El Monje de Camoruco por
Sergio Márquez Parales
Al Covid-19 hay que tratarlo con
sumo cuidado
Cuando te hacen las pruebas para
determinar si has resultado positivo para Covid-19, lo primero que pasa
por tu mente es que irremediablemente estas a un paso de la muerte; entre otras
cosas, porque las informaciones que te llegan al respecto no son nada
halagadoras y de por si contienen un alto grado de tenebrosidad.
En mi caso particular, con los
agravantes de una diabetes de más de treinta años, obesidad mórbida, post ACV
Isquémico y post infarto, el nivel de complicaciones psicológicas se iba
apoderando poco a poco y confieso que solo mi inquebrantable fe en Dios, Jesús
y el Espíritu Santo, pudieron darme la fortaleza necesaria para superar este difícil
escollo; con el agravante, de que fueron dos pruebas las que resultaron
positivas, puesto que la primera ofreció ciertas dudas lo que incidió en la
realización de una segunda prueba que al igual que la primera, resultó
positiva; así las cosas, por mucho que quisiéramos disfrazar el asunto, no se
podía hacer otra cosa que admitir que habíamos sido contagiados de covid-19,
sin saber hasta el sol de hoy, quien fue el responsable del contagio.
Además de la fe, tuve la mejor
compañía que se puede tener en este tipo de situaciones; me refiero, al gran
apoyo de mi hermana, la Dra. María Coromoto Parales, quien desde el primer día
de tratamiento asumió con férrea disciplina las indicaciones emanadas del Dr.
José Luis Maldonado, y con su particular dedicación, acorraló al “bichito” ese
y no le dio un milímetro de respiro.
Sin embargo, no todos tuvimos la
misma suerte y con profundo dolor he tenido que reseñar la muerte de una gran
cantidad de amigos a quienes el virus se los llevó para siempre sin darle
ningún tipo de oportunidad para escapar de este flagelo.
En ese doloroso camino se
quedaron hombres y mujeres de gran valía como por ejemplo Carlos Lozano padre,
Argénis Ecarri y su hijo “Goto”, así como también, al Dr. Pedro Guillén
Guillén, otrora reconocido médico popular de los Guayos para quien el servicio
de la medicina lo convirtió en un apostolado siempre dispuesto a atender a los
pobres y desamparados quienes generalmente muy pocas veces tenían para pagar el
costo de una consulta y por ende, las medicinas prescritas las cuales Pedro
generosamente entregaba a cada paciente atendido con el mismo cariño de
siempre.
Este escrito conlleva mi humilde
reconocimiento a todos aquellos hombres y mujeres que abrazaron a la
medicina como su profesión y que diariamente luchan sin recursos y
prácticamente a pura voluntad contra una pandemia que cada día gana más terreno
ante la falta de recursos necesarios para poder mantenerla dentro de los
parámetros previstos y sin que exista la voluntad política necesaria para hacer
a un lado los egos y los intereses políticos en aras de garantizar la salud de
todos y cada uno de los ciudadanos venezolanos.
Quiero entonces aprovechar
la oportunidad para agradecer a todo el personal de la salud que están
arriesgando sus vidas diariamente en todos y cada uno de los centros
sanitarios, no solo en Venezuela sino en todas las ciudades del mundo, por su
gran entrega y dedicación y a la vez, solicito ante los organismos
internacionales competentes, se cumplan con todos los requisitos pertinentes
hasta agotar todos y cada uno de los esfuerzos necesarios para que las vacunas
lleguen cuanto antes a cada uno de los centros hospitalarios en cada país y las
mismas puedan ser aplicadas de inmediato con las prioridades inherentes a cada
uno de los casos; no hacerlo, es exponer a una gran cantidad de ciudadanos a
contagiarse y correr el riesgo de morir sin ninguna alternativa de
sobrevivencia.
No es tiempo de vacilar, es el
tiempo de los valientes y de quienes estamos dispuestos a dar un paso al frente
en pro de la salud y la conciencia ciudadana. Juntos lo vamos a lograr. No
aceptemos jamás un no por respuesta.
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