Columna de Eduardo Fernández
Amor
Hoy se me
ocurre hablar del amor. Creo que una de las manifestaciones de la crisis
venezolana tiene que ver con la crisis de afecto, con la falta de amor.
El
cristianismo trajo al mundo un mandamiento nuevo. El mandamiento del amor. “Que
os améis los unos a los otros como yo los he amado. En eso reconocerán que son
mis discípulos”.
Tres grandes
revoluciones han ocurrido en la historia de la humanidad. La Revolución
Francesa en 1789 predicó: “Igualdad, libertad y fraternidad”. La Revolución
Soviética en 1917 proclamó “Proletarios del mundo, uníos”. La más grande de
todas las Revoluciones es la Revolución Cristiana que se hizo presente hace más
de 2000 años y que nos trajo un mandamiento nuevo: el mandamiento del amor.
¡Que
diferente sería el mundo si todos asumiéramos el mandamiento del amor! Las
palabras claves del mensaje cristiano son precisamente las que convocan al
amor, a la fraternidad, a la solidaridad, al perdón, las que nos recuerdan que
Dios es amor y que solo en el amor encontraremos la felicidad, la paz, la
justicia y la verdad.
El evangelio
según San Juan nos dice: “Este es mi mandamiento que se amen los unos a los
otros como yo los he amado”. “Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el
que da la vida por ellos”. “Ustedes son mis amigos. Ya no los llamo siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos porque
les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre”.
Antes, en el
mismo evangelio, nos había dicho Jesús: “les he dicho esto para que mi alegría
esté en ustedes y su alegría sea plena” El cristianismo es alegría. Hoy en
Venezuela prevalece la tristeza. Los cristianos y todos los venezolanos de
buena voluntad tenemos que trabajar por devolverle la alegría a nuestro país y
a nuestros compatriotas. Se trata de luchar por la justicia, por la libertad,
por el respeto a los derechos humanos, por el progreso de todos y de cada uno
de los venezolanos. Por la igualdad de oportunidades para progresar y para
alcanzar mayores niveles de felicidad. Se trata de luchar por el bien común.
“Como el Padre
me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos,
permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los
otros.
Y el Salmo 145
nos dice: “El Señor es verdad en todas sus palabras, el Señor es amor en todas
sus obras. El señor sostiene a los que caen, el señor endereza a los que se
inclinan”.
¡Que
diferente seria el mundo si practicáramos el mandamiento del amor! Que
diferente sería Venezuela, si practicáramos el mandamiento del amor. Y, sobre
todo, si erradicamos el odio y las maledicencias.
Seguiremos conversando
@EFernandezVE
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