Columna de Henrique Salas Römer
Cualquier cosa puede suceder
“Mucho
me temo que los tiempos sociales puedan rebasar los tiempos constitucionales”.
Cuando lo afirmé en enero de 2014, era
evidente que el nuevo presidente no podría sobrellevar la pesada carga
heredada. También fue obvio poco después que los precios del petróleo
colapsarían.
Pensar que Maduro pudiera recurrir al
auxilio del Fondo Monetario Internacional era impensable. Cuba no lo iba a
permitir. Tampoco la autóctona ortodoxia marxista. Mucho menos, el anillo de
poder que se enriquece con el diferencial cambiario.
Pero la hora ya llegó.
La semana pasada solo tres buques
descargaban en los mayores puertos de Venezuela y apenas dos, de los doce que
se esperan en los próximos días traerían alimentos o materia prima para
procesarlos.
En un país que depende en un 80% de
importaciones para la alimentar a su población, el hecho desnuda la extrema
gravedad de lo que se viene encima. A falta de alimentos, el hambre, ya
presente, tomará una dimensión de hambruna.
Hace diez días participé en un congreso de
líderes latinoamericanos. Allí, como es lógico, la cruenta realidad venezolana
acaparó la atención. Han comenzado a llegar balseros a Curacao y Trinidad; se
habla de un venezolano que se ahogó intentando llegar a Aruba. ¿Cuantos más
intentaran huir a través de las fronteras? ¿Un millón? O al igual que Siria,
¿seis millones de seres de desesperados?
Entretanto, el gobierno imprime dinero,
pone a rodar billetes (mayor demanda) para comprar productos cada día más
escasos (menor oferta). Las consecuencias la vimos en abril. La inflación
“estimada” se disparó en un mes a una tasa anual del 400%. Debió ser mayor.
Las últimas cifras de Cendas lo confirman.
Siendo generosos, el poder adquisitivo del venezolano se ha reducido en un 70%
durante el último año, un mismo bolívar compra tres o cuatro veces menos… y el
ritmo inflacionario se acelera.
Si ayer estimábamos que uno de cada cinco
venezolanos se estaba alimentando solo una vez al día, hoy el porcentaje es
forzosamente superior.
Además, ha aparecido una franja que, como
ocurrió en Ucrania, durante el Holomodor estalinista, escarba basureros, porque
ya no tiene nada que comer.
Atrapado entre la ortodoxia revolucionaria
y la cruda realidad, Maduro recurrió esta semana a un contrarrevolucionario
paquetazo “neoliberal”, liberando los precios formal o informalmente, mientras
-para cubrir apariencias- sigue resistiéndose a unificar el cambio o a recurrir
a auxilio financiero internacional, única vía para lograr el abastecimiento
urgentemente requerido.
Si ayer éramos el país más inseguro del
mundo, hoy además estamos al borde de una espantosa crisis humanitaria.
La situación que se vive en Venezuela
conmueve.
Lo observo desde mi forzoso exilio, con
creciente dolor.
Los tiempos sociales han rebasado los
tiempos constitucionales, definitivamente. Cualquier cosa puede suceder.
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