Columna del General Seijas Pittaluga
Los
cambiantes criterios
Las
inconstantes, volubles, inconsistentes, opiniones nos están haciendo un daño
inmenso a los venezolanos. Que el
Tribunal de la Suprema Injusticia cambie su doctrina de la mañana a la tarde ya
es un lugar común; un dictamen matutino dice que una cosa es blanca y otro, ya
en la tardecita, en un caso diferente (pero esencialmente igual al anterior)
dice que es negro. Y en ellos es
comprensible: en aras de sus proventos económicos decidieron olvidar todo el
derecho que les enseñaron, la jurisprudencia existente y hasta la
consuetudinaria práctica forense de que no debe buscársele interpretaciones
tortuosas a lo que está tipificado en el negro sobre blanco del articulado
legal. Por su propia volición se
entregaron entalcaditos y envaselinaditos en manos del mangante ciliaflorino; a
la vergüenza y al pudor los mandaron de paseo.
¿Pero en la oposición? Increíble
pero cierto, como dicen en YouTube.
No
había terminado de escaparse Ledezma cuando la mitad, por lo menos, de los
opositores empezaron a denostar: que eso fue negociado y hasta dólares de la
partida secreta le proveyeron para que se fuera, que el régimen lo dejó ir
porque con eso se terminaría de romper la MUD, y por ahí te vas Tomás. Nada distinto a cuando sacaron a Scarano de
Ramo Verde: que eso fue negociado, que se rindió porque lo doblegaron,
bla-bla-bla. Muy mal negociador sería
si, faltándole solo quince días para terminar el arresto se deja seducir, o
domesticar. Con Leopoldo, lo mismo. Una cosa es estar convencido de que hay
Didalco Bolívares, Manuel Rosales, Timoteo Zambranos —Judas como los que más—
que se “dejan convencer” por el régimen, y otra muy distinta es endilgarle esa
denigrante connotación a tuti li mundachi (para decirlo en el italiano
macarrónico de @postadaltevere). Para algunos
guerreros del teclado no hay ni un solo hueso sano; todos son traidores.
Ya
no nos parece raro que el bufete electoral del régimen —antes pleno de personas
honorables escogidas con el acuerdo de gobierno y oposición— esté en manos de
unas fichitas partidistas descaradamente regaladas al régimen —lo de
“regaladas” es un decir, porque bien caras que nos salen. Sabemos que algunas de ellas pertenecieron al
PUS hasta la víspera de ser juramentadas, cuando renunciaron al partido;
creemos que eso lo hicieron por instrucciones del muerto que dizque vive
todavía para tener asegurados los triunfos electorales. Pero no por eso vamos a dejarnos incitar a no
concurrir a las urnas en diciembre.
Conocemos que están dispuestas a seguir robándonos los triunfos, pero
peor sería que les regalásemos 330 alcaldías.
Que, por lo menos, tengan que exprimirse el cerebro tratando de
encontrar cómo hacernos las tramposerías sin que se les note mucho. Y, cada vez que podamos, denunciémoslas. Yo, por ejemplo, sigo señalando que en
Valencia, el candidato del PUS no cumple los requisitos para serlo que exige la
Ley: tres años de residencia continuada en el municipio por el cual opta. Que fue “importado” de Pto. Cabello por
Lacava, donde fue su secretario mientras era alcalde. Es que no se conformó con inundar su gabinete
con porteños que no saben siquiera dónde queda El Morro, sino que quiere
rebosar a la alcaldía valenciana con porteños que no saben siquiera dónde queda
el Palacio de los Iturriza.
Y
ya que hablamos de Carabobo, quiero presentar otro criterio que decidió
imponernos la magistratura roja que abunda entre el Panteón Nacional y el
Cuartel San Carlos. Según ellos: en Valencia no debe haber un alcalde que tenga
doble nacionalidad porque dizque ese municipio es fronterizo. ¡Falso de toda falsedad! Ellos se basan en que, según sus inmensos
cacúmenes, Carabobo ¡También es fronterizo!
Porque Curazao está a unas 120 millas náuticas. Para que lo entiendan: quien es fronteriza
con Curazao es Venezuela; porque Carabobo no tiene ni un centímetro cúbico de
agua salada. Su límite por el norte es
la línea de más baja marea. Las aguas
marinas son de la república. Para llegar
a Curazao, alguien que salga de la rada porteña tiene que pasar por las aguas
interiores, el mar territorial y la alta mar.
Las dos primeras son de la potestad nacional, no estadal. Ni, mucho menos, municipales. Pero había que frenar al candidato que
seguramente le iba a ganar al rojo mandado por Caracas.
Pero,
me metí en una digresión que se llevó medio artículo. Lo que intentaba resaltar es que, para poder
prevalecer, los opositores tenemos que estar muy unidos, sin denigrar de
cualquiera que se destaque o que sea eventual noticia. Lo sé: el otro deporte nacional, aparte de
hacer venezolanitos, es hablar mal del prójimo. Entre nosotros, de la Madre
Teresa pa’bajo todo es cacería para la maledicencia. Pero aguantémonos las ganas; el bien superior
nos lo exige. Ya bastante tenemos con
las calumnias, insidias y disparates que nos insuflan los laboratorios de la
guerra sucia del régimen. La tarea es
asistir a los centros de votación entendiendo que no podemos dejarles por la
libre nuestras alcaldías a los rojos —más leales a los mandatos caraqueños que
a los electores de su ciudad—, que los municipios no las van a tener fácil en
los años venideros y que, por eso, hay que escoger a administradores serios,
honrados, eficientes y de buenos sentires. Y que, de esos, no abundan mucho
dentro del oficialismo…

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