#Opinión: columna de Griselda Reyes @griseldareyesq
Formemos ciudadanos, rescatemos la democracia
Reconstruir
el tejido social en Venezuela no será una tarea fácil. Demasiados años
sometidos a vejámenes de toda naturaleza, han hecho mella en los ciudadanos.
Desde
la Fundación Gente en Positivo y ahora desde nuestra organización política
Acción Ciudadana en Positivo, hemos palpado cómo los principios y valores de
los venezolanos se han menoscabado de manera dramática, como producto
principalmente, de la descomposición moral de quienes han ostentado el poder en
las dos últimas décadas.
Y
esto nos genera una gran preocupación, porque esos valores y principios son
fundamentales para la educación ciudadana. Una persona sin nociones elementales
de lo que está bien o mal, que no sabe diferenciar entre virtud y vicio, y a la
que se le violan sus derechos primordiales de manera sistemática, difícilmente
se involucrará en el ejercicio pleno de la ciudadanía.
Fomentar
el odio, el resentimiento, la intolerancia, la violencia, el sectarismo, el
segregacionismo, la frustración y la inacción en la población, sólo le ha dado
réditos a quienes se han mantenido en el poder por el poder. “Divide y
vencerás”, parece que es, fue y será el eslogan del oficialismo, cuyo principal
líder Hugo Chávez, supo aplicar como pocos.
La
estrategia les ha salido “al pelo”, pues casi siempre – a excepción del año
2015 – han logrado romper las estructuras de poder existentes, evitando la
conexión entre grupos de poder más pequeños.
¡Cuánto
le ha costado a la oposición venezolana entender que la unión real, por encima
de intereses personales, es fundamental para fragmentar al chavismo!
La
inacción no es mi fuerte y desde hace años entendí que a muchos de quienes
aspiran a llegar al poder y a quienes lo despliegan, no les interesa que el
país avance.
Por
eso tenemos ya 13 años brindando herramientas en sectores vulnerables para
tratar de reconstruir ese tejido social tan depauperado. Hay quienes nos han dicho
que estamos arando en el mar al dictar charlas sobre valores y principios,
sobre moral y ética, sobre sexualidad y salud reproductiva, sobre acoso escolar
o sobre violencia y maltrato intrafamiliar.
Cada
uno de nosotros, desde su tribuna, hace lo que puede para construir ese dique
de contención que evitará el desbordamiento social.
Ayer,
la organización Fe y Alegría – que nació en Caracas de la mano del padre José
María Vélaz y hoy está presente en 22 países –, cumplió 65 años sirviendo con
dedicación y pasión a Venezuela. Es el movimiento de educación popular más
grande de América Latina. Y me llena de orgullo saber que esta red permanece en
pie, a troche y moche, en el país que la vio nacer.
¡No
todo está perdido! La entrega de la directiva de la organización, de sus
docentes, de los padres y representantes que han tenido que asumir el rol de
los maestros que – sin cuestionar sus razones –, tiraron la toalla, y de
los alumnos que siguen asistiendo a clases con todas las adversidades
imaginables, hace pensar que Venezuela sigue siendo una patria grande.
La
instrucción venezolana está maltrecha. Demasiadas modificaciones a los
programas de estudios en sólo dos décadas, han derivado en la manipulación
burda de los contenidos programáticos. Hoy lo que se busca es el
adoctrinamiento de una masa sumamente vulnerable y maleable: nuestros niños y
adolescentes.
Al
desgobierno no le conviene que los venezolanos se conviertan en ciudadanos.
Ellos trabajan día y noche para que sigan siendo un pueblo manipulable, desinformado,
maleducado, al que pueden controlar por el hambre y la necesidad. Bien decía
Maximilien Robespierre: “El secreto de la libertad radica en educar a las
personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos
ignorantes”.
Insistamos
sin cesar en la educación ciudadana, en formar a la gente en actitudes y
valores para que en la adultez se conviertan en ciudadanos dispuestos a
participar en problemas públicos e involucrarse en una acción colectiva para
encontrar soluciones.
Formar
ciudadanía es una tarea ardua, lenta, pero necesaria. Comienza en casa, en el
hogar, y sigue en la escuela y en el círculo donde se desenvuelve, donde
socializa el ser humano. Los ciudadanos formados buscan el bien común y son
capaces de lograr el entendimiento social porque aprenden a vivir en sociedad.
Un
ciudadano sabe convivir, tolerar, intercambiar ideas, deliberar, consensuar, y
además logra desarrollar un sentido de justicia y un pensamiento crítico e
independiente para trazar su futuro. El ciudadano aprende a formar su
personalidad individual y su personalidad colectiva a partir de los valores
recibidos en casa, en la escuela, en la comunidad donde vive, en su centro de
estudios.
Construir
ciudadanía da réditos: no solamente prepara a una dirigencia política honesta,
capaz de ocuparse de los asuntos públicos del país, sino también a unos
ciudadanos responsables capaces de votar a sus representantes de modo
consciente y razonado.
A
Venezuela le urge que más hombres y mujeres de bien se sumen cuanto antes a la
tarea de formar ciudadanos con conciencia solidaria, reflexiva y crítica; seres
libres, autónomos y responsables capaces de reconocer sus derechos, pero
también sus obligaciones con el país. Nuestra democracia y la República, tal
como la conocemos, están en peligro de extinción si no actuamos a tiempo.
Un
país de ciudadanos empoderados, es capaz de relacionarse y llegar a acuerdos.
Si Venezuela lo logra, sus ciudadanos podrán recuperar la democracia y con ella
el progreso económico, material, tecnológico, científico y social que merecemos.
@griseldareyesq
Los conceptos emitidos por nuestros columnistas son de
su exclusiva responsabilidad; sus columnas son publicadas, en estricto apego y
respeto a la libre expresión ciudadana.

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