Es imperdonable que este país haya tirado a la
basura tantas oportunidades. Si hubiéramos invertido, en lugar de gastado,
la inmensa riqueza petrolera, tendríamos una economía productiva y
diversificada que brindara progreso y bienestar a todos.
Tenemos 50 años con la falsa idea de que somos un
país rico. Nos hemos conformado con vender petróleo e importar todo lo que
necesitamos. Ese modelo “funciona” si los precios del petróleo suben (CAP
I, LHC, Chávez), pero cuando se estabilizan o empiezan a bajar terminan
dejando al país arruinado (final de LHC, Caldera, Maduro).
No somos un país rico pero tenemos todo para
serlo, para eso tenemos que invertir la riqueza petrolera en lugar de
gastarla.
Podríamos ser una potencia petrolera, pero también
en la producción de derivados. Desarrollando una industria petroquímica
fuerte crearíamos empleos, le daríamos valor agregado y en lugar de
exportar petróleo podríamos exportar productos acabados: querosén,
lubricantes, aceites para maquinarias, fármacos, plásticos, pinturas,
barnices, disolventes, fertilizantes e insecticidas, detergentes, cauchos,
poliéster, asfalto y un largo etcétera.
Tenemos todo para ser una potencia en hierro y
aluminio. Cuando Sidor estuvo en manos privadas llegamos a producir cuatro
millones y medio de toneladas de acero. Hoy en manos del Gobierno no
produce ni un millón.
Venezuela puede convertirse en una potencia
turística. Frente a nosotros hay una pequeña isla, Aruba, que tiene dos
playitas y ha desarrollado una industria turística que les ha dado buenos
ingresos a todas las familias.
Ampliando la frontera agrícola, entregando la
propiedad de las tierras que están en manos del Estado a productores que
las pongan a producir y creando un entorno económico que garantice el
derecho de propiedad, Venezuela puede pasar a autoabastecerse y a exportar
en gran cantidad.
Con la ubicación geográfica que tiene Venezuela,
al norte de Suramérica, con acceso al mar Caribe, al océano Atlántico y al
Pacífico, somos un país atractivo para la inversión.
La pobreza en Venezuela es imperdonable. Son 50
años de un modelo económico rentista que ha fracasado una y otra vez. Es
urgente sustituirlo por un modelo que aproveche el enorme potencial que
tenemos, invierta la riqueza petrolera y traiga progreso a los 30 millones
de venezolanos.
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