Columna de Rafael Rodríguez Olmos
El sujeto
histórico
He dicho reiteradamente
que la oposición no existe, sino un grupo de pandilleros apoyados por los
sectores económicos del país que hicieron desastres durante dos guarimbas y que
asesinaron a más de cien personas con métodos terriblemente brutales.
Los resultados electorales
de este domingo, lo acaban de demostrar. La oposición no existe. Y ahora aclaro
la cosa. No existe una estructura política con propuestas, planteamientos,
conceptos y argumentaciones que indique la existencia de una fuerza política
organizada que sea distinta a un gentilicio llamado chavismo. No existe. Y lo
poco que existía, se fue desvaneciendo. Aunque existe, sin duda, el voto
antichavista.
Y los resultados de este
domingo, evidencian que enfrentarse a una fuerza telúrica como el chavismo, no
es un juego. Sin duda el chavismo ganó por dos razones: por la gran capacidad
de su maquinaria y el desarrollo de los mecanismos de control; y, simplemente,
porque la oposición, o el venezolano antichavista, no fue a votar. Por eso me
sorprende la alegría de ese chavismo militante en torno a la victoria. Si no
hay contendor ni capacidad organizativa, es imposible ganar unos comicios. Sin
contrincantes, era obvio que el chavismo ganara todo, incluyendo las juntas de
condominio. En el caso de Carabobo, hasta me extrañó que no ganara Delis
Álvarez, quien por cierto hizo una campaña alejada de los símbolos del
chavismo, como eliminar el color rojo e incorporar azules y morados. Supongo
que fue una estrategia para atraer al elector sandiegano, aunque no funcionó.
Pero, además, es evidente
que hay una precariedad angustiante de liderazgo en todo el país. Acaban de ser
electos alcaldes, incluso algunos que eran opositores, guarimberos y asesinos pasados
a las filas de chavismo, que no tienen idea de lo que dicen, no tienen idea de
lo que es un municipio y no tienen idea de lo que es un país, como este
superintendente de la criptomoneda nombrado por Nicolás, ex suplente de María
Corina, que ni siquiera es economista. Misterios…
En la propuesta de reforma
que se perdió por votación de los propios chavistas, y que fue el “1% de
mierda” que calificó Chávez, ¿recuerdan? estaba contenido un modelo de Estado
en donde paulatinamente morirían las alcaldías para dar paso una nueva
estructura de gobierno que se conectara más directamente con el pueblo y que
efectivamente fuera protagónica. Yo no vi a uno solo de los candidatos, en
estos comicios, ni de un lado ni de otro, hablar sobre qué hacer con el
municipio. Cómo se integraría a la gente a éstos, cómo serían las decisiones de
gobierno, cómo se aprobarían los presupuestos, cuáles obras tendrían prioridad,
cómo se encararían el problema de los servicios públicos. Nada de eso estuvo
plasmado en algún plan de gobierno presentado a los medios de comunicación
(incluso el discurso político fue desplazado por la actuación de artistas de
poca monta que cantan imbecilidades) Sobretodo el más importante de todos: la
participación de eso que Chávez llamó el poder popular, el constituyente, el
sujeto histórico, el pueblo organizado que debería jugar un papel fundamental
en este proceso político.
Era obvio que el chavismo
iba a ganar todo. Con analizar un poquito, esa es la conclusión casi inmediata.
Una oposición que no existe, y que de paso está a la desbandada, genera ese abandono
y el desánimo de la gente opositora por acudir a los comicios.
Pero en política es
obligatorio analizar, razonar, medir, usar variables, hacer preguntas,
cuestionar. Y creo que la más importante es por qué disminuyó la participación
del elector. Porque ya sabemos que históricamente la gente demuestra poco
interés por las elecciones municipales, que debería ser al revés. Es decir, un
60% histórico que según recuerdo cambio un poco en el 2002, cuando Chávez se
echó la campaña en el hombro. El triunfo de estas elecciones, más bien debería obligar
a despertar las alarmas: Cómo enfrentar la grave crisis económica que vive el
país y que el gobierno la está afrontando a fuerza de cajas clap y tickets de
50 mil bolívares, que no resuelven el problema, pero mitiga la angustia de la
gente.
Pero es urgente y
necesario por ejemplo, asumir el gravísimo problema del transporte que ya tiene
visos de tragedia cuando la gente paga dos mil bolívares por montarse en un
camión, o el problema del lubricante para carros cuando un litro llegó a la
astronómica suma de 600 mil bolívares. Vale decir, echarle cuatro litros a un
carro cuesta 2.4 millones de bolívares; o resolver el grave problema de los
cauchos, las baterías, los repuestos y los precios de los alimentos que suben
sin misericordia alguna. Eso es tarea del gobierno nacional, pero también del
gobernador y de los alcaldes.
Sería un irrespeto decir
que el triunfo de este domingo, es una alegría de tísico, porque sin duda es
una victoria contundente, pero también sería una ilusión creer que estos
resultados resolvieron el problema que día a día enfrentan los venezolanos. Y
claro, el que no va a la calle, no oye de qué tamaño es la gravedad del
problema. Y que, además, no se va a resolver tan fácil porque no hay duda de
que existe un sabotaje económico. El simple hecho de que el gobierno tenga los
dólares para comprar materia prima, pero la banca internacional no los reciba,
ya es un acto de sabotaje. O que Polar produzca al ritmo que le dé la gana y
modifique los precios cuando le dé la gana, ya es un sabotaje a la economía; o
que en el mercado mayorista de Tocuyito el gran negocio sea la venta de dinero
en efectivo por el que se ganan hasta el 20 por ciento, ya es un sabotaje a la
economía.
Ah, entonces deberíamos
decretar una economía de guerra, con un control estricto de la producción y de
la distribución, pero que no esté en manos de los militares, que destruyen
todo, sino en manos del poder popular que es capaz de organizarse para eso y
para más; y que, además, sería el gran aliado del gobierno en momentos de
crisis como estos.
De estos es lo que debemos
hablar y estos es lo que deben asumir los nuevos alcaldes. Un problema que es
terriblemente complejo y no tan fácil de resolver. Pero no hay forma de
enfrentarlo sin la participación del sujeto histórico. Es el llamado a
resolverlo.

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