COLUMNA DE ANTONIO ECARRI BOLÍVAR.
El síndrome del pichón
Antonio Ecarri Bolívar
La noticia que ocupó los titulares de prensa la semana pasada fue la
llegada, en calidad de asesor, de un “economista” cubano, Orlando Borrego,
asistente del Ché Guevara, quien vendría a ponerle orden a la maltrecha
economía post chavista. ¡Qué notición! los cubanos que sólo reparten miseria
entre su sufrido pueblo, ¿van a venir a decirle a los venezolanos cuál ha sido
su milagrosa fórmula del “síndrome del pichón”? Enfermedad ésta padecida
por unos seres que van por el mundo con la boca o pico abiertos para quese les dé todo lo necesario para su
sustento y, en ocasiones, hasta para llevar una “dolce vita”. Aunque ahora promueven su
sustitución por un remedo de iniciativa privada que va a traer más distorsiones
y contradicciones dialécticas que las esperadas. Me explico.
Los cubanos, con estos señores que nada
sabían de economía, pretendieron poner a depender a todo un pueblo de las
dádivas del Estado. Pudieron hacerlo con el inmenso subsidio soviético, pero
eso se extinguió con la estrepitosa caída de la URSS. Ahora creen que podrán
salir de ese inmenso agujero deficitario creando unos supuestos emprendedores
que no es otra cosa que un buhonerismo en masa que tampoco va a resolver sino a
crear más problemas. Este señor Borrego seguramente también dijo presente
cuando ocurrió la anécdota, según la cual, el Ché Guevara fue designado
ministro, en la Cuba de los primeros tiempos, porque cuando Fidel preguntó por
un economista éste levantó la mano creyendo que había preguntado por un
comunista.
Esta política que pretende desarrollar Maduro es un calco de la de Raúl
Castro en Cuba, la cual consiste en el absurdo, según el cual, quieren que una
parte sustancial de los venezolanos, igual a los cubanos, produzcamos como
capitalistas dentro de un sistema esencialmente comunista, abandonando, de
hecho, el pacto social entre el estado y los individuos preconizado por la
retórica marxista, mientras se renuncia al igualitarismo y acepta el
surgimiento de la desigualdad y el consumismo en la manera de vivir de los
cubanos y ahora de los venezolanos. Toda una cháchara incomprensible.
¿Para qué y por qué defender un modelo de estado comunista
si la forma de gobernar se aleja totalmente de los supuestos
marxistas-leninistas? El comunismo tiene una lógica interna: el Partido y el
Estado, que son lo mismo, van a construir el paraíso del proletariado, en la
que los medios de producción serán colectivos y las personas, cuando se llegue
a la fase superior del comunismo, como profetiza Marx en la Crítica al
Programa de Gotha, “(trabajarán) cada cual, según sus capacidades, (y
recibirán) cada cual según sus necesidades”. Para llegar a ese punto,
naturalmente, hay que atravesar la incómoda fase de la “dictadura del
proletariado”, hasta arrancar del corazón de las personas los malditos hábitos
y costumbres arraigados en ellas tras varios siglos de feudalismo y
capitalismo.
Nada de eso queda en pie con las reformas de Raúl, que ahora pretenden
aplicar aquí de manos del señor Borrego. Según su razonamiento, tras renunciar
al “síndrome del pichón”, muchos cubanos se ocuparán de ganarse la vida según
su talento, suerte y recursos, al margen del estado y obtendrán por ello los
mejores resultados que puedan, aunque su desempeño económico los aleje del modo
de vida general de la nación.
Una pregunta ingenua y elemental al Presidente de la República: ¿si los
objetivos no son edificar una sociedad comunista, para qué mantener la idea
obsesiva de la hegemonía comunicacional y de pensamiento único proclamada por
el marxismo-leninismo como fórmula de construir la sociedad? ¿Será, Presidente,
que el propósito de esa política es sólo con miras a mantener en Venezuela a
una casta de burócratas y boliburgueses en el poder mientras la inmensa mayoría
de los venezolanos pasan penurias de todo tipo? Eso parece que poco les importa
a quienes disfrutan de sus inmensas fortunas mal habidas, pero las quieren
conservar dándole al pueblo sólo la fórmula del pichón, para mantenerlos bajo
control o estimular un buhonerismo, sin control, que ninguna riqueza produce.
Hagan lo que hagan, mientras no haya seguridad jurídica y estímulo a la empresa
privada, sólo tendremos como desiderátum escasez y miseria.
Esa fórmula pudiera funcionar en Cuba, un país que nunca supo lo que es
democracia, libertad y abundancia. En Venezuela: olvídense de eso, aquí hasta
los pichones cantan como gallos y no se dejan alimentar a juro por ninguna mano
corrupta que los quiera manipular. Rómulo Betancourt dijo, una vez, algo que
repetimos hoy: “díganle a Fidel Castro que cuando Venezuela necesitó
libertadores, los parió, no los importó”. Más pichones serán otros.
@EcarriB
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