Yo sigo con mis manías
Humberto Seijas Pittaluga
Todos los viejos tienden a ser maniáticos,
y yo no escapo a esa natural predisposición.
Tengo algunas que casi llegan a obsesiones. Por ejemplo, y para comenzar con una poco importante:
me saca de quicio leer “sobretodo” —como un solo vocablo — cuando se intenta
decir: “por sobre todas las cosas”. En
una sola palabra de cuatro sílabas existe, pero no para esa denotación. Es para particularizar a una prenda de vestir
que se emplea en climas fríos y que se coloca de último, por encima de la
camiseta, la camisa, el sweater y el saco; para nada, porque el frío le llega a
uno hasta el esternón. En ese error caen
hasta plumas muy respetables. Y, cuando
leo ese error, se me revuelve todo.
Otra cosa que tengo como fijación es —ya
que estamos en temporada navideña— criticar algo que otros admiran: las cruces
iluminadas que son encendidas en las cimas de algunos cerros cercanos a las
capitales del país y algunos estados. La
cruz es símbolo de muerte —y, para nosotros los cristianos, también de
redención— no de nacimiento. Lo que guió
a los reyes magos y se puso encima del pesebre de Belén era una estrella. Por eso, hoy es la alegoría de
nacimientos. Si alguien tiene dudas de
lo que digo, con ir a un cementerio y ver alguna lápida podrá corroborar lo que
afirmo. Pero, claro, quien las puso en
los topes de las lomas eran de Cadafe —sinónimo de incapacidad, flojera e
ineptitud. El esfuerzo mínimo al
convertir una torre de alta tensión en un símbolo era ponerle un par de
brazos. Y eso hicieron. La exhortación, aunque sé que ninguna
autoridad me va a parar, es para que el la Navidad del 2015, podamos ver
estrellas iluminando las poblaciones venezolanas.
Una tercera es creer que las becas deben
ser concedidas por méritos, no como prebendas a los copartidarios. Recién en estos días, Nicolasno las prometió
a “estudiantes” de franela roja y, probablemente, de Misión Sucre —no de
universidades serias—, que fueron arreados ante su adiposa presencia. Lo justo es que las ayudas monetarias vayan a
quienes han demostrado capacidad, denuedo, voluntad, en la prosecución de los
estudios. Y más justo aún sería que se
estableciese un baremo con una matriz de dos entradas: notas y capacidad
económica. ¿Pobre de solemnidad pero
brillantísimo estudiante?, ¡denle todos los reales! ¿Brutazo pero con papi milli?, ¡que se fuña,
así sea hija de Diosdado!
Pero mucho me temo que la promesa hecha
por el ilegítimo no pase de ser una más de las muchas incumplidas por él. Que vaya a resultar igualita que lo del 45
por ciento de aumento para los militares, que no ha llegado todavía, a tres
meses del momento en que lo ofreció.
Anuncio que no sirvió sino para aumentar la tirria que hoy le tienen los
venezolanos a los militares. O sea,
estrenos decembrinos, nanai-nanai.
Porque este es un régimen buchipluma…
La otra fijación que tengo, y que se
llevará el resto del escrito, es que, entre todos los candidatos que fueron a
las primarias, María Corina era la mejor.
Por eso voté por ella; por eso la tengo como avatar en mi teléfono,
Facebook, Twitter y cuanto sirva para apoyarla.
La valentía, la entereza, la pulcritud y la defensa de lo que es
correcto que ha demostrado a lo largo de su vida pública así lo
demuestran. Desde que le dijo en su cara
al inmortal fallecido que expropiar sin pago era robar, no ha dejado de decir
verdades. Y, por eso, ha sido golpeada
hasta fracturarla por una virago —“marimacha”, para que no tengan que buscar en
el diccionario—, vilipendiada, amenazada, despojada ilegalmente de su
diputación por decisión de alguien que no sacó ni una cuarta parte de los votos
que logró ella.
La más reciente vileza que el régimen ha
intentado contra ella es eso de buscar que corra la misma desventura que
Leopoldo, Scarano, Ceballos y Lucchese —que no se nos olvide este último, que
no es enemigo político y que solo está pagando por leal y comprometido
cívicamente—, encerrados porque constituyen unos adversarios difíciles de
vencer en cualquier competición electoral; para los cargos que sean. Con María Corina se intenta eso mismo: que no
sea la formidable contendiente que le pueda sacar más de 200 mil votos al
rojo-rojito que le pongan enfrente. Está
claro que el Ministerio Impúdico lo que hace es cumplir las órdenes que
llegaron de Cuba y que son transmitidas desde el Palacio de Ciliaflores. La intimidación inicial era para tratar de
que se fuera del país. Cómo se ve que no
la conocen…
Y ese dechado de honestidad y
honorabilidad que es Pedro Carreño —en una continuación de la saga “La Muerte
de Montesinos” y el culebrón “El voyeur
Cisneros te mira cuando te desnudas
frente a DirectTV”—, sale con ese chorro de babas a denunciar un magnicidio que
no es sino el “parto” mental de algún cubano en la Sala Situacional. Libreto por demás recurrido en estos largos
16 años. El único basamento de la
acusación son unos supuestos correos que dizque ella le mandó a otros
personajes de la alternativa democrática.
Y que ya Google se encargó de informar que no fueron emitidos por María
Corina.
Por eso, la mechi-oxigenada se vio en el
disparadero de cambiar el delito a ser imputado. Ahora es “conspiración”. Que el Código Penal mantiene con descripción
gomecista y que no ha sufrido reformas de los “legisladores” porque se aviene al interés actual del
régimen: poner preso a todo quien ose pensar diferente. En todo caso, quienes tratan de “destruir la forma política
republicana que se ha dado a la nación” y han solicitado “la intervención
extranjera en los asuntos de la política interior de Venezuela” han sido los
que han desgobernado desde hace 16 años.
A ellos es a quienes hay que imputar.
Porque han violentado las formas de organización que establece la
Constitución al crear los consejos comunales y organizar milicias, y porque, de
hecho, nos han convertido en una colonia cubana.
En fin, que, como le escribió mi querida
Marianella a la madre de María Corina: “estamos enfrentando un absoluto terrorismo judicial. Estoy convencida de
que le tienen miedo; y las armas para atacarla son iguales a ellos, falsos
y a lo bestia”.
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