#Opinión:
Columna del General Humberto Seijas Pittaluga @seijaspitt
Sesquipedalia
Mi visión del fraude del 6-D
Escribo
esto el domingo en la mañana, por lo que no tengo informaciones ex post
facto. Sin embargo, no hay que ser
muy avispado para predecir lo que va a pasar en las “elecciones”. Que el régimen, auxiliado por los alumnos de
Tibisay que desmandan en el ministerio electoral del usurpador, va a cantar
victoria contundente. Que en los
diferentes estados, aparecerán como ganadores un bojote de figuras del régimen
que fueron “importados” desde Caracas y colocados de primeros en las listas,
para seguir los mismos con las mismas, como dice la guaracha. Pero, hagan la prueba, entréguenles las
llaves de un carro a cada uno de ellos y díganles que los lleven a un sitio
emblemático (una iglesia, una plaza, un puente) de esa capital
interiorana. Se quedarán estáticos. Porque no saben dónde quedan. Haría falta una reforma en la ley respectiva
para que a los candidatos se les exija que prueben su residencia por los
últimos cuatro-cinco años en el estado que van a representar.
Y
que se cumpla. Porque la Ley Orgánica
del Régimen Municipal trae la provisión de que los candidatos a alcalde debieran
haber residido tres años en el municipio que aspiran regir. Pero ni Tibisay primero, y sus discípulos/herederos
después, le pararon a la norma. De
hecho, bastante se denunció que los hoy alcaldes de Valencia, Naguanagua y
otras ciudades carabobeñas nunca habían vivido en esos municipios; que eran
imposiciones del Drácula de a locha que desgobierna en Carabobo. Y ahí están, muy orondos, nulidades engreídas
—como las que describió Romerogarcía a finales del siglo XIX—, esperando la voz
del amo para arreglar un semáforo, tapar un hueco, reponer una luminaria en la
calle.
También
es fácil pronosticar que en las casas de los pocos alacranes que el régimen
deje ocupar curules va a haber celebraciones con licores importados, de los
buenos, de los que antes tomábamos todos.
Pero que ahora están restringidos a los paladares de los rojos-rojitos y
sus adláteres —que es lo que son, en fin de cuentas, los alacranes. Tienen con qué comprarlos, porque les
llenaron los bolsillos con imágenes de Benjamín Franklin. ¿O es que hay alguien tan inocente que crea
que eso fue gratis?
¿Qué va a ser distinto? Que no van a poder, como en otras elecciones,
poner por televisión tomas de años anteriores —cuando los de mentes más
sencillas, enceguecidos por el verbo iracundo y sedicioso de Boves II, acudían
en masa a votar— porque serían descubiertos al mostrar a la gente sin
mascarillas.
Quienes
tienen algo en la cabeza se abstendrán de acudir a los “comicios” convocados
ilegalmente por el régimen y sus cómplices.
Pero no será una abstención pasiva.
Acudiremos en masa a emitir nuestras opiniones y a contestar las tres
preguntas de la Consulta Popular.
Primero, del siete al once, desde casa, respondiendo vía Internet el
cuestionario; después, el doce, asistiendo en masa a los puntos de
concentración que han sido seleccionados cerca de nuestras residencias.
Organismos
tan diferentes como los integrantes del Consejo Académico de la Universidad
Metropolitana, los obispos de la Iglesia Católica, los individuos de número de
las diversas academias venezolanas son coincidentes en que está más que
demostrada la gruesa ilegalidad de la convocatoria a “elecciones”. Personas muy disímiles en sus quehaceres y
objetivos, pero todos dotados de un razonamiento claro, erudito en la mayoría de
los casos, que les hace ver la responsabilidad que tienen de guiar a la
ciudadanía hacia una Venezuela mejor que la actual.
Entre
otras cosas, señalan que existe “que las posibilidades de una expresión
fidedigna de la voluntad ciudadana están enormemente restringidas por una serie
de hechos agravantes en el pasado reciente”, como son: 1. La utilización
espuria del Tribunal Supremo (omito lo de “Justicia” porque ellos no saben lo
que es eso) para el nombramiento de las autoridades electorales, pasando por
encima de la Asamblea Nacional, único poder que tiene asignada esa atribución
según la “mejor Constitución del mundo”.
2. El empleo abusivo, ilegal de los recursos del Estado para ejercer presiones
indebidas sobre el elector para que vaya a votar, obligado, so pena de perder
la caja CLAP, los bonos por la dizque “guerra económica” y demás canonjías con
las que han tratado de comprar la voluntad del sector menos afortunado de la
sociedad. Bien claro lo alertó el
capitán Hallaca —verde por fuera, guiso por dentro—: “el que no vota, no
come”. 3. El descarado secuestro de los
partidos políticos de más arraigo, nuevamente por arbitrariedad caprichosa del
ministerio judicial del régimen, la designación de nuevas autoridades en ellos
(todas complacientes y hasta cómplices en ese delito) para asegurarse una
“oposición” de quince y último que les lave la cara en la escena internacional.
Que no van a poder, porque los países serios ya saben que esto no pasa de ser
una sinvergüencería. 4. La modificación
caprichosa y por quien NO tiene la potestad de las leyes electorales —siendo
que estas no pueden sufrir reformas a menos de seis meses de unas elecciones—
para aumentar el número de diputados a elegir (pasando por encima de lo que
dice la Constitución), para adaptar el calendario electoral a sus necesidades,
no a lo que es debido. 5. El sistemático
rechazo a dejarse observar por representantes serios de países también serios,
inventando la figura de un insípido “acompañamiento”. ¿Y quiénes son esos acompañantes? Pues amiguitos que se desviven por
complacerlos, gente que piensa afín al régimen.
No individuos que vayan a denunciar las abusivas ventajas que
planificaron y han puesto en marcha el obeso nortesantandereano y sus
secuaces. Por lo menos Cuba —que no sabe
lo que son elecciones de verdad— tuvo la decencia de no mandar un “acompañante”.
Se
me acaba el espacio. Solo me queda lo
suficiente para decir: por eso, y muchas cosas más (como cantaba Luisito
Aguilé) es que no pienso salir de mi casa hoy domingo seis de diciembre…
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