Columna de Eduardo Fernández
Reflexiones
Las causas
del deterioro económico de Venezuela son muy claras. En primer lugar, la
exagerada dependencia de un solo producto de exportación, el petróleo. Cuando
los precios del petróleo estuvieron muy altos en los mercados internacionales,
las finanzas públicas estaban boyantes y todos muy felices. En aquellos
tiempos, el Estado, manejado por un gobierno atolondrado e incompetente, se
dedicó a destruir el incipiente aparato productivo interno y, como consecuencia
de una visión equivocada, resolvió hostilizar a la empresa privada y asumió la
política de expropiaciones y confiscaciones.
Al bajar los
precios del crudo en el mercado internacional, nos encontramos con que ya no
hay plata para importarlo todo desde el exterior y tampoco hay producción
nacional porque el aparato productivo interno fue consciente y deliberadamente
destruido.
A este
problema central, origen de todos los demás problemas, hay que agregar los
controles artificiales de la economía: el de cambios y el de precios. Desmontar
esos controles es indispensable para estimular la producción nacional y no
seguir dependiendo de las importaciones.
Importaciones
que, por lo demás, no tenemos manera de conseguir mientras no contemos con un
financiamiento externo. Financiamiento que no lograremos si no hay una política
económica que merezca la confianza de los eventuales financistas.
Nadie puede
producir a pérdida. El control de cambios terminó convirtiéndose en una traba
para la economía y en una fuente infinita de corrupción. Desmontar el control
de cambios es una condición indispensable para la recuperación económica de
Venezuela.
Dejar en
manos de funcionarios burocráticos o en las de agentes político-partidistas la
fijación de los precios de los artículos que la gente tiene que comprar en los
mercados, es garantizar el desabastecimiento y el alto costo de esos mismos
productos.
Hay dos
leyes que ningún gobierno ha logrado derogar: la ley de la gravedad y la ley de
la oferta y la demanda. Por más maniobras que haga, la burocracia no podrá
impedir la vigencia de esas dos leyes.
El Gobierno
parece creer que la solución de la crisis de abastecimiento y de la escandalosa
inflación que padecemos puede encontrarse en la Fuerza Armada.
Se equivoca,
el problema no es un problema militar, el problema es un problema de
racionalidad económica y política.
Seguiremos
conversando
@EFernandezVE
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