TRIBUNA
Busquemos un hecho político real en Venezuela
Por Henrique Capriles Radonsky
No tendría sentido utilizar estas líneas para hacer un diagnóstico
que exhiba, una vez más, las consecuencias de 20 años de un régimen que ha
desangrado a nuestra Venezuela. Todo el mundo tiene el escenario bastante
claro. Incluso quienes todavía insisten en hacer la vista a un lado, mediante
solidaridades automáticas y parapetos ideológicos. Tal como ha sucedido en
importantes sectores de la izquierda, en cierto peronismo argentino, el Frente
Amplio uruguayo, o en España, en las filas del PSOE y hasta en algunos de
Podemos saben que la crueldad y el fracaso de Maduro son indefendibles.
Venezuela sufre la inflación más alta del mundo, la clase obrera
percibe el peor salario del planeta (apenas cinco dólares al mes) y somos uno
de los países más pobres del mundo, a pesar de esas reservas petroleras que
tanto le sirvieron a Hugo Chávez cuando iba por ahí, vendiendo lo que hoy es un
Estado fallido y criminal. Una dictadura que pretende mantenerse en el
poder como sea. Por eso prefiero que las preguntas sean otras. Por
ejemplo: ¿Cómo liberarnos de la dictadura de Nicolás Maduro?
Habrá que empezar por un acto de contrición. Asumir que, a pesar
de importantes apoyos, nuestro plan de 2019 fracasó. No se logró el cese de la
usurpación ni el gobierno de transición. Tampoco hubo elecciones libres. Más
allá del apoyo de casi sesenta países. Más allá de lo que mostró el Informe
Bachelet. Más allá de forzarlos a reconocer una crisis humanitaria que negaban.
Más allá de los desplazados. Más allá de todo eso, Venezuela perdió y el
usurpador sigue en Miraflores, con la crueldad como una amenaza inminente.
Desde mi experiencia y análisis, creo que hay tres alternativas
que podrían conducir a un cambio en Venezuela. No consideremos solo las
descripciones. Seamos realistas y juzguemos actualmente su viabilidad:
1. Maduro negociando salir del poder. Todos los intentos en esta
dirección han sido burlados por el régimen. Nunca han tenido una intención sería
de negociar. Y menos ahora, cuando políticamente se sienten cómodos a lo
interno y han empezado a resolver cómo aguantar las sanciones, pues siempre
habrá quienes deseen quedarse con las riquezas del país, así estén manchadas de
sangre.
2. Reacción de los militares. Si la Fuerza Armada retirara el
apoyo a Maduro, al día siguiente saldría del poder. Pero el régimen mantiene el
apoyo militar, a pesar del descontento en la tropa. La fractura que se conjuró
durante 2019 no se logró. Y no hay señal de un quiebre en el Alto Mando, a
menos que un evento político transforme el contexto. Maduro es un usurpador que
lleva años sentado sobre bayonetas… y ahí sigue.
3. Movilización popular. Volver a las calles. Urge una
movilización y una reacción masiva del pueblo que vive en los sectores
populares. En los cuarteles solo reaccionan cuando la indignación del pueblo
colma las calles. Hablo de protestas masivas capaces de darle la certidumbre
suficiente a los sectores populares para vencer el miedo que los mantiene
secuestrados por la necesidad, con subsidios inútiles que, además, la dictadura
ha transformado en amenazas. Allí está el CLAP, los bonos, que pesan mucho en
una familia que prácticamente no tiene nada para sobrevivir.
Es evidente que no contamos con ninguna de las alternativas en
este momento. ¿Qué hacemos? ¿Nos rendimos? No, no nos rendimos. Ese es el
único escenario que no estamos dispuestos a considerar, pero también hay que
negarse a que en 2020 sigamos haciendo lo mismo que en 2019. No podemos
pretender que pasen cosas distintas si seguimos haciendo lo mismo.
Hoy seguimos vivos como oposición política porque en 2015
derrotamos a un régimen que desde ese día tuvo que asumirse como una minoría.
Eso es tan innegable como que en una dictadura nunca habrá condiciones ideales
para la lucha democrática. No las hubo en Checoslovaquia. No las hubo en
Sudáfrica. Nos las hubo en Chile. No las hubo en 2015 y ganamos, pero
también nos negamos a asumir las que pretendieron imponer en la payasada del 20
de mayo de 2018 que nadie reconoce. No habrá condiciones ideales, pero
podemos hacer cuanto esté a nuestro alcance para conseguir las condiciones mínimas
que muevan el tablero interno.
Nuestro reto es generar esas condiciones para que tenga lugar un
hecho político real que rompa la inercia perversa en que estamos. En dos
platos: tenemos que generar nuestro escenario ideal y dar con alguna
alternativa, obligando a la dictadura a jugar en nuestro tablero. ¿Y cuál es
ese hecho? Duélale a quien le duela, unas elecciones o, al menos, la búsqueda
de condiciones mínimas para decidir si participamos o no en ese proceso.
Ante la amenaza y la violencia, hay más gente dispuesta a votar
que a salir a protestar. Aquí el dilema real no deriva entre votar o no, sino
en cuál será nuestra capacidad para unir al voto y a la protesta, que no son
excluyentes, en una acción que permita alcanzar el cambio político. Si
vamos a unas elecciones, esa ruta debe estar marcada por rotundas protestas
contra el régimen para que sean libres y democráticas, ¿pero cómo convertir
este momento político en una lucha por condiciones mínimas, para no perder la
legitimidad de nuestra Asamblea Nacional?
Analicemos las tres alternativas una vez más y consideremos este
nuevo escenario. Tras una derrota popular, Maduro quedaría en una posición
que lo obligaría a considerar la negociación e incluso la huida. Y si superamos
el ventajismo (porque lo habrá), la Fuerza Armada tendría un incentivo para
defender los resultados y canalizar una transición que los afecte lo menos
posible. Todo con nuestros aliados en alerta ante cualquier agresión que exija
una respuesta de otro tipo.
¿No fue eso lo que vivió Chile ante Pinochet? Oigamos al
pueblo en los barrios, donde somos mayoría. Consideremos el contexto sin
fantasías. Seamos realistas. Ampliar el debate nos llevará a
resultados y a una estrategia verdadera. Toca hacer lo que hay que hacer,
pero junto a los venezolanos. No en la demagógica trinchera digital, porque
quienes están secuestrados por la pobreza no tienen acceso a discursos
virtuales.
¿Cambiaría el escenario que la Fuerza Armada apoye unas
elecciones? Creo que sí, pero no cándidamente: habrá que hablar con los
cuarteles y ofrecerles incentivos. ¿Estamos preparados para asumir que
nunca habrá condiciones ideales? Quizás no todas las fuerzas políticas. Y por
eso debemos acordar unas condiciones mínimas.
¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar quienes se niegan a
apoyar la unidad? No lo sé. Sin embargo, estaría dispuesto a trabajar con
ellos, a pesar de tantas diferencias, pero sin demagogia: vayamos a escenarios
reales y quien decida quedarse por fuera, que pague el costo político de su
estupidez.
Una mala decisión puede demorar durante más años el cambio en
Venezuela. Y ya van muchos años de extravío. Aciertos y desaciertos. La
experiencia ha de servirnos para las decisiones.
Fuente: Diario El País, España, 22/01/2020.

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