Eddo Polesel
Una vez más debemos reconocer y aplaudir por los virtuosos y profundos, en
su contenido, de los pronunciamientos públicos hechos por monseñor DIEGO PADRON
en su condición de presidente de la CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA por medio
de los cuales, entre otras tantas serias y acertadas consideraciones alertan
acerca de las transgresiones, los vejámenes, las ofensas y la lista de los
delitos que se han venido cometiendo en estos últimos quince años, tal como lo
demuestra los 170 cadáveres que ingresaron a la morgue de la ciudad capital en
los primeros doce días de 2015, sin contar los muertos causados por falta de
atención en los hospitales, debido a la escases de medicamentos y de insumos
médicos, para esperar que las heridas cicatricen como por arte de magia. Así
como debemos resaltar el comunicado de FEDECAMARAS titulado “2015: año para rectificar” por
medio del cual, no solo la Institución gremial del empresariado organizado,
advierte que no ha sido posible, durante el año 2014, concretar acciones para
enfrentar los problemas que venía sufriendo el país, sino que además alerta que
la situación se ha venido agravando de forma tal que formula un concreto
llamado en esos términos: “Es hora
de que, entre el Gobierno Nacional y la sociedad venezolana, revirtamos la
dirección que los asuntos
económicos han tomando en Venezuela”.
Estas, como tantas otras, son las manifestaciones y los reclamos que deberían haber sido tomadas en cuenta a tiempo por quienes han pretendido imponer -a trocha y mocha- un proyecto político en contraste con el espirito democrático y libertario de la inmensa mayoría de los venezolanos que aspiran vivir y progresar en paz y para cuyas normales controversias se debería utilizar, como incluso ocurre en las naciones más avanzadas, el Dialogo Social; dialogo que, cuando se aplica en forma continua e institucionalizada, es la única vía de integrar las fuerzas creadora de la Nación hacia la disciplina social, a la profesionalización de las diversas actividades económicas dirigidas al esfuerzo productivo; en cambio, se ha pretendido ignorar los reclamos y las inconformidades de la mayoría de la población, producto de un creciente grado de crisis que, a pesar de los ingentes recursos que el régimen ha dispuesto en estos dieciséis años, se ha venido agravando por un proceso destructivo generalizado que ahora, por la caída del precio del petróleo amenaza que se llegue a una total desestabilización, justo cuando desafortunadamente dependemos totalmente del ingreso petrolero para comer.
El resultado de este proceso revolucionario -que de hecho ha resultado ser totalmente involucionario- está plenamente demostrado por el mal estado en que se encuentra la Nación. Al respecto debemos recordar que, cuando éramos un importante país petrolero, los empresarios venezolanos invertíamos en nuestras empresas y los inversionistas del exterior venían, por su propia iniciativa, a invertir en el país; los importadores tenían créditos de sus proveedores del exterior; las empresas venezolanas tenían prestigio; los empresarios venezolanos se asociaban con empresas del exterior y como país estábamos operando dentro del sistema capitalista, respetando los acuerdos suscritos y aun, con algunas dificultades, tanto los privados como los entes públicos cumplían con sus compromisos. Estábamos exportando, tanto por vía de las empresas públicas del sector básico, productos semi-manufacturado y derivadas del petróleo; acero, aluminio y productos del sector químico; y las del sector privado, manufacturas con un alto valor agregado, llegando esas exportaciones a porcentajes significativos del total de las exportaciones. Con todos sus defectos, el intercambio nos beneficiaba en la medida de nuestras capacidades gerenciales y de las estrategias como país; dentro de eso modelo político-económico estábamos saliendo del subdesarrollo y de acuerdo a los estándar internacionales, en cuanto a la educación y formación de los recursos humanos, la salud y la salubridad pública, pertenecíamos al rango de los países en vía de desarrollo y considerado como un país emergente. Las relaciones internacionales de los Jefe de Estado estaban centradas en fortalecer las relaciones entre los países y no iba, como ahora, en una búsqueda desesperada de préstamos como lamentablemente ocurre actualmente -por cierto- con unos resultados que demuestran nuestra débil posición como país y de la pérdida de soberanía especialmente cuando analizamos las condiciones/ventajas a las cuales los negociadores revolucionarios están dispuesto conceder, a espalda del país, para obtener recursos que no siempre logran obtener, ni siquiera de gobiernos y socios políticos.
Los efectos de esta crisis sistémica originada, no por un enemigo externo como tampoco por factores interno extra gobierno, sino por las nefastas políticas adoptadas bajo el extraviado concepto de una revolución -dizque Bolivariana- que ha empobrecido a toda la población, sin distingo, con lo cual se ha venido ofendiendo al Padre de la Patria; tampoco es necesario reseñar las deficiencias ya que la COLAS -para cubrir cualquier necesidad incluso para las mínima atención medica- son la demostración inconfundible de un estado absolutamente anormal e inaceptable como, los que nos gobierna, pretenden considerarla del todo normal. Ha llegado la hora de la verdad; debemos y deben reconocerloantes que sea demasiado tarde, si ya no es; no podemos permitir que una situación de crisis aun cuando haya llegado a condiciones extremas llegue al colapso; en efecto:
Es hora de que el régimen abra paso y recupere la condición de GOBIERNO NACIÓNAL; y, la sociedad venezolana, a la cabeza con sus organizaciones sociales más representativas, juntos revirtamos, la dirección de los acontecimientos que han signado dramáticamente estos últimos dieciséis años para que se abran caminos de concordia y de paz para evitarle lo peor al país y a su gente.
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