Había una vez…
Humberto Seijas Pittaluga
…un
país en el que uno hacía “carreteroterapia”: agarraba su mujer y sus muchachos
y los llevaba a pasear, conocer, algún punto de la geografía que valiese la
pena visitar. Las carreteras estaban en
buen estado, no había ni malandros asaltando ni cierres de vías por protestas,
los agentes no matraqueaban y —en el eventual caso de un accidente— había
mecánicos que sabían y tiendas de repuestos surtidas. Al final de la jornada, uno regresaba a casa
habiendo drenado las tensiones del trabajo, los muchachos con la mente más
fresca para el estudio y la señora con bolsas llenas de hortalizas y demás
productos para colmar la alacena familiar.
Pero eso ya pasó; un régimen inepto y corrupto que no es capaz de tapar
los huecos en las carreteras; ni, mucho menos, siendo que se apoya en
maleantes, dar seguridad en las vías; y que acabó con la producción del campo,
convirtió esa suerte de terapia carreteril en un encerramiento forzoso los
fines de semana, con los muchachos poniéndose obesos por no corretear por los
campos, y la señora cantaleteando escaseces, precios altos y colas.
…un
país en el cual no había odio social, en el que a la gente se la medía de las
cejas para arriba, por lo que tenía debajo del cráneo. Y eso era más que suficiente para el progreso
de los individuos, sus familias y la sociedad.
Uno de los venezolanos más insignes y que es uno de los muchos ejemplos
que se puede poner de superación y avance personales fue Alberto Quirós
Corradi, quien desde las más humildes posiciones fue ascendiendo en la
industria petrolera hasta llegar a ser su presidente. Pero no solo fue reconocido en ese campo;
tanto dentro como fuera del país era distinguido como hombre de bien, experto
en su materia, administrador eficiente, e interesante escritor de libros y
artículos. Como él, muchos otros
venezolanos. Todos tenemos en nuestras
memorias otros paisanos admirables por sus logros esforzados e íntegros. Ahora todo cambió. Hoy, para ser embajadora en las Naciones
Unidas lo que se necesita es ser hija de un “prócer” y saberse algunos secretos
de los jerarcas actuales. Para ser
magistrado los únicos requisitos son haber gritado “¡Uh, ah!”, comprometerse a
nunca pasar una sentencia en contra de los validos del régimen y haber torcido
el derecho para hostigar a quienes se atrevan a pensar diferente. Si no creen, échenle una miradita a Maikel…
…un
país en el cual los mandatarios no robaban tanto, ni mentían tan
descaradamente. A lo largo de la
historia venezolana han abundado los robos al erario y los embustes; pero nunca
tan frecuente, descarada, chabacana y prosaicamente como ahora. Con un perjuicio añadido: la especie de
frenesí rapiñador de los jerarcas están resultando en un mal ejemplo en
cascada: ahora, hasta el tipo que atiende en una ventanilla busca un
“complemento de sueldo”. Y, con la
aparición de la lista de clientes del HSBC, debe haberse acelerado la
rapacidad. En fin, que los de antes
resultaron unos roba-gallinas…
¡Y las
mentiras! No las piensan; las vomitan
sin meditar. Alguno de los aviadores que
son afectos al régimen —y que hasta, desobedeciendo la Ley, tienen carné del
PUS— que me explique: 1. Cómo un avión subsónico, monomotor, “que viene del
exterior”, pudiera atravesar, sin ser detectado, el sistema de radares que el
inmortal fallecido le compró a los rusos y que nos costó carísimo entre precio
y comisiones. 2. Cómo sería la
cinemática de ese vuelo; porque el alcance de un Tucano no da para que llegue
desde el exterior, armado, hasta el centro del país, ataque y se escape. En aviación, el cargamento (en este caso, el
armamento) y el combustible están en proporción inversa. Para aumentar el uno hay que sacrificar al otro. Por el caso ya hay presos unos
oficiales. Pero, ¿acaso es la primera
vez que el régimen se vale de denuncias falsas y prisiones indebidas para
tratar de no hundirse más? Tratan de
enlodar a alguien como Maximiliano Hernández, un oficial probo, todo un
caballero y alguien incapaz de dobleces.
Lo conozco, serví con él dos años y por mi mente no puede pasar que está
en una componenda inconstitucional.
Hasta los mismos aviadores rojos-rojitos que mencioné antes tienen que
reconocer los méritos y la rectitud del general Hernández y —como no serían
capaces de un gesto gallardo y de protestar— quedarse callados y no justificar
el bulo presidencial.
A ese
país que añoro tenemos que regresar —pero sin las falencias que también
tenía. Todos debemos propiciar un relevo
en las personas y en filosofía que desgobiernan a Venezuela. Para que el país salga del hueco en que lo
han metido, la nación debe enseriarse en el empleo de los instrumentos que le
concede la Constitución. Y para eso se
debe arrancar desde la propiciación de
la solidaridad social; pero con justicia y equidad, entendiendo al otro como
prójimo, no como adversario; mucho menos como enemigo. Hay que evitar que siga la centralización del
poder en el Ejecutivo. Vertical y
horizontalmente. Lo que implica que los
otros poderes actúen con independencia, cooperando entre ellos aunque sin
sumisiones indebidas; pero también que los mandatarios interioranos puedan
ejercer sus atribuciones
sin abusivas usurpaciones caraqueñas.
Ayudar a
cambiar el país es un imperativo categórico, para usar la terminología
kantiana…

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