Columna de Antonio Ecarri Bolívar
El drama del chavismo sin Chávez
No hay duda alguna que la repentina desaparición
física de Hugo Chávez desmorona, progresiva e irreversiblemente, al gobierno
que él mismo impuso y ello era previsible para todo el mundo, excepto para
quienes creían posible reeditar, en la Venezuela democrática, el argentino
esquema del “peronismo sin Perón”. Y no fue posible no solo por la obviedad de
encontrarnos con países y líderes totalmente distintos, sino porque a pesar de
parecerse en la demagogia y el populismo de opereta, que ambos cortejaron, aquí
el asunto es mucho peor.
En Venezuela, la sucesión de Chávez causó un
cataclismo político entre sus seguidores, porque no tenía, no tiene ni tendrá
una jefatura política de reemplazo y porque el partido que fundó lo hizo pegado
a la ubre del poder, desde arriba, repartiendo dádivas – no justicia social – y
al acabarse éstas se vino abajo todo el entramado artificial que lo sostenía.
El tema tiene mucho que ver con la desviación horrenda
que ocurrió en el mundo de la izquierda mundial: desde Lenin, Trotsky y Stalin,
en la URSS; en el caso de la China de Mao; en la Cuba de los Castro; en la
Camboya de Pol Pot o en el Vietnam de Ho Chi Min, mucho menor en el último caso
y superlativo en el caso stalinista, en lo relativo a la excrecencia teórica,
antimarxista, que significa el culto a la personalidad.
¿Cuál fue, entonces, la explicación encontrada a la
inmensa paradoja del marxismo?: unas ideas basadas en la explicación científica
de la historia, en lucha a muerte contra el dogma de fe cristiano, convertida
en una bazofia usufructuada por un nuevo mesías? Creo que la explicación
estriba en que para la burocracia desviacionista del marxismo, una vez le pone
la mano al poder, para sostener la absurda tesis totalitaria del pensamiento
único, tiene que imponerse por la fuerza porque nadie en su sano juicio tolera
que lo humillen y explote una camarilla oligárquica, en el siglo XX y qué decir
del siglo XXI, con el pretexto de la sociedad perfecta de un futuro que nunca
llega.
En el caso venezolano estas desviaciones llegaron al
paroxismo, pues ningún hombre de izquierda del siglo XX se hubiese podido
imaginar llegar a los extremos de corrupción, manirrotismo exacerbado y
aprovechamiento del hermoso mensaje socialista para estafar a ingenuos.
El drama comenzó con el líder fallecido, porque Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, Ho
Chi Min y Fidel lograron lo que jamás pudo conseguir Hugo Chávez: ser un líder
que fuese estadista, maestro, héroe y profeta, todo al mismo tiempo y con unos
herederos muy capaces. Aquellos consiguieron engañar a miles mucho tiempo, Hugo
a mucho menos gente en menor tiempo, pero sus herederos… ¿Tuvo herederos Hugo
Chávez Frías? El que los vea que nos avise.
Ah, y que nos perdonen los líderes históricos de la
izquierda marxista al compararlos con esta temeridad llamada “revolución”, mal
dirigida por quienes nunca se han leído un solo libro de marxismo. A decir
verdad, Wladimir Ilich Ulianov (Lenin) tuvo el inmenso mérito de ser una de las
pocas figuras de la historia que fue capaz de hacer una revolución y dominarla,
aunque su testamento, violentado por Stalin, redujo a cenizas la aspiración
democrática de Marx y Engels.
Rómulo Gallegos murió, al igual que Ruíz Pineda,
Carnevali, Betancourt, Leoni, Barrios, Prieto y AD sigue en la lucha porque no
se fundó desde el poder, sino en las catacumbas de la resistencia y porque el
mensaje nunca fue mesiánico, sino colectivo. Betancourt, además creó una
dirección política con los mejores hombres de talento en las diversas áreas del
conocimiento, lo mejor de Venezuela, por su capacidad fue primus inter pares.
Chávez tuerto en un país de ciegos.
@EcarriB

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