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martes, 20 de marzo de 2018

Columna de Rafael Rodríguez Olmos “Y no me interesan las elecciones, ni quién gane”


Columna de Rafael Rodríguez Olmos


“Y no me interesan las elecciones, ni quién gane”

Muchas veces vi enormes camiones 750 con una especie de jaula gigante atrás. Adentro ponen cientos de cajas de plástico llenas de pollos vivos que llevan al matadero. Ya pueden imaginar a qué olerá. Pues la semana pasada me pare en la autopista a la Altura del Puente El Boquete. En otras oportunidades había visto gente montada en una grúa gigante en dirección a Tocuyito. Sin barandas. Solamente sentadas en ella por toda la autopista. Me quería montar en una de ellas, pero irónicamente lo que pasó fue el camión con la jaula gigante. Un colector abre la puerta y la gente se monta, niños, mujeres y viejos, ayudados por los otros pasajeros. Allí me subí, había unas cincuenta personas. El olor es insoportable. No más arrancar, se oye la voz de colector, “pasaje en mano, nada de estudiante, o tercera edad, todos pagan sus cuatro mil y si no se bajan”. Así, como un animal que hubiera aprendido a hablar. Ni un por favor, ni un buenas tardes, ni un deme un permiso.

“Agárrese señor porque este animal da frenazos de repente y se puede caer”, me explico Thais de unos 36 años, quien agarraba a una niña de unos siete años y un varón de quizás cuatro. “Es que no encuentro un espacio que no huela a mierda de gallina” le digo hasta con vergüenza. “Ay señor, tranquilo que se acostumbra. Es mejor montarse en este que en el camión de volteo, porque ahí sí no hay de dónde agarrarse y está todo lleno de arena. El otro día se me soltó la niña y si no me la agarra un muchacho, se me cae”. Mientras el camión iba recogiendo pasajeros en la autopista, yo comencé una entrevista improvisada con la mujer. “Imagino que te paras de madrugada para agarrar transporte en la mañana” le digo. “Me paro a las cuatro y media y dejo dormir a los niños un ratico más, mientras me baño porque en la noche recojo agua en un tobo, hago unas arepitas, me como una y le pongo en su lonchera una a cada uno de los chamos y en envase de plástico les pongo un cambur o una mandarina. Salimos a diez para las seis. A veces, con suerte, pasa un rojito que ya no tiene aire y además los vidrios rotos; y si no, un camión como este, u otro porque ya casi no quedan busetas tampoco. Llegó a casa de mi mama que vive en La Bocaina. Ella los lleva a la escuela, los recoge en la tarde y los baña. Yo salgo rapidito del trabajo, los paso recogiendo y nos vamos para el puente El Boquete a esperar el camión. Llegamos entre siete y siete y media de la noche a la casa. Les pongo un ratico la televisión, mientras hago la comida para el otro día. Les cepillo los dientes y nos acostamos a dormir como a las nueve. Esa es mi vida hasta los viernes que los dejo ver un poquito más de tele y nos levantamos un poco más tarde. El sábado hago cosas con ellos y el domingo lavo, limpio la casa y nos preparamos para el lunes. Esa es mi vida señor”. Me sorprendió esa narración, que debe ser la de millones de mujeres en el país y en el mundo. Incluso con una sonrisa, mezcla de ironía, mezcla de resignación, mezcla de tristeza. “Bueno, supongo que después de las elecciones se resolverá el problema del transporte” afirmo un poco para conocer su opinión política. “Ay señor, de verdad usted cree eso. Usted cree que a este gobierno le importe los pobres, o la gente. Yo no pude terminar la Universidad, me divorcié, me cansé de ir a todos los organismos para que me ayudaran aunque fuera con los niños, me mandan de un lado para otro, hasta el carnet de la patria me saqué para ver si tenía la suerte de que me dieran un bono para los niños. Siempre he votado por Chávez y creí mucho en este proceso, pero ya no me interesa nada porque ahora pienso cómo hare cuando mis hijos sean adolescentes y no caigan en la delincuencia con una madre que no los puede cuidar porque está trabajando. Todos los días pienso en una cosa distinta. Ya estoy agotada de tanto pensar. Maduro empeoró todo. Y no me interesan las elecciones, ni quién gane, ni quién es diputado. Sería Bueno que se mataran entre todos. Creo que el país saldría de abajo”, ahora es como una convicción, como  una sentencia. “Pero quizás ahora el gobierno sí tenga una política económica para arrancar y empujar al país”, le insisto. “Igual no van a hacer nada. Yo vi en la televisión a Maduro diciendo que iba a hacer una política económica si ganaba. Y por qué no lo hizo en estos años. En verdad, con mi voto no cuenten porque no voy a votar. Necesito resolver mis problemas, los que no me resolverá ni el gobierno, ni el alcalde, ni las Ubch ni una mierda y disculpe la palabra”. Era el fin de mi recorrido y me quedaba en el Puente de Tocuyito, me bajé y me despedí sin decir nada más.

Aún sigo sin entender por qué el gobierno no ha puesto en funcionamiento los miles de autobuses y camiones de las fuerzas armadas, que solo están en los cuarteles cogiendo tierra y llevando a hijos de generales y coroneles a la playa. Tampoco entiendo porque ya se paralizó ¿tan pronto? La fábrica de Yutong en Yaracuy; ni porque los pocos rojitos que están circulando ya no tienen aire acondicionado, con los vidrios rotos, no les cambian el aceite, ni los filtros y paremos de contar. Tampoco entiendo por qué nadie se ha ocupado de los cementerios de rojitos que hay en Puerto Cabello, Guacara y el Parque Recreacional Sur. Muchos menos entiendo por qué si el problema del transporte no es solo un problema del gobierno central, sino de los regionales y las alcaldías, nadie se asoma para tratar de solventarlo. Ya el gobierno no quiere incluso hablar de precio del pasaje, simplemente porque no es posible hablar de precio si no hay transporte. He visto a gente montarse desesperada en una cava cerrada, de una sola Puerta, a las seis de la tarde porque es la última opción que le queda. Es decir, que el que está de primero, de seguro se asfixia del calor. Ayer venía de Caracas, a la altura de Palo Negro en Aragua, a mano derecha, se ven cientos de taxis estacionados en dos estacionamientos gigantes, nuevecitos, agarrando sol, en espera de que algún general en conchupancia con algún jefe del partido, se los venda a un pobre diablo por 10 mil dólares o 200 millones de bolívares.

Mientras iba a la plaza de Tocuyito a una reunión, solo cavilaba en cómo, de aquí al 20 de mayo, encontrarme de nuevo con Thaís y poder tener los argumentos para que vaya a votar. Quién quita que la convenza… Claro, primero tengo que convencerme yo.

Caminito de hormigas…

Continúa el robo de medicinas en hospitales, Barrios Adentro y CDI. Eso no es posible detenerlo sin la participación del Poder Popular. Pero ya sabemos que el poder institucional le tiene mucho miedo a ese poder.

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