Columna
de Henrique Salas Römer
NO TENGÁIS MIEDO
La condena de Leopoldo López basada en falsas
imputaciones fue además en exceso cruel. Tanto, que lleva a pensar en
motivaciones ocultas sobre las que poco o nada se ha escrito.
A primera vista, la decisión de la Juez se
inscribe en la sempiterna estratagema del régimen: Transferir a los opositores
la responsabilidad de sus propias tropelías, y conlleva la intención –por si los hechos en la frontera
colombiana no fueran suficientes– de desviar la atención sobre la
crisis humanitaria que vive la familia venezolana.
La brutal sentencia respondería además al deseo
de darle sustento al insustentable propósito de asignarle a Leopoldo la
responsabilidad por las protestas del año pasado y –de paso- endosarle por
derivación alguna dosis de responsabilidad por las muertes ocurridas en el
transcurso de las mismas.
Pero, ya lo dijimos, podría haber otras
motivaciones, sobre todo cuando la sentencia coincide con situaciones en las
que interviene la alta política.
Alguna vez se dijo que Fidel exigía no menos de
siete buenas razones antes de emprender una acción. Y en este caso, no solo
está de por medio el progresivo colapso de la revolución venezolana, y una
elección parlamentaria en las que el Régimen lleva todas las de perder, sino
también conversaciones entre EEUU y Cuba en las que se juegan tres transiciones
de poder.
La de los hermanos Castro, por lógicas razones
biológicas, la colombiana, que persigue poner fin a una guerra que ha durado
más de cincuenta años, y la transición venezolana, dirigida a emprender el
regreso a la normalidad democrática y el bienestar social. Todo ello, en
vísperas de la visita del Santo Padre, quien no querrá -después de un
prolongado esfuerzo diplomático- regresar al Vaticano con las manos vacías.
Recordemos por un instante la fase final de las
largas negociaciones de París que en los años 70 darían fin a la guerra de
Vietnam. Fue precisamente en las semanas finales cuando los bombardeos de EEUU
a Hanói llegaron a su máxima intensidad, al tiempo que se recrudecían las
incursiones del Vietcong en los espacios del sur. Ambos bandos procuraban
alcanzar el mejor posicionamiento posible.
Y en el caso nuestro, ¿Existirán entendimientos
que se harán públicos durante la visita de Francisco? ¿Serán las escaramuzas en
la frontera colombiana, además de un ardid electoral, el preludio a un
entendimiento con las FARC o de nuevas exigencias del propio régimen cubano?
¿Fue sobre dimensionada la condena a Leopoldo López para dejar margen a alguna
concesión?
“¡No
tengáis miedo!”, pidió al pueblo católico Juan Pablo II al asumir
su pontificado en el 78, un emplazamiento que, pronunciado por el primer Papa
polaco, se convirtió en un llamado a la independencia de los pueblos subyugados
por la Unión Soviética. Once años más tarde, caía el Muro de Berlín.
Hoy en América los acontecimientos se aceleran.
Al igual que en su momento Rusia, Venezuela, y por banda Cuba, están duramente
golpeados por el descenso en los precios petroleros y en lo político, al izarse
la bandera norteamericana en el corazón de La Habana, el mito de la revolución
cubana ha fenecido.
¿Tendrá la visita de Francisco en el tenso
escenario de las Américas una repercusión similar al llamado de Juan Pablo?
Nunca es más oscura la noche que cuando está a
punto de amanecer.
hsr.personal@gmail.com
@h_salasromer

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