Columna de Antonio Ecarri
Bolívar
Leopoldo: da gracias a los juristas del horror
Cuando lo
pequeño, lo bruto, lo chato, lo infeliz se mezclan a la política, surge el
clamor de millones de voces, o de una siquiera pero empapada de reclamos
seculares, que piden al que cree en una forma noble de la política que no
abandone la brecha, que no abandone el reducto donde él pueda ser siquiera un
hito de la conciencia insatisfecha”. Andrés Eloy Blanco
Al ver la
sentencia absurda contra Leopoldo López, pequeña, bruta, chata e infeliz, mi
primera reacción fue de indignación ante tamaña injusticia; pero luego,
reflexionando más fríamente, llegué a la conclusión que esa malhadada decisión
judicial solo perjudica, para toda su vida, a la juez que la emitió y a los
autores intelectuales que guiaron su mano infame. Mientras tanto, a la supuesta
víctima del desaguisado lo convierte en uno de los mayores y mejores activos de
la alternativa democrática venezolana. Y así ha ocurrido porque, al menos para
los adecos, creemos que de esa manera se forjan los verdaderos líderes. Tal
como lo señalaba Rómulo Betancourt para la posteridad:
“un líder no
se forja en la comodidad de un despacho con aire acondicionado y secretarias;
ni en la curul parlamentaria, para decir de vez en cuando un discurso florido;
ni maniobrando desde arriba para mantenerse a flote; ni con dinero, ni con
diarios y revistas, ni con radios o televisoras; ni con padrinos oligárquicos o
la bendición militar o eclesiástica, pues el líder verdadero se forja y se
desarrolla en las catacumbas de la clandestinidad, en las sombras de la
adversidad, entre la represión y la violencia”.
Hace algunos
años leí un libro, Los Juristas del Horror, escrito por un alemán, Ingo Müller,
traducido por el venezolano Carlos Armando Figueredo, con prólogo de Eduardo
Casanova y comentado por el venezolano-vasco, líder del PNV Iñaki Anasagasti:
quien mantiene la doble nacionalidad hispano-venezolana, no en balde vino a
Venezuela a abogar por la libertad de Leopoldo y demás presos políticos y
exiliados.
Anasagasti
afirma: “Los juristas del Horror es un texto espeluznante que no sólo describe
sucesos que acontecieron hace décadas, sino que se convierte en una profecía de
hasta dónde pueden llegar las autocracias en su afán de conculcar las
libertades y los derechos”. Mientras Casanova en su prólogo afirma: “a los
judíos, por iniciativa de uno de los grandes “juristas” del nazismo Carl
Schmitt, lo convierten en el “enemigo” por antonomasia de aquella Alemania que,
después de haber dado a Bach, a Goethe, a Bethoven se rebajó a ser la patria de
Goering, Goebbels, Rosemberg, Himmler y otros monstruos dirigidos todos por un
cabo fanático, fracasado, desequilibrado, demagogo, populista y carismático
llamado Adolf Hitler, que ni siquiera era alemán sino austríaco”.
En
Venezuela, la patria de Bolívar, Bello, Gallegos, Betancourt, Andrés Eloy,
Miguel Otero, Gustavo Machado, Luis Beltrán Prieto, han llegado a “hacer
justicia”, desde el gobierno, unos personajes que por razones sanitarias y de
espacio dejo a la mente de mis perspicaces lectores las comparaciones: entre
aquellos “juristas” del horror y quienes se beneficiaron de sus sentencias con
los personajes que, aquí y ahora, se les parecen.
Leopoldo
debe dar gracias a sus “juristas del horror” que se condenaron a sí mismos y no
a él, pues en enero la nueva Asamblea Nacional lo liberará con una Ley de
Amnistía y esa sentencia será solo el triste recuerdo de una esperpéntica
decisión.
Los
venezolanos asumimos que Leopoldo no es un mártir, sino un líder con quien
podemos contar todos los demócratas porque, parodiando a Andrés Eloy, ese
calabozo donde lo tienen confinado es el reducto que lo ha convertido en
un hito de la conciencia insatisfecha. ¡Resiste hijo, estamos contigo y…falta
poco!
@EcarriB

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