Columna de Rafael Rodríguez Olmos
Los Clap, Barrio Tricolor y los taxis de Nicolás
Voy a
decirlo hasta que no pueda escribir, nada que no se haga con el pueblo como
protagonista dará resultado. No importa el ánimo que puedan tener algunos
funcionarios decentes en su planificación y en su decisión de hacer las cosas
bien para construir la revolución. El problema es que es el pueblo la clave de
todo. ¿Por qué? Simplemente porque es el alfa y el omega de todo en la
construcción de la sociedad.
¿A qué
viene todo esto? Al grosero bachaqueo que se está haciendo con los Clap, Barrio
Nuevo Barrio Tricolor y los taxis. Grosero, ofensivo, delictivo, nauseabundo,
generando una indignación de tal magnitud que uno termina apostando a las
ejecuciones, aunque estén pasados de moda los paredones de la Cuba
revolucionaria, que por cierto, fueron mucho menos de los que se vociferan y
con los que se dio banquete la mediática de entonces.
Todos
sabemos que los Clap se diseñaron como una medida provisional para evitar a los
bachaqueros que se habían apropiado de los mercales y pdvales, estructuras que
ahora están inútiles y abandonadas. Y fue una medida inteligente porque se
podía llegar a quienes realmente necesitan los alimentos. Pero el primer gran
error que se comete es no consultar a las comunidades sobre mecanismos de
distribución, por una parte; y al mismo tiempo, permitir que los aparatos del
partido fueran los encargados de manejar la entrega de alimentos. Lo correcto
desde un principio fue entregarle todo eso al poder popular organizado, que no
solo conoce la realidad de cada comunidad, sino que aplica los parámetros de
justicia establecidas por quienes allí habitan. No permitirán por ningún
concepto ni favoritismos, ni robo de productos. Y por otro lado, denunciarían a
la mafia de guardias nacionales y miembros del partido que vieron en el
almacenamiento de gigantescas cantidades de alimentos en galpones y depósitos,
el filón del negocio, de donde se roban productos claves como leche, pollo y
carne, cosas que nunca están en las bolsas de comida, pero que son compradas
por el Gobierno Nacional. Eso se vende aparte, a mayoristas y comerciantes
inescrupulosos.
Los Clap
nacieron corrompidos cuando las primera bolsas contentivas del alimento eran
unos empaques que parecían más bien diseñados por Carolina Herrera u Oscar de
la Renta, hechos de un material extraordinario y con una impresión y colores
que realmente provocaba venderlos solos. Me cuentan que muchos millones se
ganaron quien los contrató y quien los fabricó. Corrupción de la buena que
nadie denunció en un momento en que se necesita todo el dinero para alimentos y
medicinas.
Ahora los
Clap supuestamente van a las Ubch y éstas coordinan su venta, pero además de
que llegan mochos la cantidad y el surtido de alimentos, estos consejos
comunales establecen preferencias, amiguismos y conchupancias que realmente
generan las protestas de la gente, y más corrupción.
La otra
parte de los Clap es que reparten a una casa, cuando a veces en una casa hay
hasta tres familias, pero dos se quedarán sin el paquete, ya mocho. Y además,
se da el caso de una familia es una sola persona que viva sola. ¿Acaso le niega
el derecho de tener los alimentos? Toda esa información, solo lo puede saber el
poder popular organizado, pero no las Ubch ni algunos consejos comunales que
solo están pendiente de hacer negocio. Para colmo, la bolsa está planificada
para ser vendida cada 41 días. ¿En cuál cabeza cabe que un paquete de arroz,
uno de harina Pan, dos de frijoles, uno de pasta, un pote de aceite y uno tubo
de pasta dental, alcanzará para toda una familia de cuatro personas? No alcanza
ni para una familia de dos personas.
Y sin duda
es una lástima que otra iniciativa del gobierno, que es positiva por demás, se
haya deformado tan rápidamente, pero no podía ser de otra forma.
