Columna del General Seijas Pittaluga
El
segundo advenimiento
El
domingo pasado, Manuel Barreto Hernaíz, un querido amigo y un prolífico
escritor, trajo a nuestra memoria algo dicho por Hannah Arendt: “'El súbdito
ideal del régimen totalitario es el individuo para el cual la distinción entre
realidad y ficción, entre verdad y mentira, no existe”. Es a ese tipo de gente a la cual se dirige (y
en la cual se apoya) el ilegítimo que busca se reelección: la gente que sigue
creyendo que estamos en el mejor de los mundos posibles, que aquí todo marcha a
la perfección, que el punto de mira del fulano es el logro de la mayor cantidad
de felicidad. Y que si eventualmente
pareciera haber problemas con suministro de comida, medicinas, repuestos,
dinero en efectivo, seguridad, salud pública, etc., se debe a que algunos malos
hijos de la patria se han complotado con los representantes del imperialismo
para declararnos la guerra económica. Pero,
por lo demás, estamos en el verdadero Shangri-la, en una utopía hecha realidad,
una tierra donde la felicidad es permanente y donde se puede (y se debe) vivir aislado
del mundo exterior. Todo ello, hechura
del muerto viviente y consolidada por su heredero. Tal
tipo de gente crédula, acrítica —aparte de una cúpula militar igualita a la
canción de Shakira: “bruta, ciega, sordomuda,
torpe,
traste y testaruda”—, es la que sostiene al régimen. Afortunadamente, cada vez son menos. Pero que todavía abundan, abundan.
Los
demás en Venezuela (y en el resto del mundo) sabemos que esto está totum revolutum, vuelto flecos; o, lo
que es lo mismo, pero empleando un neologismo británico: en omnishambles, en una situación en la
cual, a raíz del inexistente buen juicio, todo está en desorden, caótico, con potencial
desastroso. Y que eso no es culpa de los
opositores, escuálidos, pitiyanquis, vendidos al imperialismo. Que todo está así, por diseño sugerido por
los gerontócratas cubanos, porque lo que necesita el régimen no son ciudadanos
sino súbditos. Y si estos logran llegar ante
las instancias del poder (las pocas veces que los dejan) mejor lo hacen en tono
suplicante, con las manos extendidas y las palmas vueltas hacia arriba. Y, previamente, deben haber mostrado que poseen
carné de la patria. Porque en un régimen
que de bocas para afuera preconiza la igualdad, los mangantes son de la idea
orwelliana de que “todos somos iguales, pero unos son más iguales que otros”.
En
ese ambiente, es que el nortesantandereano busca su segundo advenimiento. El primero se lo sacó en una caja de Ace, por
una mera cesión del pitecántropo barinés que pensaba igual que lo que exclamó
Solano López: “¡Muera yo con la patria!”
Y por eso fue que le legó el trono miraflorino a este animal. Y eso, de vainita, y con ayudadita de la
inefable Tibi. Por eso, desde el día uno
y hasta hoy, se le conoce como “el ilegítimo”.
Antes, de origen: después, de desempeño.
En
todo caso, como sabe que, si en el primer intento ni la Tibi pudo ponerle más
de un dos por ciento sobre el contendor, en el segundo, después de todos estos
años metiendo la pata, empobreciéndonos, buscando enemigos adentro y afuera,
debe admitir que lo tendrá mucho más difícil.
Por eso, todo ese mamotreto de un referéndum constituyente convocado
arbitrariamente y donde el pueblo no pudo expresar su voluntad, de unas
elecciones adelantadas —pero no para anticipar también la fecha de entrega,
sino buscando acallar las críticas—, de una pantomima de “candidatos
opositores” que no son tales sino comparsas, caimanes del mismo charco. Y tarifados, que es lo peor…
En
fin, que yo veo muy difícil ese segundo advenimiento. Y si llega, será en la connotación de los
versos de Yeats que pronostican un futuro funesto, aciago. Uno en el que las cosas se desmoronan, la
total anarquía se desata, la marea sangrienta estalla y la inocencia se
ahoga. Uno en el que a los mejores le
falta convicción mientras que los peores “are
full of passionate intensity”.
Estamos
en el comienzo de una campaña electoral abundante en dádivas que buscan
terminar de corromper a los que ya tienen maniatados con bonos, CLAPs y circo
(porque pan no hay). Y de amenazas a
propios y contrarios. Porque este es un
régimen que nada de escrúpulos tiene a la hora de amarrarse al poder. Una en que habrá que poner de moda un neologismo:
“anecdata” (¡Ojo, corrector de pruebas, no me toque esa palabra!). Porque a falta de obras físicas que mostrar,
van a seguir con los cuentos de camino, presentando “evidencia” basada solo en
observaciones personales y en “investigaciones de campo” que no sustenta ningún
organismo serio, pero presentados con desfachatez como si fueran hechos
cumplidos, obras inauguradas, mejoras institucionales…
Volviendo
a la “Rebelión en la Granja”, no hay que seguir siendo las ovejas que siguen al
cerdo (muy acertado el símil en nuestra circunstancia) que se aprovecha de los cándidos
que abundan por ahí. Lo sensato es no
acudir a los centros electorales que buscan validar al heredero de Boves
II. Pero con una abstención militante:
multitudes en los espacios públicos —en paz, con alegría, rehuyendo la
violencia que traerán los otros— que sirvan para contrastar gráficamente la
soledad en los locales de votación…

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