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viernes, 14 de febrero de 2014

La política en Venezuela después del 12-F: ¿Qué esperar? Por Luis Vicente León.

La política en Venezuela después del 12-F: ¿Qué esperar?


Por Luis Vicente León.
Los eventos de ayer —una marcha pacífica que terminó en violencia provocada por grupos infiltrados— podría cambiar sustancialmente el escenario político en el que estaba el país. Y esto, lamentablemente, no será para bien.
Las protestas estudiantiles no van a parar. Los estudiantes están haciendo una protesta justa, legal y sentida que, además, ahora no está basada sólo en el terrible entorno-país que les afecta especialmente, sino también en la represión a la que han sido sujetos y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros.
No resuelto ese tema, y ahora picados por las banderillas de varios estudiantes muertos en lo que se interpretará como una intervención violenta de grupos enemigos, difícilmente abandonarán la calle. Más bien, lo natural es que tiendan a organizarse, otros sectores se aglutinen con ellos y se conviertan en un factor de convulsión social, con derecho. Recordemos lo que representan los estudiantes a lo largo de nuestra historia (y de la universal) como un colectivo capaz de agitar el ambiente nacional tan eficientemente.
Por su parte, las facciones más radicales de la oposición (y especialmente algunos de sus líderes con aspiraciones prontas) están tratando de tomar ventaja para sacar del juego político a Capriles Radonski y aglutinar alrededor de ellos a quienes están cansados de esperar por una oposición que consideran débil ante un gobierno que se radicaliza y una economía que se deteriora exponencialmente.
Esto debe leerse con cuidado: es muy sencillo para la retórica política ofrecer salidas radicales a una sociedad que viene de tantos “fracasos” por la vía electoral, sea cual sea la razón de esas derrotas. Pero siempre la alternativa radical se parece más a una aventura temeraria, que difícilmente podrá capitalizar toda la fuerza posible por sí misma, frente a un gobierno que controla los medios de comunicación, las instituciones, el dinero y  las armas legales e ilegales.
El gobierno también puede tomar ventaja de los eventos de esta semana. Lo previsible es que lo primero que hagan será construir una historia que logre justificar una mayor radicalización política y un estricto control de los medios de comunicación, que ya están ejerciendo. La actuación de los medios en plena faena es sólo una muestra de esto. Y para hacerlo se basarán en la tesis de la defensa contra los revoltosos, ya que ahora tienen elementos para colocar otra vez el argumento habitual de defensa contra los golpistas.
El entorno les brinda una excusa para consolidar lo que todos vimos con estupor: unos medios de comunicación censurados o autocensurados que impidieron que la población supiera lo que estaba pasando, bajo la tesis, pobre y autocrática, de que saber significa estar de acuerdo oestimular.
El problema adicional es que, mientras la oposición ve en la crisis económica y en la protesta y la convulsión un mensaje de deterioro dramático en el soporte popular de Nicolás Maduro, la verdad es que los números no muestran todavía ese “wish-full-thinking”. Claro que hay gente enfurecida y harta, pero también mucha que se cree el cuento de la guerra económica. Las acciones populistas de Maduro y su reciente triunfo electoral en diciembre le han servido políticamente. No obstante,  es probable que este soporte sea pasajero, pues será imposible para Maduro mantener esa conexión en un país destruido económica y socialmente. Pero quienes se equivocan pensando que luchan contra un Maduro que está boqueando políticamente no están entendiendo nada.
Las acciones del ala más radical de la oposición, tratando de aprovechar una protesta justa y natural, podrían estimular el cruce de fronteras en un momento muy peligroso para todos. Y eso es un error estratégico, pero al final también el gobierno está en peligro porque la gente se puedearrechar al ver cómo se alejan cada vez más de las soluciones reales a sus problemas cotidianos, partiendo de la premisa básica de que el verbo no se come. Es obvio que esas soluciones de ninguna manera vendrán de una política primitiva e inadecuada en materia económica, como la que la revolución esta planteando ahora, ni de una radicalización política que sólo calentará más el ambiente.
Mucho del futuro dependerá de las acciones que tomen ambas partes. Los estudiantes están predefinidos: seguirán en su lucha y será cada vez más fuerte. Pero lo primero es entender si Maduro será lo suficientemente hábil para calmarlos, separándolos del sector político y consintiéndolos en breve (su discurso de ayer caminó en ese sentido); y lo segundo será ver si las medidas económicas “encubiertas” del gobierno tenderán a flexibilizar el mercado o si simplemente nos moveremos de manera definitiva hacia el extremo marxista del socialismo primitivo.
En el caso de la oposición, es necesario entender si el lado racional y moderado logrará controlar sus monstruos internos o si será avasallado por el simplismo de la radicalización (no de la protesta pacífica, que siempre es bienvenida).
En pocas palabras, mucho dependerá de si la oposición decide tomar la calle para provocar cambios en el gobierno (un acto totalmente racional y necesario) o si se lanza a la calle a buscar un cambio de gobierno (que no hay forma de deslindar de un golpe de Estado), donde se encontrará con un tren desbocado, lleno de plata, poder y militares que lo espera en la bajadita. Sólo queda desear que prive la racionalidad en ambos lados, porque lo contrario es inimaginable.

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