Columna de Rafael Rodríguez Olmos
Emilio
No suelo escribir sobre las personas
porque siempre me ha parecido una pérdida de tiempo. Los seres humanos tendemos
siempre a creer en que nuestra razón es la que vale y de paso no es negociable.
Por alguna lógica sin sentido, las personas están convencidas de que la verdad
es una sola y la tienen ellos. Es un estigma de la sociedad. La prepotencia y
la soberbia están por encima de todo. Las personas no están formadas para decir
“me equivoque”, “discúlpame” “te pido perdón” “te perdono”. Por ello son
incapaces de entender que en su accionar pueden estar equivocados, o pueden
estar cometiendo un acto de injusticia.
Escribí sobre Soledad Bravo porque en
parte fue mi marca personal. Fue por Soledad, mejor dicho por sus canciones,
quiero decir por las que cantaba, porque no las que componía, por quien comencé
a preocuparme por la injusticia social y por la lucha política, cuando acaso
tenía once años. Allí terminé, en la militancia y llevando palos, peinillazos y
tragando del mejor gas lacrimógeno en los tiempos de las revueltas
estudiantiles, cuando los liceos eran verdaderas canteras de la lucha
revolucionaria. Soledad es una pequeño-burguesa de la clase media caraqueña.
Así lo entiendo. Incluso no me sorprende demasiado sus posiciones de derecha,
porque no tiene formación política para otra cosa. Y además, casada con esa
versión adocenada de Alexis de Tocqueville, no podía avanzar sino retroceder.
Y aunque no me gusta referirme a las
personas en especial, hay algunas que por ser públicas, producen un efecto
sobre el colectivo. Especialmente si se ganan la vida a costa de los demás. Hay
una que me martilla desde hace mucho. Porque es cómico y actor, más o menos
actor para decirlo de manera correcta. Y más o menos cómico en honor a la
verdad. Y Emilio aunque no es un tipo formado, es medianamente informado. Vale
decir, lee los periódicos, los malos periódicos, escucha alguna radio, la mala
radio, ve película, las malas películas y probablemente aparte algún momento de
su tiempo para escuchar a alguien decir cuatro cosas coherentes.
Pero ocurre con todos los cómicos
venezolanos (ellos dicen que son humoristas), que tienden a involucionar porque
de hecho, también la comicidad es un problema de formación, en todos los
ámbitos de la vida. Si el cómico es culto, es bueno. Si no… Nuestros cómicos
tienden a hacer lo mismo siempre, es decir, repetir el chiste porque suponen
que al estar en otro escenario nadie lo escuchó. Y en el caso de Emilio en
particular, no es solo repetir el chiste, sino la más deleznable de las
tendencias: utilizar a la gente y su comportamiento como motivo de burla,
subestimando por completo la capacidad de sus propios coterráneos y concluyendo
que todos los venezolanos somos una manada de imbéciles, aborígenes, seres
inferiores que deberíamos dejarnos conducir por los gringos.
Conozco el proceso de Emilio. Al menos
el público. Era muy buen cómico en Radio Rochela. Era incluso el más avanzado
de todos porque tenía un sentido del humor no contaminado por la burla, sino
por la jodedera, por la ironía, por el humor negro, por la mordacidad y por la
inteligencia. La involución comenzó una vez desaparecido ese programa de
televisión. Supongo que por una posición política, comenzó a hacer humor de
burla, de la mofa de las personas, incluso para conseguir un programa de
televisión tan malo que no duró. En ese programa se notaba la carencia de
intelectualidad y de manejo de la ironía, que es quizás el mejor componente
para el humor. Todo ello hasta llegar a Miami, una ciudad que terminó siendo la
cuna de los traidores y de los cobardes a donde todos corren para no perder lo
que se robaron en el país. Y es donde pagan en dólares a los cómicos, el santo
grial de quienes ven en los billetes verdes el nirvana de la vida. Para
obtenerlos, cualquier cosa es buena, incluso arrastrarse, ser la Celestina de
cualquiera, mover el cuadrito hasta que el amo diga.
