El
Monje de Camoruco
Por
Sergio Márquez Parales
Columna
24-4-2018
¡Alerta Roja! La criminalidad está llegando a
niveles realmente alarmantes. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?
Hechos ocurridos recientemente en las
ciudades de Caracas, Maracaibo y Valencia, nos obligan a hacer una profunda
reflexión sobre la grave situación ocasionada por la implementación de métodos
criminales jamás vistos en nuestro país. Aquí no se trata de politizar las
denuncias; sino de entender, que la pérdida de valores, la desintegración de
las familias y la precaria situación económica, inciden en el reclutamiento de
nuestros jóvenes por parte de los delincuentes, quienes poco a poco se han
venido adueñando de barrios y urbanizaciones. En nuestros tiempos de estudiante
de Derecho, analizamos este tema en una de las clases de la cátedra sobre
Derechos Humanos, magistralmente conducida por el Doctor y Profesor Eloy Routman, llegando a la conclusión de que
el tema de la criminalidad debía ser tratado como un problema de estado y no como
problema de gobierno; lamentablemente, parece que este tema no produce votos y
son muy pocos los esfuerzos que se hacen por intentar reducir el retardo
procesal, diseñar una política preventiva para minimizar la delincuencia; o,
una política penitenciaria eficaz y eficiente. Pero si usted apreciado lector (a),
a lo anteriormente descrito, le suma el acorralamiento económico que viven los
habitantes de la gran cantidad de sectores populares a causa del
desabastecimiento, la escasez, desempleo y subempleo, es fácil predecir que la
prostitución, la incorporación a bandas criminales, la venta de alcohol y/o
drogas, serán entonces las principales y llamativas fuentes de ingreso para estos
ciudadanos. Ahora bien, la copia de estereotipos de crímenes perpetuados en países
como México o Colombia, que incluyen el linchamiento, desmembramiento de
cuerpos, decapitación y posterior colgamiento de cuerpos o tortura sostenida
previa al homicidio, implican factores de ensañamiento que deben ser estudiados
profundamente.
Las grandes preguntas seguirán siendo ¿Qué
debemos y tenemos que hacer como ciudadanos, para que en coordinación con todas
las fuerzas vivas de Venezuela iniciemos una gran cruzada contra este flagelo?
y ¿Cuánto están dispuestos a hacer las autoridades competentes para coadyuvar
esfuerzos en pro de reducir a su mínima expresión este tipo de delitos?
¿Qué es la Criminalidad? Por criminalidad se entiende el volumen de
infracciones cometidas sobre la ley penal, por individuos o una colectividad en
un momento determinado y en una zona determinada. Desde que ha existido la
comunidad humana, existe el fenómeno constante de “la Criminalidad”; y, parece ser una
ilusión creer que este fenómeno pueda suprimirse, por lo que a lo que más puede
aspirarse es a disminuir la criminalidad o buscar que las faltas causen el
menor daño posible a los intereses individuales y sociales.
Clasificación de la criminalidad. Los psicoanalistas
clasifican la criminalidad en base a la conducta de los criminales y encontramos:
Criminalidad Crónica: acciones criminales de
sujetos proclives a la delincuencia por la estructura de su aparato anímico.
Criminalidad Accidental: comprende las
acciones criminales de hombres no delincuentes por inclinación.
Criminalidad Fantástica: Existe en todo
hombre, que es un criminal en potencia. Toda persona piensa cometer delitos.
Esa criminalidad aflora en los sueños, ensueños, chistes y actos fallidos.
Criminalidad genuina: Es la del salvaje,
inadecuado, que ha tenido oportunidad de construir el súper-yo y cuyos
instintos primarios no han sido dominados.
Factores que influyen en las variaciones de la criminalidad. Analistas y Psicólogos coinciden al desarrollar la tesis sobre los factores del delito y señalan que existe una dualidad biológica social de la conducta del delincuente. Insisten en que el delito es un fenómeno social, porque no puede concebirse sin la vida en sociedad. Siendo un fenómeno social, es también la manifestación biológica, de una o de varias personas. Por esta razón, se considera que es erróneo enfocar el estudio de los factores hacia una sola dirección, bien sea la biológica o bien sea la social, en forma exclusiva toda vez, que entre ambos tipos de factores existe una unión indisoluble. Quiere decir, que el delito no es un fenómeno exclusivamente social ni exclusivamente biológico. Ambas concurren en un tiempo y un lugar determinado, para provocar un hecho delictivo.
La criminalidad como concepto jurídico. Hasta ahora se ha
considerado el delito como un concepto jurídico que los legisladores traducen
en prohibiciones, en formulas contenidas en un cuerpo principal de leyes
denominado Constitución, Código Penal, o en otros códigos como el de Justicia
Militar o en leyes especiales. El delito así estimado es un ente jurídico, que
describe una porción de aquellas acciones que un pueblo (nación), considera
antijurídicas, pues estas son contradictorias con la regulación armónica de
convivencia civilizada que se ha formado el país.
Criminalidad aparente. Es la criminalidad
que ha sido denunciada, juzgada y sentenciada, comprende el movimiento de los
procesos terminados en la República, por condena y el movimiento carcelario y
penitenciario. Es la criminalidad que a diario se nos presenta, en forma
registrada. Está constituida por los delitos descubiertos, no importando que
sus autores, hayan sido condenados o no.
Criminalidad real y estadística. Está formada por
cuatro tipos de delitos: Delitos descubiertos y condenados; delitos
descubiertos y no juzgados; delitos cometidos y no descubiertos y delitos
impunes y no denunciados.
Criminalidad oculta. Existen innumerables
razones, por las cuales, se elude la medición de la criminalidad, señalamos las
siguientes: delitos contra la propiedad y las buenas costumbres y alteraciones
del orden público; casos en que se elude la medición de la criminalidad por la
inflación penal, por la estructura socio económica y política del país, por
actitudes individuales y colectivas y por el funcionamiento del sistema penal,
aspectos éstos que están íntimamente relacionados; la medición de delitos
derivados de las actividades del mercado negro, evasión de divisas,
incumplimiento de deberes de familias, contrabando y defraudación, tendencias
ilícitas de armas de fuego u otras.
Igualmente, escapan a toda medición, la
producción, posesión, tráfico y uso ilícito de estupefacientes; el crimen organizado
y la corrupción criminal.
También los delitos cometidos, protegiéndose
con la posición, cargo, función o puesto oficial, delitos que han existido
siempre, pero que hoy en día, son más numerosos. De igual forma, escapan en
gran proporción, a la medición criminológica, los delitos cometidos contra la
economía nacional, las fuentes de riqueza, la salud pública, ciertas formas ilegales
de organización, producción y competencia comercial e industrial, el empleo
indebido de fondos públicos; entre otros.
Capítulo aparte merece la delincuencia
enquistada en la función pública. La acción contralora es prácticamente
inexistente, permitiendo desafueros a diestra y siniestra en la administración
pública. La complicidad impera a sus anchas en los despachos públicos; pero,
sin ánimos de justificar, ¿Quién con una quincena de cuando mucho 600 mil
bolívares puede vivir dignamente en Venezuela? Así las cosas, a menos de que
empecemos a actuar ¡YÁ!, la Venezuela del futuro pudiese estar escapándose de
las manos ante nuestra impotente y
silenciosa mirada.
Hasta nuestra próxima entrega amadísimos
fieles





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