Columna de Rafael Rodríguez Olmos
Hace cien años se cambió curso de la humanidad
No
hay duda de que los historiadores del imperio han hecho un gran trabajo por
tratar de omitir un acontecimiento que probablemente fue el hito más importante
de la humanidad de los últimos cien años. Esto por supuesto velado también por
quienes interesadamente han consentido tal ocultamiento.
Pero
me parece inobjetable que la Revolución de Octubre, que este 24 cumplió
exactamente cien años, no solo partió la historia en dos, sino que el sino de
la humanidad está marcado por los hechos que allí ocurrieron, por las
decisiones que se tomaron, por las cosas inusitadas que pasaron y por los
actores que allí estuvieron. Pero además, por primera vez se estaban haciendo
físicas, reales, tangibles, la aplicación de las teorías expresadas por Marx
hacía tan solo pocos años atrás.
Hay
una película que refleja mucho de esos hechos realizada en 1981: Reds, acerca
de la vida de un periodista estadounidense en la Revolución Rusa,
magistralmente interpretada por Warren Beatty, quien es a la vez el director de
la película y por la cual ganó un Oscar, la genial Diane Keaton y dos míticos
del cine como Jack Nicholson y Gene Hackman. Esta película tiene bastante
rigurosidad histórica, salvando obviamente las pretensiones hollywoodenses.
Era
casi imprevisible que fuera en una Rusia atrasada, sumida en los mayores
niveles de explotación y pobreza, con una monarquía que estaba por encima del
bien y del mal, fuera donde explotara una violencia social que diera al traste
con un poder sempiterno y dejando claro ante el mundo que sí era posible. Pero
además, pasando por encima de los análisis del propio Marx, quien aseguraba que
el primer país socialista sería Inglaterra pues fue allí donde primero se
produjo el desarrollo industrial, por lo que sería allí donde primero se
organizaría el proletariado, que junto a la burguesía, forma parte de las dos
únicas clases sociales que existen, a decir de Marx, quien explicaba que la
razón era porque estaban vinculadas al proceso productivo. Hago un paréntesis
para decir que en mi ignorante opinión ese concepto debe ser revisado; y además
estoy seguro de que el propio Marx lo revisaría, en caso de tocarle conocer el
mundo de hoy y el papel que juegan factores que no existían en su tiempo, pero
tan fundamentales y decisorios de la sociedad moderna como la clase media, a la
que Lenin llamó pequeña burguesía; o el narcotráfico, que tampoco estaba en la
fase superior del capitalismo de Lenin. Creo que los teóricos obligatoriamente
deben debatir sobre estos dos factores en particular, no solo por su poder de
decisión, sino por su enorme influencia en los acontecimientos del mundo
moderno.
Pero
ciertamente el cambio de la humanidad comienza en esa parte del mundo atrasada
y ahistórica. Y por cierto, explota en un momento extremadamente complicado
para todos, pues era 1917, faltaba un año para que terminara la Primera Guerra
Mundial, que al igual que la primera, no fue más que un reacomodo de las
burguesías sobre otros factores de poder. La historia, casi que estúpidamente
nos dice que estalló por el asesinato del archiduque Francisco Fernando de
Austria a manos de un patriota serbio-bosnio llamado Gavrilo Princip.
Esta
revolución rusa encamina a las demás revoluciones del mundo. Estaba dirigida
por brillantes y valientes revolucionarios, cuya claridad sobre el acontecer
era de una precisión absoluta. Dos de los grandes teóricos de la humanidad,
asumieron directamente la conducción de los hechos: Vladimir Lenin y León
Trostky, resaltaban entre cientos de preclaros hombres del hecho revolucionario
y de un proceso inédito que se convertiría en la brújula de los demás. Fue la
revolución rusa la que puso la palabra pueblo en la boca de los explotados del
mundo. Fue la revolución rusa la que le indicó a los demás cuál era el camino.
