COLUMNA DE GIOVANNI NANI.
La vacuna contra la corrupción.
Parece que la corrupción es un mal que
ha caminado de la mano de nuestra historia a través del tiempo, es como una
enfermedad que al no poder sanarla totalmente nos acostumbramos a vivir con
ella, con sus síntomas y que de forma aparentemente silenciosa ha ido
contagiando a muchos sectores de nuestro país. Ha calado de tal manera en
nuestro inconsciente colectivo que frases como “pónganme donde haiga” y “ellos
eran buenos robaban pero hacían” se hicieron normales en las diarias
conversaciones y hasta servían para justificar diversas posiciones u opiniones
políticas de algunos.
Lo más difícil a la hora de resolver un
problema es asumirlo, darse cuenta que existe y afrontarlo como tal. Hoy, el
Gobierno Nacional ha dado clara demostración que en función del desarrollo y
del futuro de nuestra Patria es necesario asumir que la corrupción está
perjudicando gravemente la salud de la Nación y es el momento preciso de tomar
las medidas necesarias para combatirla. Es por ello que la aprobación de la Ley
Habilitante por parte de la Asamblea Nacional se hace necesaria y urgente
siendo ésta la herramienta precisa que se necesita para comenzar este proceso
histórico de adecentamiento de la gestión pública.
Sin embargo, no es solo la corrupción a
niveles gubernamentales la que debería preocuparnos, esta enfermedad va mucho
más allá y si bien es cierto que el Gobierno debe ser firme, eficaz y efectivo
contra este tipo de actividad desleal hacia nuestra Patria, hay una clase de
corrupción que debe preocuparnos tanto o más, una que nosotros como venezolanos
podemos y debemos combatir a capa y espada, una que podríamos llamarla
“corrupción de los ciudadanos”.
Sin ánimo de generar polémica y que los
puristas defensores de los Derechos Humanos me escriban diciendo que la frase
“corrupción de los ciudadanos” atenta contra algo o alguien, lo invito a que
haga usted un pequeño autoexamen donde analice, si gusta en forma meditativa,
si usted alguna vez ha estado en una de las siguientes situaciones: ¿ha
sobornado algún funcionario público, llámese funcionario policial, secretaria,
portero de oficina de gobierno a fin de obtener un pequeño beneficio o evitar
una sanción?, ¿ha dado algún “regalito” a alguien a fin de no hacer una larga
cola?, ¿Se pasa los semáforos en rojo cuando está muy apurado o “porque hay
mucha inseguridad”?.
Podríamos pasar horas haciéndonos
pequeñas preguntas como éstas y no dudo que alguno podría verlas como triviales
y algún otro podría pensar que este tipo de comportamiento es parte de nuestra
idiosincrasia y que “somos así”, pero lamento decirle que si usted se encuentra
en ese espectro de opinión, entonces la enfermedad de la corrupción también lo
ha contagiado.
Vamos a asumirlo como un problema, uno
del cual somos responsables, pero afortunadamente también podríamos ser agentes
de cambio y teniendo la firme convicción que si mejoramos como ciudadanos
mejoraremos como país, no hay otro camino.
Muchos se preguntarán ¿cómo hemos
llegado hasta aquí? Yo también me hice esa pregunta, al igual que a usted me ha
invadido la incertidumbre al darme cuenta que muchos compatriotas cuando están
en el extranjero son ciudadanos ejemplares y cuando regresan al terruño son
maestros de la “corrupción ciudadana”.
La respuesta podría estar en la ciencia.
Quisiera referirme a un estudio que realizaron los Doctores Carrell, James y
Malstrom en el año 2005 donde demostraron que la corrupción es contagiosa.
Estos profesores tomaron diversos grupos de sus estudiantes y les pidieron a
algunos de ellos que deliberadamente comenzaran a copiarse en medio de un
examen, siendo el resultado que aproximadamente el 50 % de los alumnos que
tenían a su lado alguien copiándose comenzaban a hacerlo también. Allí podría
estar la respuesta a como hemos llegado hasta aquí. Si hacemos una comparación
de este experimento respecto a nuestra vida diaria podríamos encontrar
centenares de similitudes, por ejemplo, suponga usted que está de primero en la
fila de un semáforo y el automóvil que tiene al lado se pasa la luz roja, ¿no
siente usted un deseo irrefrenable de hacerlo también?, quizás cuando usted lo
haga al menos el 50% de los automóviles que están detrás lo harán igualmente.
Sucede lo mismo en todos los ámbitos de nuestra cotidianidad y es por esto que
la “corrupción de los ciudadanos” galopa libremente por el territorio nacional
asentada en la creencia de que como nadie respeta yo tampoco lo hago.
Podríamos concluir que la vacuna para
esta enfermedad que nos agobia como país la tenemos en nuestras manos, consiste
hacer un esfuerzo sobrehumano para borrar esos paradigmas sobre lo sabroso de
la viveza criolla y asumir que cada vez que somos parte activa de la
“corrupción de los ciudadanos” hacemos gran daño a nuestro país y nos sumimos
en el atraso.
La vacuna para este tipo de corrupción
es dar el ejemplo.
Pero esto no puede quedarse en la
retórica, en las campañas publicitarias de “seamos buenos venezolanos”, esto
tiene que ir más allá, es por ello que lo invito a que usted dé el primer paso,
mejor aún, vamos a darlo juntos, somos muchos los venezolanos y venezolanas
dispuestos a dar el ejemplo y combatir la corrupción en todos los espacios,
¿nos acompaña?
Giovanni Nani L.
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