#Opinión:
Columna del General Humberto Seijas Pittaluga @seijaspitt
Sesquipedalia
La grandeza de Sucre
Este
artículo debió haber salido hace dos semanas, cercano a la fecha del nacimiento
del Abel de América, como lo definió el Libertador, pero los infames servicios
que prestan tanto Corpoelec como Intercable se confabularon contra su
aparición. Va esta semana.
Lo
que intento es contrastar la grandeza de espíritu del Mariscal con la enanez
que demuestran los mandones actuales.
Creo que es un ejercicio que debiésemos hacer todos, confrontar la generosidad
con el adversario y la probidad en el manejo del erario, contra la rapiña
descarada que caracteriza a los incondicionales del régimen y la vesania que estos
ponen de manifiesto todos los días contra sus “enemigos” (así los catalogan
ellos). La distancia es como del cielo a
la tierra. Y, en los tiempos actuales;
tan caracterizados por el encono, el resentimiento y la codicia, tratar de emular
al vencedor en Ayacucho es harto necesaria.
Veamos:
Hablemos de la pulcritud en el manejo de
fondos públicos. En un país como el
nuestro —en el cual observamos que los que están usurpando el poder se roban
hasta un hueco y, de lo más descarados, hacen intentos para evitar que uno de
sus “beneficiarios”, Alec, Saab, enfrente la justicia y eche el cuento de todo
lo que sabe de ellos— debería exigirse la promulgación de una norma parecida a
la que existía en la colonia, la de los juicios de residencia —un procedimiento
judicial que se llevaba a cabo y en el cual se sometía a revisión las
actuaciones de los funcionarios, desde virreyes hasta alcaldes. Estos no podían
abandonar los lugares donde habían ejercido el cargo hasta que concluyese el
proceso. Y el que resultase culpable,
preso iba, y se le confiscaban sus propiedades y bienes. Es más, también debiera haber una norma que
establezca la obligación de que todos los mandatarios, en la ceremonia de
entrega del cargo, le dieran lectura a la carta por la cual Sucre renuncia a la
presidencia de Bolivia: “No concluiré mi mensaje sin pedir a la representación nacional
un premio por mis servicios (...) La Constitución me hace inviolable (...)
Ruego, pues, que se me destituya de esa prerrogativa, y que se examine
escrupulosamente mi conducta. Si (...)
se me justifica una sola infracción a la ley, si las cámaras constitucionales
juzgan que hay lugar a la formación de causa (...) volveré (...) a someterme al
fallo de las leyes”.
Ya
que de normas para la decencia en la administración hablamos, y dado que
vivimos en un país en el que la mayoría de los “líderes” no ven sino su
beneficio personal y el envilecimiento del pueblo mediante la compra de votos, debería
pasarse una ley que obligara a todos los aspirantes a destinos públicos —desde
concejal de San Fernando de Atabapo hasta presidente de la república— que al momento
de inscribir su nombre en el CNE, anexo a la solicitud vaya un anexo, también
rubricado, donde se haga solidario de frase del mensaje de Sucre al Congreso de
Bolivia que señala que "...en
política no hay ni amistad ni odio, sino la dicha del pueblo que se gobierna,
la conservación de sus leyes, su independencia y su libertad".
Ahora
toquemos el punto de la generosidad con el adversario que distinguió al “paladín
de la bondad”, como lo distinguió en un poema Alfonso Marín, valenciano
honorario del siglo pasado.
Tenía
razones, Sucre para ser vengativo, porque los realistas, ya sea por acción directa
o derivaciones de estas, le mataron a cinco hermanos. Pero jamás permitió que su dolor personal
interfiriera con la justicia de sus mandatos.
Ayuda a eliminar los horrores de la Guerra a Muerte redactando el
generoso Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra que Bolívar y
Morillo firmaron en Santa Ana. Después,
siendo vencedor en Ayacucho, y sin que se las estuvieran pidiendo, ordena
incluir en las cláusulas de la capitulación que firmaron los jefes de los
ejércitos combatientes de Ayacucho artículos muy generosos para con los
vencidos, como pagarles los pasajes para la repatriación a España a todos los combatientes
que así lo desearan; que los que no, podían unirse al ejército patriota conservando
sus grados, y que los civiles que así lo desearan pasarían a ser recibidos como
ciudadanos peruanos. Y cuando, ya
acabada la guerra con España, los peruanos invaden territorio colombiano y son
vencidos por Sucre en Tarqui, el cumanés concede a los vencidos una
capitulación que es modelo de fraternidad americanista; no permite represalias
contra los invasores, les recuerda a sus soldados que aquellos fueron sus
camaradas de la lucha contra España, les ordena que les den buen trato y los
despide colmados de atenciones y facilidades para la evacuación.
Más
aún: a los disparos que recibió en la intentona en Chuquisaca y que le dejaron
baldado el brazo derecho para el resto de su vida, responde con unas
caballerosas palabras para la angustiada madre de uno de los acusados y un
amplio y generoso perdón en favor de los magnicidas.
Compárese
esos gestos de caridad con las insanas y furibundas acciones de los seguidores
y cómplices del obeso usurpador, que lanzan desde un décimo piso a un
adversario, que dejan morir de mengua a los que tienen encerrados en las
siniestras cárceles de la DGSIM y el Sebín, a los que se les niega la
asistencia sanitaria a pesar de haberse demostrado hasta la saciedad sus
enfermedades, a quienes se dejan encerrados por meses a pesar de tener boletas
de excarcelación. Parece que la consigna
de aquellos es la misma del bárbaro Breno ante las solicitudes de los romanos: ¡Vae
victis!
Lamentablemente,
para los mandantes actuales, el Mariscal no es modelo. Ellos prefieren tener como tales a gente tan
salvaje como Maisanta y Zamora…
Los conceptos emitidos por
nuestros columnistas son de su exclusiva responsabilidad; sus columnas son
publicadas, en estricto apego y respeto a la libre expresión ciudadana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario