos literalmente significa
“calumniador”. O sea, un Maduro
cualquiera.
Ya al comienzo, catalogue de “héroes” a quienes dan su
concurso para aliviar el morbo que está de moda. Y emplee bien el término porque según el
diccionario, en su primera acepción, designa a una “persona que realiza una
acción muy abnegada en beneficio de una causa noble”. La palabra viene del griego heros, que
en un principio estaba reservada como apelativo para aquellos seres que eran
procreados entre un dios, o diosa, y un ser humano. Eran más que humanos, pero menos que
dioses. Pero se les rendía culto. Hércules era uno de ellos, porque era hijo de
Zeus y Alcmena, una mortal. Aquiles era otro,
hijo de Peleo, el rey de los mirmidones, y la ninfa Tetis. Eneas también: era hijo de un príncipe, Anquises,
y de Afrodita. Con el tiempo, desde la
guerra de Troya en adelante, “héroe” pasó a significar “guerrero
denodado”. Que son nuestros amigos de la
salud pública.
Al comienzo emplee el verbo “deflagrar”. Su definición es: “Dicho de una sustancia:
Arder súbitamente con llama y sin explosión”.
Vale decir, es distinto a “detonar”.
La diferencia está en la velocidad de ignición. La pólvora deflagra, la dinamita y el TNT
detonan. “Deflagrar” nos viene del latín
mediante la combinación del prefijo intensificador “de” con “flagrare”, quemar. Mientras que “detonar” llega del latín “tonare”, que traduce como “tronar”. Se emplea para calificar las explosiones
violentas en las cuales su onda expansiva se desplaza a velocidades
supersónicas. Emplee “deflagrar” de
manera figurada, no literal. Porque
quería significar que menos mal que el bicho chino no se ha propagado (todavía)
con una onda colosal. Pero no por ello
menos peligrosa. Si nos descuidamos, nos
detona en la cara…
Dejé para lo último una palabra que tiene a muchos
lectores rascándose la cabeza: “pandiculación”.
Es una palabra “fisna” para la acción de estirarse o desperezarse. Esa cosa que, junto con los bostezos, hacemos
al despertarnos en las mañanas los humanos y los animales. Con decir que hasta el ilegítimo —que no es
muy racional que digamos— hace pandiculaciones…
La palabra viene, también, del latín: “pandiculatus” es el
participio pasivo de “pandiculari”, estirarse. Este último verbo deriva de otro, pandere”,
que nos dio “expandir”. Que es algo
que no queremos que haga el tal Covid 19.
Así que, junto con el reconocimiento a todo el personal que desde
hospitales, clínicas y ambulatorios se fatiga e incurre en peligros para que
nosotros nos mantengamos con salud, vaya mi admonición: por unas semanas más, quédense
en casa, solo salgan cuando sea estrictamente necesario.
Otrosí
Presento por éste medio mis mejores
y más sinceros agradecimientos a todos aquellos que se unieron al homenaje que
hice la semana pasada a mi difunta esposa, Eddy. Fueron muchísimos los correos y los mensajes
por los medios alternativos que recibimos mis hijos y yo. Tantos, que es imposible agradecerles individualmente. Para todos ellos, Dios se los pague.
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