La ONU en Ramo Verde
Por Douglas Zabala
Cuando el alto
Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al, se
pronuncia sobre la violación de los mismos en Venezuela, de inmediato
todas las miradas voltean hacia esa inexpugnable fortaleza militar,
convertida en símbolo de opresión del mal llamado Socialismo del Siglo
XXI y de quienes hoy a través de una misiva vergonzante, le
responden el haberse excedido en su mandato al exhortar a las autoridades
venezolanas a liberar inmediatamente a López y Ceballos.
Gustavo
Machado, Guillermo García Ponce y la historia viviente de Pompeyo
Márquez, dejaron parte de sus almas como prisioneros políticos de
dictaduras y democracias burguesas, sin imaginarse jamás en aquellos días de
sus cautiverios, como bajo un gobierno que se ufana de revolucionario puede
estar sentado en el banquillo de los indiciados, ante un organismo
internacional donde los delitos de esa naturaleza no prescriben y donde más
temprano que tarde los culpables serán castigados.
Si en materia
de derechos humanos la ONU ha definido que la libertad, la justicia
y la paz, tienen por base el reconocimiento de los derechos iguales e
inalienables del ciudadano, y si nuestra Constitución establece en su artículo
285 la necesidad de garantizar que en los procesos judiciales exista el respeto
a los derechos y garantías constitucionales, así como a los convenios
internacionales suscritos por la República, como explicarle al mundo tantos
desafueros con sus presos políticos.
Si algo ha
tenido en común casi todas las experiencias socialistas, ha sido la bestialidad
con la que han tratado a la disidencia política. Fidel inicio su revolución
fusilando a la elite Batistera. Stalin impuso los Gulag y terminó
echándose al pico a su camarada Trotsky. Khrushchev se
inventó las
psikhushkas, mejor conocidas como las Psicoprisiones, justificándolas en su
célebre frase: “Podemos decir con claridad de aquellos que se oponen al
comunismo que su estado mental no es normal”.
Siempre se ha dicho que a Hugo
Chávez y al resto de los responsables de la asonada militar, el régimen
democrático burgués los trató con respeto, garantizándoles todos sus derechos,
y yo diría con guante de seda, en comparación a las salvajes torturas a
las cuales fueron sometidos dirigentes políticos de la talla de Fabricio Ojeda,
Alberto Lovera y Jorge Rodríguez. Ahora bien, tendrá en cuenta
estas experiencias la camarada Fiscal a la hora de asumir su vigilia por los
derechos humanos.
El propio José Vicente ha tenido
que desempolvar su vieja condición de defensor de los perseguidos políticos; no
en balde con anterioridad había pedido la libertad de Simonovis y ahora anda
pidiendo esclarecer el asesinato de Odremán y demás masacrados en Quinta
Crespo. De seguir Nicolás imponiendo, al viejo estilo del socialismo
fracasado, políticas de terror y violadoras de derechos humanos, hasta
los representantes de la ONU y todos quienes lo denuncien, terminaran en
Ramo Verde.
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