Yo creo que Emilio ignora que el pana
Simón está considerado el tipo más grande que ha dado los últimos doscientos
años de la vida de la humanidad. No era un dios, ojo. Incluso sigo sin
convencerme del fusilamiento de Piar, la entrega de Miranda, o la pérdida de la
Primera República todas responsabilidades directas de él. Pero coño, había que
ser muy arrecho para ver lo que sería una mierda de nación como Estado Unidos,
cuando ese país apenas estaba saliendo del coloniaje inglés. “Mi Delirio sobre
el Chimborazo” es una pieza de la literatura, literaria no política. ¿Cuántos
estadistas de esa época les dictaban cartas a sus secretarios en cuatro idiomas
diferentes y al mismo tiempo? Era venezolano. Fíjate tú.
Y Miranda, quien no estoy convencido
si era más arrecho que Bolívar, pero más loco. Miranda esbozó conceptos
fundamentales que años después Marx y Engels definirían como socialismo. Dicho
de otro modo, Miranda habló de un socialismo que aún no existía. Colombeia era
el país que él soñaba se construyera en este nuevo mundo. Esa era una propuesta
super arrecha en esos tiempos.
Y acaso no era Simón Rodríguez el
educador más avanzado de su época. No es Andrés Bello uno de los lingüistas más
ilustres del mundo.
Yo creo que Emilio ignora que las
primeras bombas de gasolina se hicieron en Venezuela y los primeros sistemas de
comercialización también. Y que fueron venezolanos los que enseñaron a los
gringos todo lo que hoy saben y más sobre petróleo.
Eso para no hablar de Convit, Teresa
Carreño, Teresa de la Parra, Enrique Bernardo Núñez, José Francisco Torrealba,
Reverón, Inocente Carreño, Humberto Fernández Morán, Prieto Figueroa y tantos
miles de venezolanos que han aportado un cúmulo de sabiduría y de información
para el desarrollo de la humanidad. Pero miles Emilio, miles. Fue un venezolano
el que desarrolló el celuloide para el cine, fueron venezolanos los que
desarrollaron la pasta de la pulpa de fruta para concentrado, fueron
venezolanos los que inventaron el traje contra incendio, la palabra Salsa se
denomina a un género musical mundialmente conocido, ese nombre nació en
Venezuela, específicamente en el 23 de Enero, Venezuela ha sido vanguardia en
música, literatura, ciencias y artes, uno de los cinco mejores directores de
orquesta del mundo es venezolano. Solo que la mayoría arrastró el estigma de no
recibir apoyo de los gobiernos de turno. Deberías investigar cuántos venezolanos
trabajan en la Nasa, te sorprenderías.
Y me pregunto, por qué ese empeño de
Emilio en hacer ver a los venezolanos como unas plastas de mierda que no
merecen el país que tienen. Tendrá conciencia Emilio del daño que hace con sus
chistes de poca monta sumidos en la mediocridad para complacer a un montón de
imbéciles que son capaces de reír una estupidez tras otra.
Yo le decía a un amigo que porqué en lugar de enseñar lo poco que sabe a
venezolanos, se dedica a detractar, a
imitar a los malandros que ciertamente no son la mayoría de los venezolanos, o
a destacar lo estúpidos que pueden ser algunos, pero que los hay iguales en
todo el mundo. No. Nada de eso. Emilio prefiere arrastrarse a las órdenes
estúpidas, ambiciosas y mezquinas de sus jefes, los que siempre le pedirán que
les mueva el cuadrito. Porque ni de vaina que se lo compare con el autor de Los
Cuatro Evangelios, o el famoso “Yo Acuso”, sería una deshonra para su tocayo
Zola.
Caminito de hormigas…
Clap:
Conversando con camaradas decentes –hay muchos que ya no lo son- de los
consejos comunales, concluíamos porqué las cajas de los Clap no salían con una
gran banda que selle la caja y un sello del gobierno que incluso rece no
aceptarla si el sello está roto. Con ello se evitaría el desvalijamiento del que
son objeto. Porque las de diciembre traían pernil, pero ninguna fue entregada
con él. Las de ahora se supone que traen pollo y leche, pero no han vendido una
sola que los tenga. Ese comportamiento hace inferir que el negocio continúa
siendo puertas adentro y que la carne y la leche pasan directamente a los
bachaqueros. ¿Es tan difícil resolver eso?

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