Columna de Rafael Rodríguez Olmos
No se hagan ilusiones con López
Obrador, pisen tierra
Luego del triunfo de Iván Duque en
Colombia, el analista Atilio Borón dijo que los resultados de las elecciones en
ese país, debían considerarse como un avance de las fuerzas progresistas que se
empeñaban en buscar la paz. Yo lo refuté indicando que las dos primeras cosas
que ocurrirían en Colombia, eran: el encuentro de Duque con el imperio para
recibir instrucciones, y, el asesinato de toda esa dirigencia progresista. No
ha transcurrido un mes de la contienda electoral y van más de cien dirigentes
sociales asesinados, todos asociados con la campaña de Petro. Corren por las
redes, audios en donde jefes paramilitares les ordenan a las personas abandonar
la zona donde viven o serán asesinadas. No debería sorprendernos nada de eso.
En tiempos de la Unión Patriótica, fueron acribillados 5.000 dirigentes
revolucionarios. Y nada de eso puede ocurrir sin el consentimiento de la
oligarquía colombiana y sus instituciones.
¿En qué se relaciona lo anterior con
el título de esta columna? Durante la campaña electoral en México, hubo
encuestas que le dieron a Andrés Manuel López Obrador hasta 26% de ventaja
sobre su contendor. Eso qué significaba, que era imposible robarle las elecciones
como ocurrió en la contienda pasada, por lo que era menester diseñar otra
estrategia. Si algo hemos aprendido del sistema es su extraordinaria capacidad
de reciclarse y aprender de sus errores. La campaña estuvo centrada en una
guerra mediática atroz abierta contra AMLO. No se dijo una sola cosa positiva
del candidato, incluso, se resaltaron sus 64 años, como un hecho negativo, como
si fuera un delito, o un viejo para asumir la presidencia de su país. Y si
alguien pensaba que la guerra se detendría, malas noticias, no solo se
intensificó, sino que crearon la trampa institucional de establecer cinco
largos meses para el traslado de mando, tiempo en el que no dejarán de inventar
para derribarlo antes de que asuma la presidencia. Están privatizando todo lo
que pueden, pero, además, el Congreso está creando mecanismos para, por la vía
legal, impedirle cualquier gestión.
No debemos olvidar que en México hay
dos realidades: una ampulosa oligarquía que reniega de su origen y su historia
y se considera estadounidense, entregando su dignidad al imperio. En realidad
recordemos que durante aquella perversa división del continente, lo que
llamaron América del Norte estaba formado por México, Canadá y Estados Unidos.
Y por otra parte, ese país de casi 130 millones de habitantes, tiene una
pobreza que raya el 70%, con una pobreza crítica superior al 30%. A esa
realidad, hay que hacerle un agregado de extrema importancia: el narcotráfico
juega un papel vital en la dinámica y en la economía de la sociedad mexicana. Nada
ocurre en el México de hoy donde no esté incurso el narcotráfico. Toda la
sociedad mexicana y sus instituciones, están permeadas por este flagelo. Es,
prácticamente un Estado dentro de un Estado. Y es, sin duda, una inducción del
imperio para acabar con el concepto de país. Vean Libia o Irak y díganme que
queda de ellos como nación. Era la intención de hacer lo mismo con Siria.
México camina en esa dirección.
De tal manera que López Obrador no
tiene muchas cartas para jugar en tan poco tiempo, y mucho menos asumiendo
medidas socialdemócratas, que son las únicas que podrá tomar. No importa su
intención. Ya tiene la cartilla dictada y las acciones que le van a permitir
que tome y las que no. Será un Presidente de manos atadas. Y la única forma de
romper esas cadenas, es radicalizando el proceso, llamar a la unidad de las
fuerzas revolucionarias, pero incluso haciéndolas participar, aliarse con un
sector del ejército, dar de baja a su alta jerarquía y tomar el cielo por
asalto. Y ya sabemos que no hará nada de eso. Ni siquiera será un émulo de
Madero y quién quita que también lo maten.
Me decía un amigo, buen analista, que
el triunfo de AMLO sería un respiro para la presión gringa e internacional
contra Venezuela. Nada de eso. El Tío Miguel tenía una frase muy oriental para
ello “Con qué uña gavilán”. El nuevo Presidente mexicano, aunque tiene todas
las mejores intenciones del mundo para sacar a su país de la miseria, le espera
una batalla de antología y todos debemos apostar a su triunfo. Ello no evita el
escepticismo.
En torno a si puede ayudar a
Venezuela a salir del marasmo en que se encuentra, no apuesten. Nada indica que
tenga alguna posibilidad. La visita de Mike Pence a Colombia no es un juego
para tomarlo a la ligera. Oficialmente se sabe que entre él y Duque trataron el
tema Venezuela y no tengo ninguna duda que sobre la posibilidad de una
intervención militar. Todo lo que podemos esperar de AMLO es su enérgico
rechazo a tal pretensión. Creer como mi amigo que podría ser el punto de
partida para crear una nueva Alba, o revivir los sueños de Chávez en torno a la
unidad latinoamericana, es una ilusión. El enemigo no permitirá que se vuelva a
repetir la historia de siete presidentes progresistas en la región. De ellos
Néstor Kirchner y Chávez murieron, Cristina Fernández es perseguida por la
justicia en busca de cualquier excusa para meterla presa, Lula está preso,
Correa tiene auto de detención; así que solo quedan Evo Morales y Nicolás
Maduro, ambos perseguidos y monitoreados hasta más no poder, con una campaña
mediática en su contra implacable.
De tal manera que suponer que el
triunfo de AMLO cambiará algo en el panorama, es un error. Mucho menos en
momentos en que la geopolítica mundial está punto de cualquier cosa. No creamos
que, por los reveses militares y diplomáticos de Estados Unidos, esté contra la
pared. Es un imperio, y tiene muchos recursos para operar, ya lo ha demostrado,
mucho menos con un orate en la Casa Blanca que es capaz de cualquier cosa.
Si bien es cierto que las fuerzas
progresistas están dando una dura batalla, no lo es menos que necesitan
estrategias mucho más agresivas.
Necesitan eso que llaman músculo propio, una demostración de fuerza o
una evidencia de que es posible responder en el propio terreno. No con una
visión guerrerista, sino con una visión política de que el respeto se gana.
Bien lo dijo Chávez en muchas oportunidades: “somos una revolución pacífica,
pero armada”; y esa expresión siempre tuvo dos acepciones.
Caminito de hormigas…
Más de 500 toneladas de medicinas fueron
incineradas porque se vencieron. Aunque la investigación la hizo la Contraloría
General de la República, no hay culpables. Y la gente se muere por falta de un
medicamento. La investigación la hizo el periodista Jorge Chávez Morales. Agua
Fría… Mientras Nicolás una vez más amenazaba a los comerciantes por
el tema de los precios, Sunagro les informaba a los panaderos que el saco de
harina pasaría a costar de 85.000 bolívares a 10.000.000 por saco. Es decir,
que un pan canilla era imposible venderlo por menos de 500.000. El escándalo
por las redes fue de tal magnitud que al otro día tumbaron la medida. Choreo es
choreo
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