UNIDAD, A PESAR DE TODO… ¡UNIDAD!
Antonio Ecarri Bolívar
Cada vez que
va acercándose un proceso electoral pareciera que a algunos diletantes (en la
acepción del DRAE: “Que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él,
como aficionado y no como profesional”) les pega una piquiña o escozor por
todo el trayecto de su cuerpo y salen, cuales Quijotes redivivos, a atacar no
al gobierno sino a los molinos de viento de las democracias que, en nuestro lar
nativo, son los partidos políticos, la MUD, ambos a la vez o alternativamente,
como en el juego infantil del tin-marín. Ese es un sospechoso como peligroso
jueguito, que consiste en atacar a los partidos políticos, para ver si la
pegan y ser ungidos candidatos al parlamento por la antipolítica, como sus
abanderados, para después hacer “dibujo libre” en un parlamento tan complicado
como apetecible para el negocio fácil con el régimen.
Rómulo
Betancourt decía, al finalizar su obra cumbre “Venezuela Política y Petróleo”,
sobre tema similar de la época: “Las ingentes riquezas naturales de Venezuela
facilitarán el avance acelerado del país, bajo gobiernos ordenados y
responsables; pero eso mismo lo expone a ser ambicionada presa de poderosos
intereses, nacionales y foráneos. Sólo la clarividente apreciación de esas
posibilidades y riesgos podrá impedir que por entre la enconada discordia
interpartidaria pueda abrirse paso en el futuro la misma coalición de fuerzas
retrógradas que frustró la experiencia democrática de los años 1945-1948, y que
sumió al país en un largo período de estancamiento político, económico y
social. Tenemos la justificada creencia de que esa preocupación patriótica
orientará la conducta de los partidos políticos y de los sectores no
corrompidos de las fuerzas armadas. El país ha madurado y aprendido en la
aleccionadora escuela de la adversidad”.
Recordar a
Betancourt no es volver al pasado, sino aprender de la experiencia para no
repetir la historia como farsa o como tragedia (Marx dixit). Lo que nos puede
hacer fracasar, en el intento de alcanzar el poder, es el cálculo enano y
sectario de buscar obtener un mayor número de parlamentarios, para cada grupo
en una lucha a cuchillo por ver quién saca la mejor y mayor tajada – llegando a
la insensatez de dividirnos - sin meterle la lupa, más bien, al perfil de los
candidatos; porque en el próximo proceso electoral, donde nos vamos a jugar el
destino del régimen democrático, más que cantidad debemos preocuparnos por la
calidad de los próximos ocupantes de las curules parlamentarias pues hay que
mejorar cualitativamente la actual representación en la Asamblea Nacional
donde, con excepciones que confirman la regla, no están hoy día los mejores. Mayoría
sí, pero con gente probada en mil batallas.
No vamos a
elegir reinas de carnaval, para quedarnos en el análisis somero de escoger
diputados por simpatías personales o caras bonitas. La alternativa democrática
está llena de gente talentosa, empezando por los líderes fundamentales de los
partidos políticos, algunos de los cuales hoy no están, pero tienen la
obligación de ocupar esas curules para no dejarlas en manos de cualquier
saltimbanqui que nos haga peligrar la necesaria mayoría que debemos obtener y
mantenerla para abrir los caminos del cambio imprescindible para Venezuela.
No podemos
darnos el lujo de ver el futuro con la ridícula óptica de jugar eternamente a
“placet”, en plan de segundones, conformándonos con ser diputados y olvidando
“el viejo y feo caserón crespero” de Miraflores (Rómulo dixit); debe ser hacia
allí, a donde deben estar dirigidos todos nuestros esfuerzos para poder salir
de esta pesadilla. Claro, siempre y cuando tengamos vocación de poder y no la
cortedad de miras de seguir haciendo el triste papelón de bisagras en este
juego político. Unidad, a pesar de todo ¡unidad!...para llegar al
gobierno y producir el cambio que reclama con urgencia Venezuela entera.
PS: aclaro
que aquí, ni en ningún otro artículo mío, me refiero a nadie en particular sino
a actitudes colectivas. Recuerdo la vieja expresión latina atribuida al
Emperador Julio César: “Aquila non capit muscas”.
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