Columna
del General Humberto Seijas Pittaluga
Barájemela
más despacio…
Si la semana pasada titulaba “Ya no
estoy tan seguro”, hoy estoy más confundido aún. Porque eso de que el mismo personaje —en la
triple acepción del diccionario— que afirmó que las condiciones de equidad
electoral buscadas en la República Dominicana no se habían logrado y por eso se
retiraban de las reuniones, haya afirmado después, en una entrevista con César
Miguel Rondón, que su partido y otros de los que fueron a Santo Domingo están
pensando inscribir un candidato para las elecciones del 22-A, y que “hay que
tomar esta decisión en cuestión de horas”, le saca a uno la alfombra debajo de
los pies. ¿Cómo es que—para decirlo con
un modismo gringo— se habla por los dos lados de la boca? Lo que ha hecho es poner más dubitativa a la
posible masa de votantes anti-régimen.
Porque, dejémoslo claro, los venezolanos
necesitamos salir de este régimen hambreador, inepto y corrupto. Y la gran mayoría de nosotros creemos que la
solución a ese problema debe llevarse a cabo según lo prevé la norma: por
elecciones.
El asunto es que no deben ser unas
elecciones a la medida del régimen, sino con las salvaguardas que están en
negro sobre blanco en una Gaceta Oficial: sin que una dizque constituyente que
no tiene ni legalidad ni mucho menos capacidad electoral las convoque, sin ventajismos
por parte de uno de los competidores, con un árbitro electoral que no vista la
camiseta de uno de los equipos, sin rehenes políticos en las mazmorras del
SEBIN, con un registro electoral depurado y al día, cumpliendo con los lapsos
específicos que dice la Ley y que están destinados a la inscripción, propaganda
y correcciones de listas antes de la fecha de los comicios. No cuando uno de los contendores decida que
le conviene, escoja una fecha y se la ordene a las “honorables damas” del CNE. No con los descarados chantajes a la masa
ignara a la que se le dice: “saca el carné de la patria y vota por mí, que te
doy bonos y cajas con comida, porque si no te mueres de hambre”. No con las arteras maniobras para impedir el
voto de quienes los adversan, ya sea por la mudanza de los centros de votación
o por la imposibilidad artificialmente impuesta para que los venezolanos que
residen en el exterior puedan inscribirse en el Registro Electoral. No con los adoctrinamientos a la tropa por
parte de una cúpula militar que se ha pasado por la bragueta el Art. 428 de la
Constitución y los que siguen a este.
Fue un politólogo francés, Pierre
Hassner, quien acuñó la palabra “democradura” para caracterizar a aquellos
regímenes que acceden al poder por medio del voto y, ya asentados en él,
proceden a destruir la institucionalidad que siglos de civilidad, de ensayos y
errores, habían erigido; imponen una “democracia” plebiscitaria y sacrifican el
Estado de Derecho y la libertad a sus afanes de permanecer en el dominio. Es a eso a lo que nos han llevado con el
transcurrir de estos ya casi veinte años desmandando. Y nos lo han advertido muy seguido: que se
mantendrán en el gobierno por las buenas o por las malas. Ya sea por artificios electorales en los
cuales se vota pero no se elige, ya sea por aquello de que —recordemos la
amenaza— las balas les darían lo que no le concedían los votos. No en balde su primer intento de tomar el
poder fue con las armas, el ominoso 4-F. Por eso, debemos mantener en la mente el
retintín de: “No volverán”. Pero no para
resignarnos ante ese albur, que no es fatalidad, sino para enfrentarlo y
vencerlo.
Aun con todo lo anterior, sigo empeñado
en que la mejor manera de salir de esta gentecita es mediante los
sufragios. Pero no unos cualquiera, no unos
hechos de consuno, prêt-a-porter, para
el ilegítimo, entre una espuria
constituyente cubana y un adulterino, fraudulento, TSJ. Nunca he estado por la abstención, pero por
lo pronto como que me va a tocar decir al igual que quien jugaba barajas con un
fullero: “barájemela más despacio…” A
menos que la dirigencia se deje de ambivalencias y tome en serio el papel que
les corresponde jugar ante la Historia.
Los líderes políticos que se desdigan e inviten a
votar sin que se les haya cumplido con sus exigencias previas de reformar las
condiciones de desventaja, quedarán como un grupo de colaboracionistas, entregados,
sin voluntad para enfrentar al régimen en sus intentos de arrogarse legitimidad. Los votantes —reforzados por la opinión
concordante de las academias, los rectores universitarios, los colegios
profesionales, la Conferencia Episcopal y los gremios de producción— les
exigimos a los dirigentes políticos que se pronuncien inequívocamente a favor
del Estado de Derecho. No proponemos la
abstención, solo demandamos la aplicación de las normas que, por Ley, deben
garantizar unos comicios equilibrados, transparentes y justos, que de verdad
concluyan en la libre escogencia de los ciudadanos.
Creo que para finalizar no está de más
recordarle a todo el estamento político —tirios y troyanos— unas frases de Andrés
Eloy que nos hizo llegar el buen amigo Daniel Chalbaud: “La Patria es de todos.
Nadie se ha ganado el derecho exclusivo de amar a la patria. (…) para que un
país pueda marchar adelante precisa la confianza de sus hombres unos con otros;
es preciso renunciar al monopolio del amor a la Patria. (…) Nos están
contemplando desde el ayer, los fundadores del gran hogar venezolano; nos están
contemplando desde el mañana los niños que no tienen la culpa de lo nuestro y
que esperan una obra limpia de los pecados de los tiempos”.

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