Juventud, divino tesoro
Humberto Seijas Pittaluga
Rubén
Darío toma las palabras del título como un ritornello
para quejarse de que la mocedad es algo que se va para no volver pero aun así,
“terco, / mi sed de amor no tiene fin; / con el cabello gris, me acerco / a los
rosales del jardín”. Yo, estas palabras
las quiero emplear para reconocer los muchos méritos que han cosechado y siguen
cosechando los muchachos de mi patria en esa lucha férrea, prolongada, cívica y
ejemplar que han estado desarrollando en su afán de lograr que Venezuela retome
las sendas del progreso, de la libertad y de la excelencia. Los que estamos en la tercera edad, y que
tenemos más calva que “cabello gris” del que hablaba el poeta nicaragüense,
saludamos sin recelos esas iniciativas frescas, vigorosas, de estos
representantes de la actual generación y convocamos a los que los superan en edad
pero que no llegan, como nosotros, a la molestam senectutem de la cual habla la
canción universitaria para que los acompañen en esas iniciativas, especialmente
en las marchas y protestas de calle. En
estos momentos, son esenciales para hacer república y para tratar de lograr la
libertad de tantos muchachos injustamente detenidos por reclamar sus derechos.
Me
gustó mucho ver, ¡por fin!, a Salvatore Lucchese libre y junto a su
familia. Más me gustó que haya salido
anhelante de justicia y no sediento de venganza. Y mucho más, que sus primeras palabras a la
prensa fuesen para decir que no se sentía feliz de estar en la calle; que solo
llegará a estar contento cuando todos los estudiantes que son rehenes del
régimen sean liberados; que al logro de esa iniciativa va dedicarse en el
futuro inmediato. Se sabe víctima de un
atropello judicial, más abyecto por ser cometido por personas que saben de
derecho pero que ponen la juridicidad por debajo de las instrucciones nefandas
que reciben del régimen. Porque, digámoslo
otra vez: la Sala Constitucional NO tiene capacidades penales; según el Código
Penal, un arresto NO puede ser mayor de tres meses; todos los venezolanos
sindicados de alguna falta o delito tienen TRES instancias para defenderse de
las acusaciones; ni siquiera en tiempos de guerra se acepta los juicios
sumarísimos. Todas esas aberraciones las
sufrieron Lucchese, Scarano y Ceballos.
Los “magistrados” (hay que usar comillas al nombrarlos) de esa sala,
empezando por la Reina del Botox, saben que abusaron de su poder. Y creen que podrán hacerlo eternamente. Pero el poder sempiterno no existe sino en
Dios; todos los demás poderes son perecederos; si no, que lo diga el tipo aquel,
a quien no dejan descansar. Llegará el
día en el que Venezuela vuelva a ser un país de progreso, un Estado de derecho,
donde los mandatarios no sean pichones de hegemón, en el cual las sentencias se
apeguen tanto a la letra como al espíritu de las normas y en el que los
ciudadanos podamos vivir en paz, sin escaseces, sin esbirros y sin temores.
Por
todo eso es por lo que luchan los jóvenes actualmente. El Día de la Juventud no debe ser más el
ridículo y cada vez más esmirriado desfile en La Victoria organizado por el
régimen mediante el carreteo de “jóvenes” que no se montan en el autobús sino
les garantizan un pago por marchar con una franela roja; debe ser inmensos
caudales de muchachos y muchachas rebozando las principales calles y plazas del
país, entonando canciones, mostrando pancartas, reclamando el futuro que les corresponde
y que este régimen les ha arrebatado.
Son miles los pecados y delitos cometidos por los actuales mandatarios
(que se creen mandantes), pero uno de los más graves es haber obligado a
emigrar a tantos graduados de tercer y cuarto niveles, que hacen falta en el
país, porque no ven porvenir en una tierra en la que más vale el carné del PUS
que un título universitario. Quienes me
leen desde antes saben que no los critico.
Me duele que se vayan, pero los entiendo. Y lo único que les deseo es la mejor suerte,
porque el bagaje intelectual, la fortaleza mental y la voluntad para enfrentar
al mundo hostil que les espera afuera y lograr triunfar ya lo tienen. Tanto mérito tienen los que se van con un
motivo loable como los que se quedan voceando sus reclamos y exigiendo sus
derechos a no seguir apenas sobreviviendo por la incapacidad, la rapacería y la
obcecación de unos funcionarios ineptos y no muy legítimos en razón de sus
desempeños. Y, por lo que se rumora
acerca de la fecha de la muerte del intergaláctico inmortal, como que ni muy
legales serían también.
En
estos días, ¡todos los honores y preces para nuestro jóvenes! ¡A darles todos los apoyos que sirvan para
facilitarles su desenvolvimiento como seres pensantes, críticos del actual
estado de cosas! Ellos desfilarán
cantando estrofas en criollo que nada han de desmerecer a las del Gaudeamus Igitur que escucharán en el
futuro, cuando se gradúen: “Pereat tristitia, /
pereant osores. / Pereat
diabolus, /quivis antiburschius, / atque irrisores”. (Acabe la tristeza, / acaben los que odian. / Sucumban el diablo, /cualquier otro monstruo, / y quienes nos escarnecen).

No hay comentarios:
Publicar un comentario