Columna del General Seijas Pittaluga
Añoranza
de los héroes civiles
En
el nuevo cono monetario, el score quedó: militares 6, civiles 2. Y eso porque, en un saludo a la corrección
política, incluyeron a una mujer. Pero Luisa Cáceres, con todo lo sufrida y
abnegada dama modelo que fue, en verdad no llenó la medida del procerato. Es una figura ejemplar, pero que nada notable
hizo por la patria. El otro civil es Simón
Rodríguez, todo un prócer, y bien colocado en uno de los billetes. Una figura que los rojos manosean mucho, pero
al cual no leen. Lo único que parecieran
haber aprendido de memoria, pues lo ponen en práctica todos los días es aquello
de: “Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo
compra”. Por eso, la repartidera de CLAP
y bonos solo a los ágrafos con carné; y la abundante difusión de mentiras en
cadena y por los medios que “compraron”.
Del resto, puros militares; entre los cuales hay un coleado: Zamora era
dueño de esclavos. Y cuando se decretó
la abolición de la esclavitud, el muy caradura, para esa fecha gobernador de
Guayana, se presentó a cobrar la manumisión de los suyos. Después de meter ese
dinero en su caja fuerte, mandó a tirar cohetes y a poner un baile en la
plaza. Pero con plata del erario, que la
suya era otra cosa. Ese es el mismo que
puso de moda aquello de: “¡hombres libres!”.
Lo que no dijo, pero lo pensó, fue: “pero solo después de que me los
paguen…”.
Recordando
someramente, la gran mayoría de los países de habla hispana tiene más
personajes civiles que militares en sus billetes. Los de Colombia tienen a Jorge Isaac,
novelista; José Asunción Silva, poeta; Jorge E. Gaitán y Carlos Llenas,
políticos; y hasta al Gabo García Márquez.
El único militar es Santander.
Los de México nos muestran a Miguel de Hidalgo, sacerdote y Padre de la
Patria; a Diego de Rivera, muralista; a sor Juana Inés de la Cruz, monja e
insigne poetisa. El único militar, pero
porque le tocó guerrear, es Morelos, aunque en verdad fue sacerdote. Los que recuerdo de Chile tienen a nuestro
Andrés Bello, educador y gramático, y a Gabriela Mistral, poetisa y premio
Nobel. Cierto, hay un par de militares del
siglo XIX, héroes de la guerra contra Perú y Bolivia: el almirante Pratt y el
capitán Carrera. Y en el Perú solo un
militar aparece: un piloto de la guerra con Ecuador en 1941; del resto, un
diplomático, un poeta, un historiador y hasta una santa: Rosa de Lima.
Vislumbro el día, ojalá no
muy lejano, en que con el deterioro continuado de la moneda y luego del
reemplazo del régimen por un gobierno de verdad —uno que se preocupe más por el
bienestar de los venezolanos que por el de los cubanos— aparezca una nueva
familia de billetes donde predominen los próceres civiles, los ciudadanos
ilustres, gente sin charreteras, sin alamares, pero que dieron mucho por su
país. Que los tenemos por montones. Del siglo XIX: Cecilio Acosta, Fermín Toro, José
María Vargas, Andrés Bello, Arturo Michelena, Teresa Carreño, y muchos
otros. Del siglo XX: Andrés Eloy Blanco,
Enrique Tejera, Pedro Emilio Coll, Arístides Calvani, Teresa de la Parra, Miguel
Otero Silva, Rufino Blanco Fombona, Simón Díaz, Vicente Gerbasi, José Rafael
Pocaterra, Aquiles Nazoa, Óscar Yánez y pare usted de contar. De los tiempos actuales —personas que todavía
tenemos la dicha de tener entre nosotros—, también hay ciudadanos que han hecho
(y siguen haciendo) méritos para aparecer en algún billete del futuro más
civilizado que ansiamos. Por ejemplo: Rafael
Cadenas, Leonardo Padrón, Jorge Urosa, Nelson Bocaranda, Rafael Arráiz Lucca, Gustavo
Coronel y muchos otros de igual calibre.
Ellos han dado muestras más que abundantes con sus escritos, sus
exhortaciones, su ejemplo y su civismo a toda prueba de querer a Venezuela y
haber accionado para hacerla mejor, más educada, más próspera, más honrada.
Mención aparte quiero hacer
de otros venezolanos con muchísimos méritos.
Son los que conforman una nueva clase de dirigentes políticos. Mejor preparados que los de la generación
anterior en el estudio de la ciencia política y su abnegada ejercitación en los
embates actuales; sin taras, honrados consigo mismos y con el país; sin las
malas mañas que caracterizan a algunos de los “líderes” de la actualidad. Bastantes de ellos, formados en el programa
“Lidera”, una iniciativa que ya ha comenzado a dar sus frutos. Unos con cicatrices en el cuerpo por las
arremetidas de bandoleros tarifados que sirven al régimen; otros, sometidos a
prisión y torturas; otros más, asilados en embajadas o exilados porque su vida
corría peligro. Todos ellos con un solo
deseo: que su patria logre salir del marasmo, de la podredumbre, de la
corrupción, del coloniaje que han sido el resultado de estos veinte años de
regresión hacia el socialismo real (aunque ellos le hayan cambiado el
nombre). Vaticino que, en el futuro,
Venezuela honrará poniendo sus rostros en algunos billetes, los sacrificios de
paisanos nuestros como María Corina, Leopoldo, Freddy Guevara y, ¿por qué no?
Juan Requesens…
Otrosí
Parece
conveniente que alguien dentro de los organismos de planificación, en especial
los de las Fuerzas Armadas, hiciera un análisis estadístico —con gráficos, plis,
para que se la pongan “bombita” a sus jefes y estos puedan entender— que cubra
los últimos veinte años y donde se haga una correlación porcentual entre la
población venezolana, el producto interno bruto, la sumatoria de todos los
presupuestos (el oficial y los otros), los efectivos de las FAN y el número de
generales activos. Al ver las curvas, se
van a llevar una sorpresa…
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