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martes, 22 de septiembre de 2015

Columna de Eddo Polesel La excepcionalidad de un estado de excepción

Columna de Eddo Polesel


La excepcionalidad de un estado de excepción

 
En la Venezuela bolivariana resulta absurdo y hasta risible, si no fuera porque es una verdadera tragedia, sostener que todo está normal; lo que está a significar que quienes lo tienen sosteniendo pretenden negar que venimos confrontando una profunda crisis la cual es producto del proceso revolucionario impuesto -a trocha y mocha- cuyos lineamientos políticos, económicos y sociales no están contemplado en la Constitución Bolivariana. Frente a la falta de informaciones oficiales y del Banco Central de Venezuela BCV  todos los indicadores que reportan organismos internacionales registran retrocesos en materia de alimentación, seguridad, sanidad, educación lo que está demostrado por las colas y el incremento de los hechos delictuosos que afectan a las personas y los bienes. Problemas que no se resolverán con medidas aisladas y que, por lo que falta del año, pueden agudizarse ya que por lo visto, tal como lo demuestra el aumento del circulante, se continua cubriendo el déficit fiscal con la emisión de dinero inorgánico por el BCV lo que seguirá impulsando la inflación agravando la aguda situación de desabastecimiento y con la consecuente disminución progresiva de la condiciones de vida de la población.


 Para el próximo año -independientemente de quienes ganen las elecciones en diciembre, si las habrá el país se verá con mayores aprietos porque se continuara con el elevado desbalance, entre ingresos y egresos, incolmable por medio de ingresos reales por cuanto la situación petrolera no hace pensar que podrán producirse cambios que pudieran elevar nuestros ingresos por las exportaciones de petróleo que cobramos, sino que por el contrario, a consecuencia de un menor crecimiento de uno de los gigantes asiáticos, los ingresos del año 2016 pudiera llegar a ser aún más bajos de 2015, sin olvidar que en el próximo año los vencimientos de la deuda externa del país superan los 12 mil millones de dólares lo cual configura una situación realmente complicada.


Por otra parte, de un análisis de las noticias que provienen del exterior, demuestran la creciente preocupación de los gobiernos democráticos de Occidente y hasta de los amigos del régimen por el progresivo agravamiento de la situación en el país. Frente a ello las medidas que se están tomando, dictadas bajo el estado de excepción, por no atacar las causas que se han generado los desequilibrios macro-económicos propios de una economía artificial, subsidiada que se pretenden sostener con una fijación de precios que, conjuntamente con el proceso inflacionario y el control de la divisa, eleva el incentivo al contrabando de todos productos cuyo PVP están fijados por debajo de los países limítrofe. Se seguirá estimulando al comercio interno ilegal con la consecuente elevación de los precios vía comercio informal. Pretender que Colombia “arregle” su economía para evitar el contrabando de extracción desde Venezuela, con el cual tenemos una frontera de más dos mil doscientos kilómetros, es una forma absurda de actuar ya que no resolverá los problemas que estamos enfrentando ni extendiendo el Estado de Excepción a todas las  áreas fronterizas del país que son: las aéreas, territoriales, marítimas y fluviales. El contrabando tal como lo reportan las denuncias -o el robo- es mucho mayor del que se estima de extracción por la frontera con Colombia, por carga no registrada de petróleo y combustibles en los barcos incluso de Petróleo Venezuela.


Estando, en tiempos de modernidad y de globalización creciente, hemos caído dentro de un cuadro caracterizado por un oscurantismo envilecedor e inaceptable, se  ha venido cerrando los canales de comunicación, de intercambio comercial y tecnológicos con los países industrializados democráticos de occidente y hasta de vecindad con un país hermano; en cambio manteniéndolo totalmente abiertos con los gobiernos amigos de regímenes, con la sola excepción -que debemos remarcar- estrechamente ligado al castrismo cubano que dispone de nuestros recursos y que nos vigila como ciudadanos sujetos a un Estado Central arbitrario que se nutre de nuestros recursos. Por lo tanto debemos primero posicionarnos frente a esa situación porque es insostenible en tiempo de crisis;  tampoco que se continúe con promesas absurdas y engañosas que, aun cuando el petróleo baje de los cuarenta dólares por barril, el gobierno garantiza la cobertura de todas las necesidades; y la primera reacción que generan esas afirmaciones es ¿Por qué no lo hacen ahora para reducir las colas y los sufrimientos de la gente para conseguir lo indispensable para subsistir? O, pretenderán hacer otro dakazo antes de las elecciones de diciembre como lo hicieron por las Presidenciales.


Esta es una situación que para encauzar los esfuerzos necesita una sumatoria de voluntades, más allá de las posiciones políticas ideológicos. El Estado de Excepción no puede ser más de lo mismos, tampoco debe servir para buscar culpables donde no están. Hemos llegado a un punto de inflexión muy peligroso. Deben admitirlo quienes dirigieron las políticas a partir de 1999 que el proyecto ha fracasado porque nos ha traído una mejor calidad de vida de la población sino todo lo contrario; y todos, en forma individual y colectiva como miembros de organizaciones sociales o políticas a las cuales pertenecemos, debemos preguntarnos cuál es el grado de corresponsabilidad de lo ha venido ocurriendo baja el castro chavismo en estos dieciséis años y sumarnos al esfuerzo para la  reconstrucción, de acuerdo a las capacidades y posibilidades de cada quien.


Sería un grave error tanto el no admitir que el proceso ha sido un colosal fraude para el país que solo ha beneficiado a aquellos que se han coleado a la prebenda por servicios prestados a la revolución,  como atribuirles a otros todas las responsabilidades, No se trata de alarmismo sino de hacer entender a Tirio y Troyano y especialmente a quienes se han sentido engañados y esperan recompensa que el país no puede continuar por ese derrotero; ya que el juego está  llegando a su fin; ahora hay que trabajar para la reconstrucción moral y material del país.


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