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viernes, 27 de mayo de 2016

Columna de Henrique Salas Römer Cualquier cosa puede suceder

Columna de Henrique Salas Römer


Cualquier cosa puede suceder

 “Mucho me temo que los tiempos sociales puedan rebasar los tiempos constitucionales”.


Cuando lo afirmé en enero de 2014, era evidente que el nuevo presidente no podría sobrellevar la pesada carga heredada. También fue obvio poco después que los precios del petróleo colapsarían.

Pensar que Maduro pudiera recurrir al auxilio del Fondo Monetario Internacional era impensable. Cuba no lo iba a permitir. Tampoco la autóctona ortodoxia marxista. Mucho menos, el anillo de poder que se enriquece con el diferencial cambiario.

Pero la hora ya llegó.

La semana pasada solo tres buques descargaban en los mayores puertos de Venezuela y apenas dos, de los doce que se esperan en los próximos días traerían alimentos o materia prima para procesarlos.

En un país que depende en un 80% de importaciones para la alimentar a su población, el hecho desnuda la extrema gravedad de lo que se viene encima. A falta de alimentos, el hambre, ya presente, tomará una dimensión de hambruna.

Hace diez días participé en un congreso de líderes latinoamericanos. Allí, como es lógico, la cruenta realidad venezolana acaparó la atención. Han comenzado a llegar balseros a Curacao y Trinidad; se habla de un venezolano que se ahogó intentando llegar a Aruba. ¿Cuantos más intentaran huir a través de las fronteras? ¿Un millón? O al igual que Siria, ¿seis millones de seres de desesperados?

Entretanto, el gobierno imprime dinero, pone a rodar billetes (mayor demanda) para comprar productos cada día más escasos (menor oferta). Las consecuencias la vimos en abril. La inflación “estimada” se disparó en un mes a una tasa anual del 400%. Debió ser mayor.

Las últimas cifras de Cendas lo confirman. Siendo generosos, el poder adquisitivo del venezolano se ha reducido en un 70% durante el último año, un mismo bolívar compra tres o cuatro veces menos… y el ritmo inflacionario se acelera.

Si ayer estimábamos que uno de cada cinco venezolanos se estaba alimentando solo una vez al día, hoy el porcentaje es forzosamente superior.

Además, ha aparecido una franja que, como ocurrió en Ucrania, durante el Holomodor estalinista, escarba basureros, porque ya no tiene nada que comer.

Atrapado entre la ortodoxia revolucionaria y la cruda realidad, Maduro recurrió esta semana a un contrarrevolucionario paquetazo “neoliberal”, liberando los precios formal o informalmente, mientras -para cubrir apariencias- sigue resistiéndose a unificar el cambio o a recurrir a auxilio financiero internacional, única vía para lograr el abastecimiento
urgentemente requerido.

Si ayer éramos el país más inseguro del mundo, hoy además estamos al borde de una espantosa crisis humanitaria.

La situación que se vive en Venezuela conmueve.

Lo observo desde mi forzoso exilio, con creciente dolor.

Los tiempos sociales han rebasado los tiempos constitucionales, definitivamente. Cualquier cosa puede suceder.


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