Columna de Gladys Valentiner
Ética Para Gobernar
“Las dificultades tienen el don de despertar
talentos
que en
la prosperidad hubiesen permanecido
dormidos”.
Quinto Horacio Flaco
Una costumbre es buscar los saldos rojos de nuestros
actos fuera de nosotros mismos. No reflexionamos en relación a qué fue lo que
hice o lo que dejé de hacer para que tal o cual resultado ocurriera, sino que
achacamos a otros, o a circunstancias externas, las causas de tales o cuales
efectos, sobre todo si son negativos, porque los éxitos siempre tienen padres,
pero los fracasos por lo general son huérfanos.
El caos y la anarquía de las sociedades no son castigos
del cielo, son el resultado del derrumbe de la gobernabilidad; son una falla
grave de gobernabilidad y no el resultado de una decisión divina.
Si es una falla capital de gobernabilidad que siete
plagas se enseñoreen con un país, entonces las causas debemos buscarlas en
nosotros mismos. La pregunta obligada es: ¿qué es lo que están haciendo o
dejando de hacer los gobernantes para que tal catástrofe social ocurra?
Todo acto humano contempla una elección; también el acto
de gobernar. Gobernar no es simplemente decidir qué hacer o cómo comportarme
para congraciarme con mis electores y arrancarles aplausos, gobernar es algo
más profundo; por ejemplo, decidir qué políticas públicas diseño, formulo y
ejecuto para que la compleja vida de mi sociedad, mi ciudad o mi país se
desenvuelva sin contratiempos y con resultados de prosperidad y buen vivir para
todos los ciudadanos.
El político que quiera gobernar bien, debe estar claro en
que la formulación y ejecución de políticas públicas es trabajo de los
políticos; que resultará exitoso sólo si existe formación política. Si dejamos
que las empresas las dirijan ignorantes que nada saben de los negocios, podemos
estar seguros que esas empresas irán a la quiebra. Lo mismo nos ocurre cuando dejamos los asuntos
del gobierno a las personas que desconocen cómo se gobierna, porque el gobierno
debe ser ejercido por profesionales de la política, no politiqueros ni
dirigentes improvisados, ni trepadores, que sólo vendrán a ocupar un puesto y a
llenarse los bolsillos con el erario público.
Un político de verdad debe exhibir ética, y la ética no
es sólo manejar los dineros públicos con pulcritud, la ética implica además, la
toma de decisiones políticas con la conciencia y la determinación de que se
sabe lo que se está haciendo y el por qué, pero sobre todo, que tiene que
asumir, responsablemente, las consecuencias de sus decisiones. La libertad trata
no sólo sobre el privilegio de poder hacer algo que deseo, sino también, la
responsabilidad de asumir las consecuencias de los actos libremente decididos.
La ética para gobernar nos exige prepararnos, investigar,
formarnos para el oficio de gobernar, que no es libertad para dar órdenes y
solicitar obediencia, sino la decisión personal de llevar una vida dedicada al
servicio. Gobernar es servir; y gobernar bien es servir bien.
El pasado 6 de diciembre cambió el destino político de
nuestro país, poco a poco comenzaremos a ver el anhelado cambio y
necesariamente la sustitución de la clase gobernante, por lo que tenemos por
delante grandes tareas; entre otras, prepararnos intelectualmente para el
ejercicio del poder. Este país se cansó de improvisaciones y del fracaso en las
gestiones de gobierno. A los factores democráticos no se nos está permitido
improvisar, ni hacer uso de aquello de “como vaya viniendo, vamos viendo”, con
gestiones mediocres no hay contribución posible, se impone pués prepararse para
ser eficientes y así contribuir a la recuperación de nuestra gran patria.
@gvalentiner
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