Fue a partir de la revolución rusa cuando se produce la inspiración de otros
líderes revolucionarios a que tomarán el poder y llevaran una vida diferente a
sus sociedades. Fue la revolución rusa la génesis de la cortina de hierro, la
gran marcha roja que llevó a Mao al poder en la China campesina en 1949, la
misma China que ahora le quitó el sueño al Big Brother. Fue la revolución rusa
la que inspiró la construcción de la Corea que conocemos hoy. Fue la revolución
rusa la inspiración para que los vietnamitas dieran una batalla ininterrumpida
contra japoneses primero, franceses luego y estadounidenses finalmente.
De
hecho, es a partir de la revolución rusa cuando se comienzan a gestar dos
conceptos de sociedad, dos modelos de forma de vida, dos propuestas para vivir,
dos criterios económicos distintos.
Es
una fascinación conocer esos aconteceres por pedacitos, por capítulos, por
anécdotas, por crónicas. Mi generación la leyó, o leyó una parte, pero ahora
hay un derroche de tecnología que debería hacer más accesible ese conocimiento
de la historia al mundo entero. Debería ser parte de las tareas del
incompetente Ministerio de Educación, explicarles a los niños que nuestro
devenir está muy ligado a los aconteceres de aquellos tiempos.
Es
aquí donde recomiendo la lectura de una novela escrita por un brillante inglés
del siglo XV: Thomas More, quien dejó para la humanidad Utopía. Es una novela
exquisita que en la medida en que uno se va adentrando en su contenido,
comienza a percibir que es un tratado de filosofía política y deja un profundo
sabor de la recomposición de la humanidad y de la necesidad absoluta de la
justicia social.
En
ese volcán político-social de 1917 que provocó la derrota del zarismo, estaban
todos los opositores unidos en un mismo fin. La derecha iba a un gobierno de
transición y promovía la creación de una Asamblea Constituyente que redactara
una Constitución. Era el debate entre una derecha liderada fundamentalmente por
Kerenski contra los criterios del Consejo de Comisarios del Pueblo. Es allí
donde juegan un papel fundamental los líderes. Es allí donde la claridad
política está por encima de las visiones pequeñas y mezquinas, es durante esos
debates, en pleno proceso naciente con una incipiente república, donde Todo el
poder para el soviet se convierte en una realidad. Fue una de las decisiones
más trascendentales no solo para la propia Rusia, sino para la humanidad. Fue
un proceso complicadísimo donde bolcheviques y mencheviques dieron el todo por
imponerse. Al final se impuso la revolución bajo la égida de Lenin, el gran conductor
intelectual y político que mantuvo a raya a todo aquel que pretendiera alterar
el desarrollo de la revolución.
Todo
el poder para el soviet no es más que la inclusión como actores de aquellos que
son en realidad eso que ahora llamamos el poder popular y en el que nadie cree.
Solo Chávez lo entendía: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Creó muchos
mecanismos para que efectivamente eso fuera así y todos fueron echados a la
basura. El poder popular no existe para el gobierno salvo para que se le llame
a votar. No se le pregunta nada, no decide sus candidatos, no decide sus
ministros, no decide sus acciones ni su intervención en la economía del país.
La
brillantez de Lenin impidió que la revolución rusa desviara su camino. Siempre
he recomendado leer la historia del formalismo ruso para entender no solo el
proceso sino al gran Lenin. Pero su muerte fue muy temprana, y un pragmático
como Stalin no iba a perder su tiempo en debates, así que la ejecución fue más
rápida y de esa intelectualidad pequeño-burguesa con la que Lenin debatía,
ordenó ejecutar a 25.000, así como también fue adecuado “ejecutar” a 30.000
oficiales del ejército que después los necesitó cuando la invasión nazi en
1941.
Así
ha ocurrido a lo largo de la historia: el pragmatismo está por encima de la
razón y del debate. Sería exquisito volver a los libros, a la historia, a la
poesía, al cuento, a la novela. Es, por cierto, lo único que nos hace humano en
un mundo consumido por la estupidez.

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