Columna de Antonio Ecarri
Bolívar
Taxis del horror
Antes que
nada permítanme decir, en alta e inteligible voz, - para que no vengan a
desprestigiar la denuncia con el sambenito de “enemigo de los pobres”
“discriminador” y otras sandeces típicas de los clichés “revolucionarios”-
que soy partidario que los taxistas venezolanos tengan vehículos nuevos,
qué digo nuevos, de última generación y de lujo como sus colegas europeos,
quienes trabajan a diario con carros Mercedes Benz, Audi, Fiat, Seat, Renault o
similares. Aunque con la inseguridad no los podrían utilizar. Por eso hubiese
sido más pertinente, si de importar vehículos se trataba, traer patrullas,
ambulancias y camiones cisternas para bomberos, cuyo déficit genera caos en la
seguridad y en la salud de los venezolanos.
A lo que me
voy a referir es al horror de una importación, masiva e injustificada, de
20.000 carros chinos, con el cuento, ídem, que son para los taxistas
venezolanos. Los capitostes del régimen han dicho, públicamente y con el mayor
desparpajo, que los compraron por la bicoca de 600 millones dólares americanos.
Si 20.000 carros costaron 600 millones no se necesita ser matemático para
concluir que cada carrito salió en la cantidad de 30.000 “machacantes” verdes,
cuando esos mismos vehículos son ofertados, en cualquier agencia de vehículos
del imperio, en una cantidad no mayor a los 12 mil dólares.
El tema, de
la adquisición de taxis y su horror, no termina allí. Lo cierto es que con lo
pagado a los chinos por 20.000 carros, se hubiera podido producir en el país
más del doble. Sí, se hubiesen podido ensamblar 40.000 vehículos y de mayor
seguridad. Con el agregado que se podrían haber salvado más de 100.000
puestos de trabajo que están en la picota y mermando, cada día, con el
cierre de las pequeñas y medianas industrias que son el soporte de las
ensambladoras.
Ahora bien,
todo esto tiene como única explicación la que hemos venido denunciando desde
hace más de dos años: que el gobierno ha preferido implementar una
economía de puerto, en vez de pagar a los proveedores internacionales la deuda
adquirida por los productores para reactivar una industria que generaba,
nada más en la ex ciudad industrial de Venezuela, Valencia, cerca de 100 mil
puestos de trabajo.
Es que este
modelo de economía de puerto solo fue viable, aunque equivocado of course,
mientras el precio del petróleo estuvo por encima de 100$ por barril, pero una
vez que los precios del crudo se van a pique, entonces llegamos a este
desabastecimiento sin precedentes, porque no hay recursos para importar y,
adicionalmente, ya no hay forma de producir internamente, pues arruinaron a la
industria nacional.
Todo indica
que estamos hablando de una merma cercana al 90% de los vehículos que se
producían en el 2007, mientras el gobierno ha preferido, entonces, beneficiar
una vez más a las roscas importadoras que han sustituido a los productores
venezolanos. Igual ocurre con las empresas de autopartes, las caucheras, los
fabricantes de batería y pare usted de contar. Por ello, más de la mitad del
parque automotor venezolano está en talleres, esperando unos repuestos que
nunca llegan y, cuando aparecen, valen más que el costo de adquisición del
vehículo.
Estamos
trabajando en un proyecto de ley de protección a la industria nacional que comience
con un proceso de sustitución de importaciones, pero con productos de alta
calidad, que puedan competir, aquí y en el extranjero, con lo producido en
otros países.
Todo lo que
aquí denunciamos y las propuestas que vamos a hacer son para comenzar la
reconstrucción de Venezuela. Ya falta poco… para que nunca más volvamos a
presenciar negociados anti patrióticos como los “taxis del horror”.

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