Columna de Rafael Rodríguez Olmos
Chávez,
más allá…
Nunca he creído ni creo en el que se ufana de muchas cosas.
Los que ponen las credenciales por delante, para mí siempre son sospechosos.
Cuando alguien por ejemplo me dice que
es médico, antes de comenzar a hablar, quedo convencido de inmediato que fue a
la universidad porque necesitaba ser alguien, no porque quería aprender. Por
eso cuando alguien me dice que es revolucionario, de inmediato prendo las
alarmas. Y más las enciendo cuando se viste de rojo. Ambas cosas tienen malas
experiencias.
El Tío Miguel me decía que la ostentación, no solo es
pequeño burguesa, sino que es típica del acomplejado que necesita
reconocimiento. “Cuando la gente se siente menos –decía- siente una poderosa
necesidad de que lo reconozcan; y cree que ese reconocimiento viene de aquel
que lo adula, ignorando que la adulación es un mecanismo de chantaje para
obtener algo. Si alguien lo adula, tenga por seguro que necesita algo de usted.
Adulación no es reconocimiento. Son componentes de la personalidad. Mientras
más se ostente, más mediocre se es. Mientras la gente más pretende restregarle
sus bienes o su poder, más vacío está de sí mismo. Y son elementos importantes
que usted debe tomar en cuenta porque en política eso es lo que abunda”.
Tenía razón el viejo. Chávez tuvo alrededor una riata de
jala bolas que se ponían la camisa rosa porque el jefe la usaba, pero ni
siquiera saben el significado del color rojo
para los revolucionarios. Por cierto eran camisas blindadas las que
usaba Chávez. También, había sin duda gente decente que lo acompañaba y que
además usaba esa camisa con decoro y convicción.
Es una reflexión que me planteo desde hace tiempo, y al
mismo tiempo creo que ese estigma tiene que ver con una debilidad humana. La
hipocresía y la falsedad para obtener una prebenda o para mantenerse en un
puesto de poder. Pero son elementos que necesariamente están allí presentes, en
cada ser humano.
Un revolucionario es aquel que, a decir de Pepe Mujica,
necesita poco para vivir. Mientras más bienes personales tenga, menos tiempo
tiene para crecer, para escuchar, para ver, para sentir, para comprender, para
analizar, para leer, para estudiar. Cuando se tienen muchos bienes materiales,
hay un tiempo que debe invertirse en ello. Eso lo convierte a uno en esclavo,
un esclavo de lo que acumula, de las cosas materiales que le impiden el
crecimiento por dentro, desde el alma. La pobreza no es una condición material,
sino espiritual. Se es pobre cuando teniéndolo todo se es infeliz, o cuando a
pesar de tenerlo todo, no es posible comprar la vida que es arrebatada por una
enfermedad.
No estoy diciendo que vivamos en la miseria. Para nada.
Pero incluso en una sociedad capitalista como la nuestra, con una vivienda
cómoda y modesta, un vehículo y unos ingresos moderados para comer, es posible
vivir bien y feliz. Y esa debe ser una condición de todo militante
revolucionario. El Che decía que quien pensaba en enriquecerse, no solo era un
contrarrevolucionario, sino un enemigo a muerte de cualquier revolución.
Chávez estaba llegando allí. Las últimas conversaciones que
le escuché me indican eso. Cuando hablaba de un retiro en la playa del llano
apureño, no podía ser otra cosa que el reposo del guerrero que se retira a
escribir todo ese pensamiento, ese hervidero que sin duda nunca pudo escapar de
su cabeza. No hubo tiempo. En mi opinión, Chávez evolucionó muy rápido. Desde
su admiración por Pérez Jiménez en los primeros meses de gobierno, pasando por
la tercera vía propuesta por Blair, hasta el capitalismo con rostro humano,
para finalmente sentenciar que era el socialismo la única salida, hay un avance
extraordinario en tan solo 15 años. Es un crecimiento que va más allá de la
inteligencia. Más que eso, el interés por aprender lo que estaba seguro
desconocía, escuchar a quienes tenían cosas que decirle y leer sin detenerse
porque entendió que se había perdido de mucho conocimiento. Eso, aunado a su
perspicacia, su sentido de la oportunidad, su manejo de la estrategia y su
capacidad de comunicación con el colectivo, lo convirtieron en lo que es, así
en presente, porque no se puede hablar de Chávez en pasado, o ¿quién puede
creer que está muerto?
Creo que le sigo recriminando
que no se cuidó y debió hacerlo para mantenerse vivo. No solo porque tenía que
ser el conductor de este proceso, sino porque tenía la obligación de escribir.
Ciertamente están las ideas, pero falta su puño y letra; y era él quien tenía
la tarea de escribir. Temerariamente digo que estaba desarrollando una nueva
teoría política, aunque posiblemente no lo sabía. Pero por lo que le oí,
comenzaba a ordenar todas sus ideas e imbricarlas con las teorías políticas
actuales. Sé que no es dialéctico, pero es un ejercicio interesante preguntarse
cómo hubiera Chávez armando el rompecabezas de unir a Marx, Gramsci, Lenin, Clausewitz, Bolívar y Simón Rodríguez. Cuánto
tiempo para estudiar y para construir –a decir de los marxistas- una guía para
la acción, o más que eso, un pensamiento que se eternizara.
Pienso que al final, para
Chávez el tema de la corrupción por ejemplo, era más un problema de la miseria
humana que le debió provocar muchas ganas de vomitar. Porque el andaba en otra
cosa. Como 50 años hacia adelante. Estaba pensando en la propuesta que pudiera
salvar a la raza humana. Caminaba en esa vía, aunque le faltara tanto.
Ese tema enfermizo y cotidiano
de la corrupción, debería golpearse de manera contundente bajo la premisa de
que un corrupto no es un ser humano, mucho menos un animal porque no le vamos a
echar esa vaina a los pobres animales. Un corrupto es una cosa. Y como tal debe
tratarse, es decir, literalmente echarlo a la basura.
El dolor por la muerte de
Chávez es algo que no se va a perder tan fácilmente. Sobre todo porque en los
momentos chiquitos que hemos vivido, en lo personal me pregunto qué hubiera
hecho el nieto de Maisanta. Todo está por decirse sobre él, incluyendo sus
canciones y sus poesías.
Caminito de
hormigas…
Palo
limpio se están dando en la MUD por el tema de las
candidaturas. Los llamados a la comprensión no están funcionando. Cada quien
quiere su cuota. Vean a Pablo Aure en Carabobo, quien quiere ser diputado a
costa de lo que sea… Dos
poderosos guarimberos de San Cristóbal, amenazaron con echarse al pico
a más de uno, si no eran seleccionados
en las planchas. “Nos rompimos el lomo en las guarimbas. Las dirigimos,
las organizamos y las financiamos. Nadie nos va a quitar esa postulación. Y no
aceptamos imposiciones de Caracas”… Sectores
empresariales confiesan en silencio que nuevamente no les funcionó la guarimba
económica y que es mejor pactar con el gobierno antes de que se recuperen los
precios del petróleo. “Estos dirigentes de mierda nos están llevando por un barranco.
Si no podemos matar a Maduro, hay que pactar con él. Y punto, así de simple”,
me comentó el empresario. Pero qué inteligencia, diría yo… Si el gobierno investiga a Mercal, no le va a
gustar lo que va a encontrar… Si
usted no vio la Naranja Mecánica, la genial película de Kubrick, está a
tiempo de verla. Vale la pena.

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