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viernes, 14 de febrero de 2014

SALIR A PROTESTAR POR LUIS EDUARDO GALLO.

SALIR A PROTESTAR
POR LUIS EDUARDO GALLO.




Tengo amigos que me increpan enardecidos porque no me han visto protestar. Les digo que procuro hacer valer mis derechos, y trato de cumplir con mis deberes, todos los días. Pero no entiendo como personas que no reclaman bienes y servicios a precios justos y de calidad, que no exigen el vuelto completo, que no asisten a las reuniones de padres y representantes del colegio, que no respetan los semáforos y no usan el cinturón de seguridad, que se dejan “matraquear,” que viajan para raspar cupos y que nunca se involucran en los asuntos de su comunidad, salen a protestar “arrechos” por el país que tenemos. No entiendo porque personas que han ganado fácilmente mucho dinero “contratando” con este “régimen” y que pagan jugosas comisiones para asegurar buenos negocios con el actual gobierno, alzan sus voces contra la corrupción y salen a protestar. No entiendo a esos políticos que después de tanto tiempo haciendo oposición, se ofrecen como la alternativa sin ofrecer soluciones y solo nos dicen que hay que salir a protestar. Y más que tratar de entenderlos rechazo de plano a aquellos que abogan, casi siempre desde la comodidad de sus casas, por salidas violentas o por un golpe militar. Respeto y asumo plenamente el derecho que tenemos a manifestar nuestro descontento por los desaciertos del gobierno a la hora de resolver asuntos que nos afectan tanto como la inflación, el deterioro de los servicios públicos, la corrupción administrativa y la inseguridad, pero ese malestar no se puede traducir en actos de vandalismo, en cierre de calles ni en violaciones a los derechos de esa mayoría que no sale a protestar. Algunos dirigentes de la oposición están exigiendo “la salida” del presidente Nicolás Maduro. Le atribuyen a su gobierno, que es continuidad del gobierno de Hugo Chávez, la responsabilidad por todos los males, reales e imaginarios, que afectan a Venezuela. Si las cosas más graves que se dicen del gobierno de Maduro fuesen ciertas, muchos venezolanos no tendríamos otra opción que la de alzarnos en armas y, en ese supuesto, estaría dispuesto a luchar, pues si estuve a punto de agarrar un fusil contra Somoza en Nicaragua, cuando todavía adolescente di algunos pasos para incorporarme al Frente Sandinista de Liberación Nacional que a la sazón derroco a ese infame dictador en 1979, con mucha más razón no vacilaría en empuñar las armas si estuviésemos bajo el yugo de una dictadura similar en nuestro país. Pero la situación en Venezuela es otra. Aquí no hay una dictadura. Tenemos una democracia, cuestionada e imperfecta, es verdad, pero es una democracia que podemos perfeccionar en paz. Tenemos retrocesos y problemas graves en algunos aspectos e importantes logros en otros, logros que pueden consolidarse y problemas que se pueden resolver con inteligencia, apartando los dogmas y propiciando el diálogo y una eficaz participación ciudadana. Y si el gobierno no escucha, podemos hacer uso de todas esas herramientas, entre ellas salir a protestar, que nos ofrece la democracia para hacernos escuchar. Lo que no tiene sentido es calentar la calle buscando enfrentamientos, auspiciar golpes de estado o procurar salidas violentas como las que proponen aquellos que, como nada arriesgan, nada tienen que perder.

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