Humo en los ojos
Humberto Seijas Pittaluga
En un
acto de prestidigitación, delante de nuestros ojos, el ilegítimo y su comparsa
convirtieron lo que era una medida contra siete violadores de derechos en un casus belli.
Porque necesitan mantener a las masas distraídas, abstraídas de la
inmensa crisis que envuelve al país por el mal manejo de la economía; que sigan
haciendo las largas colas bajo el inclemente sol, pero engañadas, sustraídas de
la realidad, aleccionadas en que los culpables de la escasez son los
productores y los comerciantes, no ellos.
El acto no es nuevo. Todos los
gobernantes del mundo recurren al ardid de poner a la gente a mirar para afuera
cuando las cosas no están bien por dentro.
Y esta pantomima no pasa de ser eso, un acto de birlibirloque.
Y acusan
a quienes no caemos en la añagaza de traidores, de que no queremos a
Venezuela. Más atrás viene la pregunta
con piquete: “¿Es que usted quiere ver a Venezuela invadida por los marines?” Una pregunta tan absurda como la de inquirir:
“¿Usted quiere que se muera su mamá?”
¡Claro que no! Lo que no quiero
es que me conviertan lo que es una acción legal, legítima, de cualquier país,
de negarle la entrada a unos individuos que tan malnacidos son que se prestan
para encarcelar y torturar a unos paisanos suyos, con una maniobra inamistosa
contra todo el país. De hecho, tan legal
es eso de negar visas que, varios días antes de que Obama tuviese el papel
enfrente, ya el Nicky había decretado que varios expresidentes estadounidenses
no podían entrar en Venezuela. ¿Entonces?
Una cosa
sí tengo clara, todo prestidigitador es un embaucador: te distrae mostrándote
una mano mientras que no te deja ver lo que hace con la otra. En eso, tales charlatanes tienden a desdoblarse
en fulleros —y cuidado si este no es uno de esos casos—, esos personajes que te
quitan la plata en un abrir y cerrar de ojos.
O que son los cómplices necesarios en una expoliación. Quizás es por eso que en todo el mundo, menos
en Venezuela, los titulares de los diarios, y lo que se comenta con estupor, es
el descubrimiento de sumas milmillonarias que algunos mafiosos chinos, rusos y
ve-ne-zo-la-nos tenían ocultas en diferentes paraísos fiscales, especialmente
en Andorra. En eso es que yo quisiera
que estuviesen ocupados, jueces, fiscales y mandatarios, no en mandar a
muchachos a La Tumba.
Pero no. El ilusionista y su banda, bribones que son,
trucan la suerte y sacan del sombrero una herramienta con la cual hostilizar
más a quienes nos negamos a pensar como quieren ellos: una habilitante. Acaba de cumplir dos años de su ascensión al
poder (dudosa, por lo demás) y ya va para una segunda habilitación por la
claudicación por parte de los sumisos diputados
oficialistas de sus obligaciones.
Tan obsecuentes y dúctiles fueron, que el santandereano pidió seis meses
y ellos, d’amblé le regalaron tres
más. Entre las habilitaciones recientes,
recuerdo la que estaba justificada por los daños causados por las excesivas
lluvias. Esos poderes extraordinarios le
sirvieron al homunculus sabanetensis para
todo, menos para socorrer a los damnificados.
Todavía hay miles de ellos viviendo en refugios… La que precedió a la actual fue otorgada para
hacerle frente a los problemas económicos; el tipo la dejó engavetada hasta la
última semana, cuando apurados y mal hechos apareció un pocotón de decretos, la
mayoría de ellos nada tenían que ver con la solución a los agobiantes apuros
económicos. Esta, justificada en una “defensa de la soberanía”, va a servir para otro fin: tener las manos más libres para actuar
contra todo quienes osen manifestar su inconformidad en contra de los atropellos oficialistas.
Será solo otro instrumento para seguir acorralando a la oposición. O sea, será un Estado de Excepción sin
nombrarlo, porque no se atreven.
Igualito que lo que sucedió con las sucesivas devaluaciones, que no eran
sino un “ajuste cambiario”.
En su
claudicación, los diputados oficialistas cedieron dos atribuciones que, según
el recto derecho, no pueden ser delegadas: la capacidad de dictar leyes penales
y la de ratificar los convenios con otros países. Si el Código Penal actual tiene aberraciones
como punir los cacerolazos, ahora Nikolai podrá castigar a quienes manden un
tuit. De hecho, hay una joven detenida,
sin juicio, hace meses por ese “delito”.
Y si con Cuba y otros países gobernados por chupasangres de nuestro
erario teníamos acuerdos perjudiciales para nuestro erario, ahora imagínense
cuantas componendas disfrazadas de convenios irán a firmar.
Duele que nos
encontremos en este brete y que no recibamos los apoyos de las naciones que se
dicen amigas. Y que, por el contrario,
apoyan los atropellos las arbitrariedades.
Saben lo que nos pasa, lo que sufre nuestro país por los desmanes de
quienes detentan el poder. Pero callan
por estar comprados. O por ser
cómplices. La OEA, la Unasur y la Alba
—tan mencionadas últimamente por la caterva que opera desde Miraflores— han
dejado de lado los altos principios que aparecen en sus actas constitutivas y
se han vuelto asociaciones para defender presidentes, en obscenos clubes donde
rige el quid pro quo: “yo te protejo
ahorita, pero tú me escudas a mí cuando me descubran”… Es que todos tienen algo escondido en
Andorra, Luxemburgo, las Islas Vírgenes y Seychelles. Lo
que Venezuela entera necesita es que se legisle para acabar con la inflación,
la escasez, la inseguridad y los pésimos servicios públicos.

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