No es
distinto Barrio Nuevo Barrio Tricolor. Allí se va a las comunidades y se hace
el diagnóstico de la casa. Por ejemplo, hay que poner una puerta, dos ventanas
y una poceta, más la pintura. Pero los que llevan los artículos no entregan las
pocetas. “Y la poceta señor”, “eso fue lo que me entregaron”. Ya el
inescrupuloso delincuente de Barrio Adentro negoció la poceta por otro lado.
Otro caso: llega sin nada. “Señora allá tengo una puerta, dos ventanas y una
lata de pintura para traerle, pero no tenemos transporte porque los camiones
están dañados. Si quiere le consigo una camioneta para que los traiga, pero le
cuesta cinco mil”. Otro caso: “Buenos días señora. Ya vi el listado de lo que
van a repartir. Usted no salió beneficiada. Tranquila que yo le consigo una
puerta, un lavamanos y una ventana. Consígame cinco mil”.
Yo le
consulté a un camarada sobre este hecho y saben qué me respondió: “Olmos la
gente tiene derecho a buscarse unos reales como pueda”. Es un dirigente local
con aparente conciencia de la necesidad de la revolución. Pero no entiende que
su afirmación es quizás el principal factor por el que podemos perder este
proceso.
Y si antes
había que pagar 800 mil para que le asignarán un taxi de los que Maduro ordenó se
lo entregaran a los trabajadores del volante que fueran camaradas y que la
mayoría de los beneficiados no lo son, pues surgió una nueva modalidad, los
taxis pasaron a manos de dirigentes chavistas y de testaferros, quienes ahora
son los propietarios. Esos taxis se los entregan a gente joven con necesidades.
Muchos estudiantes universitarios, recién casados, sin viviendas, etc. Ellos
tiene que pagar 8 mil diario para tener ese taxis. “Mire camarada, yo le hago
entre 12 mil y 15 mil. 8 mil son para el dueño, de los 7 que me quedan, dos son
para el carro porque tengo que correr con los gastos de mantenimiento del
carro. Me quedan cinco, pago el alquiler y pago el bachaqueo de los pañales, la
leche y la comida de los niños. También le doy a mi mamá que los cuida, porque
mi esposa se va al trabajo. Esos tipos son unas ratas. Maduro no sabe que lo
engañaron, pero uno no puede hacer nada. A veces me pego viernes con sábado,
manejo más de 24 horas para hacer los reales. Esa es la verdad, yo lo vivo
todos los días. Y si reclamas algo, te quitan el carro y yo no puedo darme ese
lujo”, me relató un pana de 27 años con esposa y dos hijos pequeños que desde
hace tres años espera por una vivienda cuando hay funcionarios del gobierno que
tienen dos y no la habitan porque las tienen para alquilarlas.
Cuando
comenzó el tema con los taxis, denuncié los negocios porque ya me los habían
explicados. Estaba en manos de militares y dirigentes del Psuv. Es más, en la
inauguración de un distribuidor en Morón, unos trabajadores le dijeron a Maduro
que oficiales del ejército les estaban cobrando para darle los taxis. Aparte de
la arrechera que agarró, Nicolás no hizo nada, o no pudo hacer nada.
Cuál es la
síntesis de todo esto: que no es posible hacer nada sin que sea el poder popular
quien tome las decisiones. El poder popular organizado, sin que en ella se
metan las asquerosas manos del partido que todo lo deforma y que todo lo
destruye. Lo otro es solo pérdida de tiempo. La corrupción llega siempre. En
las comunidades también hay corrupción, pero se establecen los propios
mecanismos de control y es la comunidad misma la que genera los propios
castigos. Es a eso a lo que le tuvo miedo Chávez y a lo que le tiene miedo
Maduro. Es decir, que no tienen confianza en la capacidad popular y que durante
500 años han resuelto sus problemas; es decir, que en esencia, no creen en el
pueblo.
Caminito
de hormigas…

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