COLUMNA DE HECTOR AGÜERO.
Todos
contra Dilma
Héctor Agüero
El mundial de futbol 2014 ha servido para posicionar una
transnacional como lo es la FIFA que a su vez mantiene alianzas con otras
empresas internacionales que se sirven de este deporte para conquistar espacios
físicos e ideológicos. Basta mencionar a
Coca Cola y a Nike para ilustrar esta situación. Brasil obtuvo el derecho a ser
sede del evento que monopoliza la FIFA pero las condiciones que la impusieron
(las mismas que aplicaron en África del Sur) no le dejaba ningún margen de
maniobra y la derecha ejecutante, feroz y belicosa la acorraló con mucha
desenvoltura. Milagrosamente los reclamos seculares de los Sin Tierra,
movimientos ecológicos, demandas laborales de diversas categorías, aparecieron
con el sello de marca imperial que todos
conocemos: el siniestro SOS. Vimos y vemos entonces que el SOS Ucrania, el SOS
Siria y el SOS Venezuela se transformaron en SOS Brasil. A ese chaparrón de
agitación en las calles y en los medios que conocemos se sumó gente
progresista, organizaciones populares, que se agregaron a las protestas
legítimas manipuladas por los contratistas ideológicos que saben pescar en río
revuelto.
Lo alarmante de la situación está en el hecho que muchos
colectivos de expresión popular no supieron distinguir entre el verdadero
enemigo y los aliados. Es indudable que tenemos mayor posibilidad de
entendernos como latinoamericanos que queremos una Patria Grande con dirigentes
como Evo Morales, Correa, Maduro,
Cristina Fernández, Daniel Ortega, Lula o Dilma pese a las diferencias
de enfoque y de estilo que podemos tener.
Lo que resulta cuesta arriba es hacerle el juego al
adversario por cientos de razones que a finales de cuenta no benefician al
pueblo y escamotean las aspiraciones de nuestros pueblos.
Una circunstancia como la que vive la república de
Colombia ejemplifica como el abanico de las alianzas con pinza son a veces
necesarias y como debilitar a los aliados no es conveniente. Desde mucho antes
de 1830 la oligarquía bogotana controla el poder político, económico y social
del antiguo virreinato de Santa Fe de Bogotá. La tenencia de la tierra sigue
siendo un tema álgido que ha sido razón y motivo de tantas luchas. Son escasos
los años de sosiego que ese país de gente laboriosa y tenaz ha conocido en los
últimos doscientos años. Para no hacer las cosas largas me limito a los diez
últimos años de esa república cuando el ultraderechista Uribe logró, a sangre y
fuego, golpear los cuadros de mando de
la guerrilla y terminaron sentados en
una mesa de diálogos por la paz en La Habana donde aún permanecen. Le tocó
al ex ministro de la Defensa de Álvaro
Uribe Vélez, ahora en funciones de presidente reelecto, Juan Manuel Santos, iniciar las
conversaciones con la guerrilla más antigua del mundo, Las Farc. Estas acciones
corrían el riesgo de desaparecer ya que el delfín de Uribe resultó ganador en
la primera vuelta presidencial y fue entonces cuando las agrupaciones del
progresismo sumaron su voto al de Santos, un derechista, para bloquear el
acceso al poder del fascista Uribe. El caudal de votos de la Unión Patriótica y
de otras fuerzas populares inclinó la balanza hacia Santos. Como en los dramas
shakesperianos hay que aprender a mirar en el bosque.
Seguimos adelante
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