Columna del General Seijas Pittaluga
Cuatro
temas cuasimilitares
Les habrá llamado
la atención el prefijo que empleé en la última palabra del título, pero es que
lo que pienso tratar hoy solo marginalmente tiene que ver con lo castrense, ya
sea porque quienes cometieron el hecho usan o usaban uniforme, o porque ocurrió
en la presencia de mandos militares.
La reptación de
algunos. Tuvo alta circulación por las redes sociales
una carta que, perrunamente, le dirigió un almirante al nortesantandereano que
desmanda desde Ciliaflores. Esta era un
sinfín de elogios que daban asco, tanto porque el destinatario de la
correspondencia no tiene merecimiento alguno en la materia, como por el
descarado jalabolismo de quien redactó dicho panegírico. Y todo, porque el originador de la “esquela”
obtuvo una caja CLAP. Según el
lame-botas, la acción de entregarle provisiones a los miembros de la “reserva
activa” (de ese sintagma hablaré más adelante) es el epítome de la generosidad
presidencial y de una altura de miras como solo muy pocos estadistas en el
mundo actual son capaces de lograr.
¡Arrastrado el muy maldito! Y, lo
que es peor, lo hizo arrogándose la representación de todos los oficiales
retirados. Para lo cual no tiene
capacidad alguna. Y que va en dirección
contraria de lo que dicen los demás militares que recibieron la bendita caja,
quienes se quejaron de las largas horas que debieron pasar para recibirla, las
faltas de respeto de quienes “vigilaban” a esas personas cargadas de años y con
grados mucho más altos en el escalafón, y por la baja calidad de los productos
recibidos. ¿Sería que para contrarrestar
las murmuraciones y quejas —que circularon abundantemente por WhatsApp y
Twitter— la “sala situacional” del G-2 inventó la carta alabanciosa y le ordenó
al sumiso almirante escribirla? Si es
así, peor. Porque demuestra cuán bajo
pueden llegar algunos por una pitanza (porque gratis no sería). En fin, que quede bien claro, las abundantes
lisonjas y adulaciones de la fulana carta no las suscribe ni el uno por ciento
de los oficiales retirados. Y yo,
¡menos!
Reserva activa. No importa que así sea como aparece en la vigente
ley orgánica que rige a la Fuerza Armada.
En realidad, es un oxímoron, una contradictio
termini. Por una razón muy sencilla:
se entiende por reserva al “conjunto de tropas dispuestas para el combate pero
que no intervienen en él mientras no son necesarias”. En eso coinciden, palabras más, palabras
menos, tanto el mataburros de la RAE como el vetusto Diccionario Militar de
Cabanellas. Y si se las activa, pues ya
no son reserva; tan sencillo como eso.
Por otra parte, si por “reserva” se entiende la “situación
administrativa de los militares que no están en el servicio activo pero que
pueden ser llamados a servicio activo”, siendo que por Ley se establece un tope
de edad el cual, al ser sobrepasado, cesa la obligación de acatar dicho
llamamiento, el grueso de la oficialidad en uso de buen retiro no somos sujetos
de él. A mis casi ochenta años —y soy de
los menos viejos de mi promoción— yo lo que sería es un estorbo durante una
movilización. Así que, tranquilos,
déjenme mi remoquete de “retirado”, que es lo que soy…
Efectivo. Recientemente leímos que cuatro
“efectivos” de la unidad encargada de darle custodia a la inmensa y adiposa
“primera autoridad nacional” habían sido atrapados en flagrancia cometiendo un
atraco. Dejando de lado la pregunta
lógica: ¿cómo son los métodos de selección de quienes deben formar parte de una
unidad que se supone selecta?, lo que quiero resaltar hoy es el empleo
—abundante en el lenguaje periodístico e incorrecto a todas luces— del
término. No existen ni “tres efectivos
policiales” ni “cien efectivos militares”.
Porque la palabra, en singular, implica “la totalidad de las fuerzas
militares o similares que se hallan bajo un solo mando”. Entonces, los cuatro malandros uniformados
(de entre los muchos que pueden recibir esa calificación) no son
“efectivos”. Solo unos pillos que buscaban
apropiarse del “efectivo” de otras personas.
Eso es otra cosa. Y otra acepción,
la cuarta del DRAE: “monedas o billetes”…
Carnet de la patria
militar. Tres cosas quiero señalar aquí. Primero las menos importantes: ya hace
bastante tiempo el DRAE incluyó de manera preferencial “carné”, sin la “t”
final. Pero como a los rojos les sabe a
casabe lo que diga la entidad que “limpia, fija y da esplendor” al castellano —y
por eso hablan de “miembras”, “portavozas” y “generalas” (que no son la mujer
de un general)— ellos siguen con la pronunciación y grafía antiguas:
“carnet”. Y, en buen castellano, para
evitar confusiones, debieran decir: “carné militar de la patria”. Dicho esto, vamos a lo otro, lo medular: en un
embeleco más de los muchos que comete, y para seguir tratando de atar el
estamento militar al PUS, el ilegítimo le ordenó este sábado a su inefable
MinPoPoDef la creación de ese adminículo.
Y, en lo que es un descarado intento de ganarse a un grupo que lo
desprecia, explicó que este servirá para que los beneficiados "tengan
acceso a la vivienda, vehículos, créditos, (…) especiales”; que debe estar en
vigencia para “los primeros días de marzo” y que se compromete “a lanzar todos
los planes que beneficien a la familia militar”. Palabrerío vano: no tiene ni los medios ni la
gente capaz para cumplir con esa promesa; será una más de las muchas ha
incumplido. Si no han podido ni cambiar
las placas viejas de los carros, algo que ordenó Boves II hace más de diez
años, ¿van a poder, a estas alturas, dar “viviendas, vehículos y créditos” a
los necesitados del estamento militar? Blablablá…
Generales
cuida-mercados. Esto se los
quedo debiendo porque se me acabó el espacio.
Pero desde ya, vaticino que serán tan ineficientes (y tan venales) como
el “general caraota” y el “almirante yuca”.
Será otro día…

No hay comentarios:
Publicar un comentario